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El bullicio de las animadas conversaciones. El ruido de sillas y mesas poniendo a prueba el parqué. La música de fondo. Ese soniquete taladró «durante horas» la paciencia de los vecinos de un bloque del barrio vitoriano de San Cristóbal. «Hartos» reclamaron auxilio al 112 la madrugada del sábado. A continuación se sucedieron un par de visitas policiales. La primera, casi de cortesía para que cesara el ruido. No debió resultar nada efectiva. Sí la segunda que, ante la insistencia de los habitantes obligados al insomnio, siguió parámetros más proactivos; se extendieron propuestas de sanción.
Lo que los ertzainas desplegados anunciaron por la emisora interna fue «una fiesta» en un piso. Hasta 21 personas contaron los patrulleros. Seis por encima del tope para cualquier reunión social bajo techo en esta fase 2 a la que apenas le quedan seis hojas del calendario.
Todos eran chavales extranjeros. Todos estudiantes de Erasmus afiliados al Campus de Álava durante este abrupto curso escolar. Y con edades comprendidas entre los 20 y 25 años.
En el piso señalado residen tres de los señalados. Ayer lunes reconocían su protagonismo en la historia con una mezcla de preocupación y sorpresa. «No tenemos a ningún familiar en Vitoria. Los otros estudiantes son nuestra familia aquí. Nos juntamos para ponernos al día, porque no hemos podido vernos durante estas semanas de confinamiento», relataron en un más que correcto castellano.
«Desconocíamos que estuviéramos cometiendo un delito. Además, quedamos en casa precisamente para no ir a una terraza o a un bar, donde el riesgo de contagio es mayor», consideraron. «Tampoco fue una fiesta salvaje ni nada así. Estábamos juntos, poniéndonos al día. Charlando de nuestras cosas».
Cuando los uniformados aparecieron, alguno trató de huir por las escaleras. Fue el único lunar, ya que los jóvenes –creyendo que no había nada malo en su conducta– dieron permiso de entrada a la vivienda, donde las cuentas no salieron. «Tampoco éramos 21. Creo que estábamos nosotros tres y otros quince».
En el edificio proliferan las opiniones encontradas sobre estos universitarios. Desde «Se portan bastante bien» a «Ya hemos pedido al dueño de la casa que les eche porque esto no es nuevo»,
Ellos se defienden. «Hemos venido a estudiar. Estamos dando clases online y en breve arrancaremos los exámenes». En un mes retornarán a sus hogares allende los Pirineos. «¿Sabes cuánto nos pondrán de multa?», requieren. Según fuentes policiales, las propuestas de sanción serán de 601 euros por persona. Así que la fiesta de reencuentro les podría salir por 12.621 euros. Aunque, en realidad, su empadronamiento en otros países dificultará bastante que lleguen a recibir estas notificaciones oficiales.
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