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No hace falta entender la música para disfrutarla. Esta premisa, casi extensible a cualquier género y arte, a menudo se topa con el desinterés o el desprecio de alguien que cuelga la etiqueta de un género aburrido. El jazz, popular en las décadas de 1920 ... y 1930 -e incluso la música más comercial con el swing- a veces ha caído en ese cajón de sastre, apartado por quienes vaticinan que está a punto de morir o piensan que es una música demasiado sesuda.
'La improvisación'. Derek Bailey. Libro reconocido unánimemente como lo mejor que hay sobre la música improvisada traducido por Peyrou.
'Jazz Styles'. Mark Gridley. Sin traducción al castellano, es una aproximación a cómo escuchar jazz de un modo crítico y a los avances del género.
'Cómo escuchar jazz'. Ted Gioia. Título esencial del pianista y divulgador que ha firmado otros libros como El canon del jazz' o 'La música'.
En vísperas de la 45 edición del Festival de Jazz de Vitoria, EL CORREO repasa algunos libros que pueden ayudar a afinar el oído y deshacerse de la idea elitista del género que surgió a finales del XIX en las calles de Nueva Orleans. Una de esas recomendaciones básicas para quienes se quieran acercar es 'Cómo escuchar jazz', de Ted Gioia, que propone un particular ejercicio de inicio: escuchar a músicos de segunda fila y seguidamente, a los grandes maestros. No tardarán mucho en reconocer el contraste. Mariano Peyrou, autor de los ensayos más interesantes del año, 'Oídos que no ven: Contra la idea de música intelectual', es también saxofonista, antropólogo y profesor de Historia del Jazz.
«Si me pidiera alguien ayuda para empezar en el estilo, le diría que empezara escuchando hard bop, un estilo de los años cincuenta, contemporáneo al surgimiento del rock and roll: es un enfoque más alegre y ligero del jazz, con elementos de blues y gospel y un pulso claramente marcado y contagioso», comenta a este periódico. Y deja algunos temas que pueden reproducir quienes desconfían: 'Sandu' de Clifford Brown y Max Roach, 'The Preacher' de Horace Silver o 'The Sidewinder' de Lee Morgan. «Si alguien considera aburrida o intelectual esta escucha, creo que debería seguir con lo suyo».
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ISABEL TOLEDO
En realidad, más allá de una visión 'apocalíptica' del jazz surgen cada vez más voces que aseguran que sigue adaptándose al paso del tiempo mejor que cualquier otro género y conectado con otros estilos más de moda, como el rap o la electrónica. Dos ejemplos se encontrarían en el último disco de Rosalía, 'Motomami'. En 'Saoko', uno de las singles, hay seis compases, unos diez segundos, de piano de jazz. Cierto es que su corta duración no habla demasiado bien de la pervivencia de un estilo. El otro ejemplo es la canción 'G3 N15', una balada en la que la catalana cuenta con Cory Henry al órgano, el mismo músico que firmó una gran actuación junto a su banda The Funk Apostles en el Festival de Jazz de Vitoria hace cuatro años.
Esta conexión entre estrellas mundiales y referentes del género es una de las teclas que el periodista Nate Chinen pulsó en el libro 'Playing Changes', una panorámica del jazz contemporáneo. Algunas de las figuras actuales que mencionaba también han pasado por Mendizorroza, como Kamasi Washington o Cécile McLorin. En esa lista de artistas que atestiguan el «buen momento» del jazz se encuentran otros como el pianista Robert Glasper, quien aterriza en la capital alavesa esta semana. Otro atractivo para el que vaya asistir a un concierto de jazz y quiere sacudirse los prejuicios tiene que ver con una curiosa teoría del gran divulgador Ted Gioia. En 'Cómo escuchar jazz' distingue que este género no solo «permite la expresión personal, sino que la exige». Es decir, cuando un músico toca e improvisa confirma su personalidad a través de las notas. Si un tipo es muy seguro de sí mismo o alguien es más tranquilo, lo reflejará de algún modo sobre las tablas.
¿Por qué el jazz es un género que a muchos no les entra? La pregunta da para un largo debate. Pero una de las claves tiene que ver con la estructura de los temas. Mientras que en la mayoría de las canciones que se escuchan en la radio (pop, reggaeton, trap...) siguen la estructura estrofa-estribillo, el esquema de las grabaciones en el jazz varía. Aquí, la gran mayoría siguen un esquema llamado 'tema y variaciones': primero, los músicos tocan la melodía (el tema); segundo, improvisan sobre la armonía y algunos intérpretes hacen solos (variaciones); y tercero, los músicos retoman la melodía, repitiendo el tema por última vez. «Más del 95% del jazz que encontrará el lector en grabaciones o conciertos en directo se atiene a esta estructura», se lee en la guía orientativa de Gioia.
También suele ocurrir que en bastantes actuaciones hay una pequeña parte del público que se muestra aturdida porque no sabe cuándo aplaudir. Más allá del chascarrillo, lo aclaramos de la mano de Peyrou, que explica que esto parte de la concepción de la música africana, en la que no existe una distinción tan marcada entre los músicos y los oyentes como en Europa. «Toda la tribu hace música, canta, baila, da palmas y baila. Eso se traslada al jazz, entre otras vías, por medio de las ceremonias de la Iglesia negra hemos visto en las películas, en las que la congregación canta e interviene espontáneamente», explica. «En el jazz, se aplaude cuando termina cada tema, pero también después de la intervención de cada solista: los oyentes 'interrumpen' la música, participan así en ella. Lo que ocurre es que esa manifestación 'espontánea' se ha tipificado, se ha convertido en norma».
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