Hay artistas con una sensibilidad y una sabiduría tan singular que dejan a cualquier con ganas de alargar durante días la conversación. La actriz Núria Espert (Hospitalet, 1935) forma parte de ese club. Una de las mejores intérpretes españolas en activo pone voz esta noche, ... en el Teatro Principal, al 'Romancero gitano' de Federico García Lorca. En una puesta en escena sobria se intercalan los versos del primer gran trabajo del poeta granadino con los recuerdos de la actriz de su obra. Dirigida por otro maestro del teatro, Lluís Pasqual, esta pareja escénica logra evocar ese universo cargado de dramatismo y pasión. Cada función se presenta como una oportunidad única para el espectador. Las entradas están agotadas.
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– Esta vuelta también debe ser especial tras un parón tan sombrío…
– Sí. Es una obra para desconectar de todo eso sobre lo que hablamos y en lo que pensamos todo el día. Ofrece un poder curativo entre la gente y la prueba es que con todos los inconvenientes –como el porcentaje reducido de aforo–, la gente no falla en ningún lugar. El 'Romancero Gitano' es muy conmovedor para cada uno de los que estamos en el teatro.
– Se intercalan en la función sus recuerdos sobre los trabajos de Lorca. ¿Cuáles son tus primeros recuerdos del poeta granadino?
– La llegada de mi padre a una hora desacostumbrada, muy tarde en la noche, escondiendo un libro y pasando toda la noche despierto copiando algunos de los poemas de ese libro que estaba prohibido y había que devolver inmediatamente. Ahí mi padre copió el 'Romance de la Luna Luna' pensando que era bonito para que yo lo recitara. Yo ya apuntaba maneras y a mis padres, que les encantaba el teatro y habían hecho teatro de aficionados en el barrio, les pareció que era perfecto como podía serlo 'La princesa está triste', el verso de Ruben Darío. Les pareció un poema suave. Quizá no descubrieron todo el potencial de violencia y muerte que tiene el poema. Ni falta que hacía. Yo lo fui encontrando a lo largo de 60 años.
– ¿Sigue descubriendo algo en los poemas de Lorca?
– Y todo lo que queda por descubrir en versos. Federico ha mandado mensajes crípticos que no hemos sabido todavía desentrañar. Pero vendrán nuevas generaciones y encontrarán en él una fuente viva, donde podrán beber como si fueran los primeros que se acercan a este poeta, uno de los grandes de todos los tiempos.
– Es su novena colaboración con Lluís Pasqual. ¿Cómo ha sido el trabajo en esta ocasión?
– Ha sido preciosísimo por inesperado. Estábamos juntos y yo tenía que recibir el premio Europa en San Petersburgo. Me pedían una actuación para el día de recibirlo y estábamos hablando de hacer una interpretación y apareció el 'Romancero gitano' como imposible de parar. Cuando empezamos a trabajar en ello ya era imparable. Lo hemos reducido durante una hora porque para mí es de una extraordinaria dureza hacerlo. Pero podría haber sido un espectáculo de seis horas.
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– Dicen que usted era muy tímida. ¿Qué ocurre con los tímidos cuando suben al escenario?
– Era muy tímida y me duró mucho tiempo. De niña pequeña, con 10 o 12 años, cuando recitaba era timidísima. Esta timidez se volvió seguramente complejos cuando dejé el barrio y empecé a trabajar en el Teatre Romea de Barcelona en una compañía de adultos. Ya no era tanto timidez como una persona muy acomplejada… Así me recuerdo y así me recuerdan los que vivieron ese momento.
– ¿La timidez se controla con el paso del tiempo?
– Acabas no acordándote de que eras tímida y de que estabas acomplejada. Tienes otras preocupaciones sobre ti misma y tu oficio, un oficio cambiante que te come entera y te exige ser la prioridad de tu vida. Y eso cuesta cuando tienes otras prioridades. Hay que conseguir que tu vida privada y el teatro convivan y no se detesten y no se sacrifiquen el uno otro. A veces lo habré conseguido y otras veces no.
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– Alguna vez ha dicho que no es feliz sobre el escenario, sino cuando acaba...
– Tal cual. Actuar no me hace feliz, me da miedo. Me provoca inquietud. Y cuando termina la actuación me siento plena como si hubiera tenido trillizos.
– Uno de los ejes del 'Romancero Gitano' es la convivencia. ¿Nos sirve Lorca para reflexionar sobre la crispación que vemos a nuestro alrededor?
– Absolutamente. Habla de ello con asombro. En el poema 'Reyerta', antes de comenzarlo, Federico habla de grupos que se atacan por causas misteriosas e invaden Andalucía y toda España Esa violencia fuerte y clarísima que deja desconcertada a los que no tenemos eso dentro. Aquí tenemos ejemplos clarísimos de esa violencia. Y ahora con el coronavirus se ejerce también entre grupos a los que no les importa el mañana ni la vida de sus gentes y les parece una heroicidad formar un grupo enorme en contra de unas medidas que no son políticas, sino médicas.
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– ¿Se ha cansado de que le pregunten por la jubilación?
– Eso pasaba en el siglo pasado, cuando me preguntaban si me iba a retirar (risas). Ya a todos les parece natural que siga y me preguntan por mi próximo espectáculo. Tengo un bello proyecto a la vista del que no puedo decir todavía nada.
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