![El erotismo censurado del románico alavés](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201907/20/media/cortadas/canecillos-eroticos-kKjF-U80804464774m7F-624x385@El%20Correo.jpg)
![El erotismo censurado del románico alavés](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201907/20/media/cortadas/canecillos-eroticos-kKjF-U80804464774m7F-624x385@El%20Correo.jpg)
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Un músico tocando una viola de arco, ángeles, vírgenes y enigmáticos rostros son algunos de los adorables canecillos del románico alavés que comparten espacio con otros de aspecto más grotesco y hasta con monstruos que engullen humanos. Sin embargo, en esa peculiar variedad de imágenes ... llama la atención que las iglesias y ermitas de Álava cuenten con un modesto repertorio de figuras eróticas. Falos y vulvas de grandes proporciones, imágenes de sexo explícito, exhibicionismo o masturbación cuelgan de los templos de la provincia desde la Edad Media.
En pequeñas ermitas e iglesias y hasta en el santuario de Estíbaliz o la Basílica de Armentia. El denominado románico erótico está presente en un buen número de templos alaveses. Estíbaliz, Armentia, las iglesias de Añua, Olano, Tuesta, Ullíbarri-Arrazua y las ermitas de Ayala o de Santa María de Tobera son algunos de los ejemplos más claros. A pesar de que «hay bastantes representaciones, sobre todo exhibicionistas, digamos que Álava está en la media», afirma el historiador del Arte Gorka López de Munain, al tiempo que recuerda que en el territorio se conservan «más de 250 iglesias con restos románicos». Sin embargo, hay lugares en los que proliferan más. «Hay ciertas comunidades, como Cantabria, que tiene muchos ejemplos de este tipo y muy explícitos, o Galicia, que tiene algunas mujeres que son más características del Norte de Inglaterra», reconoce.
El soporte es siempre el mismo, la escultura. López de Munain descarta unas figuras en las conocidas pinturas de Alaiza que son de «dudosa interpretación» y asegura que estas tallas en piedra «casi siempre son canecillos». Las pocas excepciones se dan en Armentia, donde hay un capitel y el denominado Pilar de la lujuria», ahora en Madrid, detalla este experto, miembro del proyecto Álava Medieval.
En un vistazo somero a los canecillos y capiteles del románico alavés contrasta el buen estado de conservación de algunos de ellos con el deterioro aparente de estas imágenes más pícaras o lujuriosas. La clave está «en la mirada». «A partir del siglo XIX y XX tenemos una mirada más puritana que la que regía en la Edad Media. Las escenas de coitos, como la de la iglesia de Tuesta, es probable que haya sido destruida en nuestra época más que en épocas pasadas», explica. Por ello, «es posible que una moralidad más férrea y condenatoria con respecto a la sexualidad» haya causado la pérdida de alguna pieza de este tipo.
«Hay muchos casos en los que los exhibicionistas parecen estar picados, figuras con las piernas abiertas que están estropeadas y sin sus genitales». Es el caso del exhibicionista de Ullibarri-Arrazua o del personaje «con un pene enorme, que está roto», en la iglesia de Añua (Elburgo). Eso se confirma en «muchos manuscritos», en los que «bien gente del pueblo o religiosos» acaban estropeando estas imágenes «a pedradas».
«Estas imágenes que ahora nos llaman tanto la atención hasta el siglo XIX prácticamente llegaron intactas. Se han estropeado más recientemente. Incluso se realizaron restauraciones en las que destruyeron» o se taparon. Es el caso del falo de la iglesia de Olano (Zigoitia), que permaneció oculto por un pórtico durante siglos, hasta su hallazgo en la última restauración del templo.
Siglo XII. La mayor parte de estas esculturas románicas se realizaron en el siglo XII y en los inicios del XIII.
Siglo XVIII. Restauración de Armentia. Se desmonta el Pilar de la Lujuria.
Siglos XIX y XX. Una moralidad más férrea en cuanto a la sexualidad ocasionó la destrucción parcial de muchas de ellas. «Es posible que alguna se perdiera para siempre».
Este historiador, autor del artículo 'Miradas Reprimidas, el capitel de la vulva de Armentia', indica que «nuestra mirada es distinta a la que había de la Edad Media. La denominación románico erótico es una denominación reciente. A los exhibicionistas les asignamos una connotación erótica, pero a lo mejor en el Medievo tenían un significado distinto, como elementos protectores o con un sentido apotropaico -mágico-», desliza. En este sentido, indica que nuestra propia mirada «condiciona» estas esculturas. «Nos sorprenden porque asociamos las iglesias a ámbitos religiosos con una moralidad férrea y de repente nos encontramos con personajes mostrando sus genitales de forma explícita».
López de Munain destaca que «hay muchas teorías y errores» acerca del propósito con el que fueron tallados estas escenas. Uno de los errores es «clasificar de eróticas esculturas muy diferentes», como la escena de un parto por el hecho de que sale una figura desnuda. «No es románico erótico», dirime. Y considera oportuno «agruparlos en temáticas de naturaleza distinta. Hay veces que son tratados con humor y en otras ocasiones los rasgos están satirizados o con connotaciones negativas. No siempre significa lo mismo».
Dos mujeres «insinuantes» se levantan las faldas y muestran las piernas. Se encuentra en la portada del templo.
Representación medieval de una vulva.
Canecillo de la iglesia de Olano. En la última restauración se encontró la representación de un falo que había estado oculto por un pórtico
Sobre los significados «no hay un consenso». Las interpretaciones varían mucho, y van desde «las que englobaban en imágenes lujuriosas, pecaminosas con un sentido condenatorio o las actuales que tienden a mirarlas de forma distinta, matizando un poco todo. Hay quien considera que los falos y vaginas que aparecen de manera aislada tienen un valor protector, porque en la Edad Media eran imágenes protectoras». Y recuerda que en la Antigüedad ponían símbolos fálicos en las entradas de las ciudades y en la cultura romana «era muy frecuente llevarlos colgados como amuletos. Tenían más un sentido protector, pero cada caso tiene sus particularidades».
En las iglesias alavesas también hay escenas sexuales, con posturas de todo tipo. Por ello, el experto aconseja ponerse en situación, en plena Edad Media. «Algunas versiones las interpretan en clave de reconquista y de repoblación de determinadas zonas y consideran que animaría de alguna manera a la reproducción. No siempre tienen un sentido negativo ni lujurioso. Si fuera condenatorio sería poco inteligente», reflexiona. Otros ejemplos, como el capitel de la vulva en primer plano junto a unas mujeres embarazadas, quizá tiene «un sentido más de fertilidad».
Una de las piezas enmarcadas en este estilo es el denominado Pilar de la lujuria que perteneció a la iglesia de San Andrés de Armentia, hoy conocida como de San Prudencio, pero que en la actualidad se encuentra en Madrid, en el Museo Arqueológico Nacional. Este elemento arquitectónico cuenta con una decoración muy particular. Sobre el fuste de una de las columnas se representan tres figuras: un contorsionista que asoma la cabeza entre las piernas, una mujer amamantando tres sapos (representación tradicional del vicio de la lujuria ) y un personaje agachado, con la cabeza a la altura del vientre, que sostiene sobre sus hombros a los dos anteriores. En la columna opuesta, dos figuras humanas con cabezas de león y de perro respectivamente aluden a los vicios del ser humano. Tienen una finalidad moralizante para adoctrinar a los fieles acerca de las consecuencias nocivas del vicio mediante su representación grotesca o monstruosa. El uso arquitectónico primitivo de este pilar del siglo XII no es claro, aunque algunas interpretaciones apuntan a que pudo ser el parteluz de una puerta monumental.
Unas «agresivas obras de restauración» en el maltrecho templo alavés en 1776 ocasionaron, entre otras mutaciones, la desaparición de la portada primitiva por la que se accedía a la iglesia y el desmantelamiento de sus piezas escultóricas. Algunos restos de la vieja portada se hallan en la actualidad diseminados por el pórtico. Sin un lugar para el Pilar de la L=ujuria en ese nuevo espacio, la pieza, que mide más de dos metros de altura, acabó primero en Zurbano y después en los jardines del Museo de Bellas Artes de Álava. Tras algunos «avatares largos de explicar y el desinterés de las instituciones alavesas se vendió» al Museo Arqueológico Nacional, donde se expone como una «pieza destacada de la colección», explica López de Munain.
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