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El 21 de junio de 1813, algunas de las obras maestras de la pintura universal viajaban en carreta por la Llanada alavesa camino de la ... frontera con Francia. El destino de cuadros de Velázquez, Rafael, Tiziano, Correggio, Murillo, Rubens, Van Eyck, Ribera, Juan de Flandes, Teniers, Brueghel o Claudio Coello se jugó dramáticamente, a tiros y sablazos, en medio del caos, entre Santa Lucía y Matauco. Si se exponen aquel día, estaríamos ante uno de los mejores museos del mundo.
Lo que Benito Pérez Galdós inmortalizó en su episodio nacional 'El equipaje del rey José', era nada más y nada menos que uno de los mayores botines que un ejército invasor rapiñara jamás de un país ocupado. En su huída, los ocupantes echaron mano a cualqueir objeto valioso que se encontrasen en el camino. No pudiendo conquistar la Península, se la llevaron en arcones, se decía.
Sin embargo, la mayor parte de aquella gran riqueza acabó en Francia y en Inglaterra. Dos convoyes que sumaban 4.300 carruajes salieron entre la madrugada del día 19 y la mañana del 21, antes del comienzo de la gran batalla. Con una escolta de 5.000 soldados pudieron alcanzar la frontera. Solamente en estas caravanas se llevaban los galos unos 300 lienzos muy bien escogidos. Además, había lujosos muebles ligeros, orfebrería, libros preciosos, piezas importantes, tapices, joyas, ropa y dinero.
Bloqueado durante la batalla el camino real a Francia en Gamarra Menor otro gran convoy quedó varado sobre las tierras pantanosas de Salburua al querer huir por el camino de Pamplona. Eran 3.000 vehículos, pertenecientes a los afrancesados, a la impedimenta de los tres ejércitos franceses (Andalucía, Centro y Portugal), además de la artillería de reserva. Se hablaba de 100 millones de dólares de 2006 solo en oro, plata y objetos de arte.
Pues bien algunos de aquellos cuadros siguen siendo noticia doscientos años después. Ocurrió con una 'Danae' de Tiziano, que en 2014 pasó de valer un millón a 50 millones de euros tras la restauración realizada por técnicos españoles del Museo del Prado. Una supuesta copia en mal estado se convirtió en obra original del maestro italiano. Ese cuadro había sido rescatado por los ingleses dentro de los furgones del séquito de José I. Pero Fernando VII, en una de las decisiones más incomprensibles de jefe de estado alguno, se lo regaló todo al Duque de Wellington en agradecimiento por su contribución a la derrota de Napoleón. Fueron más de 300, 165 de ellas verdaderas obras maestras. Pero solamente 83 cuelgan del actual Museo Wellington de Apsley House, en Londres
También en 2014 apareció en una buhardilla de Toulouse (Francia) un gran cuadro de 'Judith y Holofernes', atribuido a Caravaggio, propiedad de los descendientes de un oficial francés que luchó con Napoleón en España. De nuevo, algo escondido y desaparecido durante la Batalla de Vitoria, reaparece como por arte de magia 200 años después.
Una investigación del año 2015 reveló cómo una de las obras más geniales del maestro Jan Van Eyck, 'Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa', perteneciente a las colecciones reales españolas había reaparecido en Londres en 1816 en manos de un coronel, James Hay, que había participado en la Batalla de Vitoria.
Pero no es el único eco que dejó aquel histórico convoy desparramado a las puertas de Vitoria. Una pregunta con respuestas dispares flota desde entonces. ¿Se enriquecieron los vecinos de Vitoria gracias a aquel botín increíble?
Son muchos los autores que defienden que sí, empezando por Pérez Galdós con su célebre párrafo: «En lo de meter mano a los cofres del dinero, a los bolsones de cuero y a las cajas de guerra que contenían los inmensos caudales, distinguíanse principalmente los aldeanos de los alrededores de Vitoria». Grandes historiadores apuntalaron con otros testimonios el argumento.
Un pleito judicial entre dos mujeres, Modesta Gavilán y Micaela Zurriarain, parece dar credibilidad a la idea de que los vecinos también se apropiaron de algunas riquezas, según ha investigado José Antonio Sainz Varela.
Ladislao Velasco, sin embargo, dejó claro que «los vecinos de Vitoria o aldeas próximas solo pudieron recoger las migajas que quedaron de aquel babilónico festín de despojos. A nadie se le conoció un cambio de posición o de fortuna debido a ese día», afirma el cronista.
Dos notas. Miguel Gutiérrez Garitano se refiere en su libro 'Vilcabamba, el reino escondido' a la odisea de uno de los mejores libros sobre la conquista de América: 'Historia general del Perú', de fray Martín de Murúa. Su manuscrito había acabado en la librería Real de Madrid. Y José I se lo llevaba en su carroza. Wellington lo trasladó a Londres hasta que en 1950, el Duque de Alba lo rescató.
Entre numerosas y ricas leyendas que dejó en la memoria colectiva aquel botín, que da para varias películas, está la de Monsieur Ducasse. Este ex soldado francés volvió 34 años después de la batalla en busca de una parte del botín, que según defendía había escondido cerca de la calle Prado. Contó con el apoyo de las autoridades pero el tesoro nunca apareció.
Parece claro que todos metieron mano a aquel grandioso equipaje. Unos más que otros, como resulta evidente. Pero su eco y su sombra llegan hasta nuestros días.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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