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Dice Juan Manuel de Prada (Barakaldo, 1970) que es mejor escritor ahora que cuando empezó. «No porque yo haya mejorado, sino porque la vida me ... ha mejorado. La vida nos brinda sabiduría», cuenta el autor, que hoy presenta en el Aula de Cultura de EL CORREO su última novela 'Lucía en la noche' (Espasa), la historia de una pasión e intriga con el terrorismo islámico y las injerencias internacionales como telón de fondo. Será a las 20.00 horas en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa, en La Florida.
– 'Vértigo' aparece en las primeras páginas de la novela. ¿Qué tiene en común con la película de Hitchcock?
– Digamos que los temas centrales. El misterio surge también de una mujer que esconde su pasado y se envuelve de misterio para no contar su verdad. Y el motor de la acción es la obsesión amorosa del protagonista masculino que le lleva a investigar sobre la verdad del personaje.
– Es una intriga donde el amor es clave. Hay quien cuestiona hoy en día que el amor romántico sirve a la discriminación entre hombres y mujeres….
–El término amor romántico no me gusta porque exactamente no sabemos de lo que hablamos. El amor es el motor de nuestra vida, es lo que nos completa y lo que da sentido a nuestra existencia en la tierra. Si amor romántico llamamos al que surge de un hombre a una mujer es el elemento fundador de nuestra civilización y gracias a eso nosotros estamos aquí y detrás de nosotros habrá otros. El día que dejase de haber este amor dejaríamos de ser humanos. Entonces no habría ni feminismo ni machismo ni patriarcado ni matriarcado. Nada. Todo se iría a tomar por saco y el mundo estallaría y acabaría hecho pedazos.
– ¿Qué le pareció la adaptación al cine de 'La tempestad'?
–Aquella adaptación fue muy mala.
– El personaje Alejandro Ballesteros ya aparecía en ella. Igual que en 'Mirlo blanco, cisne negro'.
– Es un personaje recurrente que me permite meter un poco a Juan Manuel de Prada en la historia…
– Sin acercarse a la autoficción.
– No, no. Sí es verdad que es un personaje sobre el que proyecto mis obsesiones. Pero la autoficción es otra cosa. Es un ejercicio petulante según el cual el escritor piensa que su propia vida es interesantísima.
– ¿A qué cree que obedece el llamado 'boom' de la autoficción?
– Al 'yoísmo' me atrevería a decir. Nuestra época desgraciadamente es muy 'yoísta' donde todos los reclamos que nos lanzan tienen que ver con ensalzar nuestra individualidad y hacernos creer que somos especiales. La publicidad nos machaca siempre por ese flanco.
– La novela advierte de lo peligroso que es simplificar ideas…
– Sí, sobre todo en esta época en la que se nos ofrecen visiones esquemáticas de fenómenos complejos. La gente los acepta porque les abruma subvertirse en esa zona de brumas y grises.
– Cada cierto tiempo hay una polémica sobre su figura. La última fue por afirmar en una entrevista que Cataluña es una nación.
–Como siempre ocurre, es porque hay alguien a quien le interesan esas simplificaciones. Cuando me preguntaron por qué considero Cataluña una nación, lo expliqué. Si le damos el sentido originario propio del pensamiento tradicional donde una nación es un pueblo con una lengua propia, costumbres propias, instituciones propias... Pues indudablemente es una nación. Si a la palabra nación le damos el sentido que le da el liberarismo, evidentemente habría que decir que no es una nación. Lo expliqué y hubo gente malvada que lo utilizó contra mí.
–¿No cae bien a la derecha liberal?
– Siempre he generado mucho odio en el sector que llamo facha-liberal. ¿Por qué? Creo que mi lectura de la realidad se dirige a un lector católico en un sentido amplio de la palabra. Y esta gente siempre ha pescado en ámbitos católicos. Mi visión antiliberal y antifacha les ha causado gran desazón.
–Hay una escultura en Vitoria que apodan 'el coño'. ¿La conoce?
–Me temo que es posterior al libro 'Coños' (1995)…
– De tres años antes que 'Coños'.
– No sabía. Me enteré después. El libro causó mucha sorpresa y mucho escándalo. No era pornográfico, sino surrealista con un gran despliegue metafórico.
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