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El actor Nacho Fresneda (1971, Valencia), conocido por su papel en 'El Ministerio del Tiempo', ha perdido la cuenta de las veces que le han preguntado a qué época le gustaría viajar. Suele dar dos respuestas dependiendo dn el momento. «La que va más ... en serio es a los años 30 y hacerme la gira con García Lorca y La Barraca. Por conocer a ese personaje que me hace sentirme orgulloso de este país», cuenta. La otra sería 'colocar' a Alonso de Entrerríos en el festival de Woodstock en 1969. «Con las pintas de las dos primeras temporadas pasaría desapercibido. El otro día escuchaba a Frank Zappa y vi que se daba un aire», cuenta risueño el intérprete que viaje este sábado a Vitoria para representar 'Dribbing' en el Teatro Principal, una función con un papel mucho más oscuro. En el montaje da vida al representante de un futbolista, interpretado por Álvaro Rico, que cuando va a firmar un contrato millonario aparece en los medios al ser denunciado por violación.
– Trata temas como el poder, la fama y el machismo.
– Sí, parece que hablamos de fútbol, pero va más allá. Hablamos de fútbol como reflejo de la sociedad en el que se magnifica el éxito en cuanto ganas, pero sobre todo hablamos de relaciones personales y de respeto.
– Hace tan solo una semana se confirmó una condena por violación a Robinho, un conocido futbolista. Desgraciadamente parece que no ha faltado una base real.
– Cuando un dramaturgo decide escribir sobre un tema, los ejemplos sobran y tenemos que acudir a esa frase tan manida de que la realidad supera la ficción. Los futbolistas son los nuevos referentes, como lo podían ser los gladiadores o los artistas de Hollywood. Vemos lo vacío que está ese mundo –con gente muy dotada que genera y recibe una cantidad desproporcionada de dinero– y cómo esas diferencias generan problemas en la sociedad.
– Este montaje al igual que otros como 'Jauria' o 'Españolas, Franco ha muerte' parece ligarse al movimiento feminista.
– Evidentemente, vivimos en esta sociedad, la obra está escrita por Ignasi Vidal y protagonizada por Álvaro Rico y por mí. Y los tres tenemos claros que una sociedad feminista es más justa. La obra quiere poner el foco en una cosa muy clara: el 'no es no'. Un 'no es un no' y eso hay que respetarlo. Parece una cosa muy básica, pero que todavía hay que explicar. Parece incluso que los políticos arriman el ascua a sus intereses con este tema y olvidan que se trata de una cuestión de respeto y de aceptar a la otra persona.
– En más de ocasión ha dicho que no es un actor de método, que cada uno tiene su propio método. Se aleja de esa visión romántica con la que se ve la profesión en ocasiones...
– El romanticismo lo llevo por otro lado. Respeto todas las técnicas, todos los métodos. Es verdad que hay gente que necesita aislarse y gente que necesita estar abierto. Vengo de estrenar 'Marat-Sade' y cuando el telón estaba corrido estábamos con tonterías. Tenía un maestro que me decía «si piensas no existes» y por eso prefiero vivir la situación y jugármela en cuanto se levante el telón. Muchas veces se pone el foco en el actor occidental en cómo lo siente y lo vive. Al final el que tiene que sentir es el público. A mí me gusta el juego, la imaginación y lo otro son disquisiciones intelectuales. Los ingleses lo llaman 'play', los franceses 'jouer' y jugamos a hacer teatro, como niños que juegan a algo en serio.
– ¿Como la tensión del teatro no hay nada?
– Siempre he tenido la suerte de hacer teatro desde joven y con grandes directores. Y disfrutaba tanto con Lluís Pasqual como haciendo un culebrón en TV3. En el teatro juega más la poética y la ilusión. Mientras que en el cine y la televisión un atardecer no te lo puedes imaginar. Pienso en 'Antidisturbios', en una escena en la que salían 300 figurantes tirándonos vallas. No hace falta que lo imagines, lo vives.
– ¿No puede elegir?
– Todo es parte de lo mismo. La magia aparece en los dos y es mágico rodar una secuencia y repetirla como si se parase el tiempo. Y lo mismo ocurre con una función va a acabar en dos horas. Disfruto de ambos, del doblaje cuando me llaman o de recitar poesía.
– No tiene redes sociales, a pesar de que cuentan cada vez más en lo que rodea al mundo actoral.
– Por suerte, mi agencia con la que llevo 30 años le encanta que no tenga. Somos analógicos y no me enganché al Tuenti ni al Facebook ni a nada de eso. El personaje de Alonso de Entrerríos ('El Ministerio del Tiempo') dice qué manía con compartirlo en el siglo XXI. Esta mañana hemos vacunado a mis padres y en todo caso le mando la foto a mi entorno cercano porque estoy feliz de ello. Lo demás es un exhibicionismo barato. A mí no me interesan, lo respeto todo, pero eso no me funciona. E igual es una putada para la gente joven porque si tienen en cuenta los seguidores, igual acabamos perdiendo talento a cambio de seguidores.
– Es curioso que se apropie de frases de personajes.
– Se resume así. No hace falta pedirle permiso al guionista Javier Olivares. ¿Qué es eso de perderse un concierto por estar grabando con un móvil? Nos creemos únicos y es un apartado que tenemos todos.
– ¿Cómo están siendo las funciones durante la pandemia?
– Muy emocionantes. Te acostumbras a trabajar en la incertidumbre y a conformarte en que las cosas sean como son por el momento sabiendo que compañeros como los músicos lo están pasando peor.
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