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Un 28 de febrero de hace ya 5 años se diagnosticó el primer caso de Covid en el Hospital Universitario de Álava. Yo era por aquel entonces su Director Médico. Recuerdo que unas semanas antes convalecía en casa a causa de una fractura de tobillo y, ante los avisos de la llegada del virus, me incorporé al trabajo andando todavía con muletas.
Lo que sucedió a partir de ahí fue como un tsunami, una ola gigantesca que nos pasó por encima. Estábamos razonablemente preparados para la llegada de una gripe compleja y complicada pero no para aquello.
Desde aquel día, todo fue como la guerra. La búsqueda masiva de mascarillas y EPI (equipos de protección individual), la habilitación de espacios e infraestructuras, la ampliación de las unidades de cuidados intensivos, la adaptación de los laboratorios, formación de equipos de seguimiento y rastreo, la reorganización de todos los profesionales, el apoyo domiciliario y a residencias, la coordinación diaria con los restantes centros de Osakidetza, la puesta en marcha de centros de vacunación masiva… En fin, dos años de locura en los que afrontamos, creo recordar, seis oleadas consecutivas.
Caí enfermo en la primera. Una neumonía bilateral grave y una hermosa trombosis casi me llevan al otro barrio. Mes y medio ingresado. Las lágrimas me caían al salir en taxi hacia mi casa. La amable taxista me preguntó por qué estaba llorando y le respondí que pensaba que no salía vivo de allí.
Recuerdo que escribí un diario en aquellos días de soledad y miedos, porque pensé que no muchas personas estaban viviendo lo que yo, estar al frente de la lucha y también sufriendo la enfermedad desde el otro lado de la barrera. Un diario que no he vuelto a leer desde entonces.
Recuerdo con emoción la llegada de las primeras vacunas, el principio del fin de aquella pesadilla.
Pero lo que más recuerdo y más emoción me causa es el comportamiento de todos los profesionales sanitarios y no sanitarios de Osakidetza, su compromiso y dedicación fue absolutamente ejemplar.
Y mi agradecimiento a todas aquellas personas que me atendieron en la enfermedad, por su profesionalidad, gentileza y apoyo constante en aquellos días difíciles. Amor eterno
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