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Después de la familia, están los pediatras, los médicos de cabecera y las enfermeras. En pocas personas confíamos más. Son los guardianes de nuestra salud física y mental y sin embargo son ellos los que empiezan a sufrir el síndrome Burnout (Quemado). Algo ocurre desde ... hace años en las consultas de los 15 centros de salud de Vitoria que trae de cabeza a los sanitarios, al personal administrativo que gestiona sus agendas y a los pacientes que les arrojan su malhumor. Faltan médicos de familia y pediatras. Osakidetza no encuentra sustitutos para sus vacaciones o bajas y esto supone meter un balón de plomo en sus ya cargadas mochilas . El cierre del PAC de San Martín, los recortes de horarios de los centros de salud durante el verano, citas que se dan con seis días de demora en el Casco Viejo, la derivación de niños de Sansomendi, Abetxuko o La Habana a Lakuabizkarra, revisiones aplazadas...
EL CORREO ha pedido a médicos de familia, pediatras, enfermeras, administrativos y delegados sindicales de ELA y CC OO que expliquen qué ocurre. El panorama es preocupante, la Atención Primaria alavesa, como la del resto de Euskadi, tiene una enfermedad crónica. Aseguran que aún así la calidad asistencial es buena y que las urgencias de los pacientes son vistas en el día, «pero a costa de nuestra vida personal», dice una facultativa que forma parte de la plataforma Lehen Arreta Arnasberritzen, el colectivo que ha convocado tres huelgas este año, las primeras en el sector.
En la Atención Primaria alavesa trabajan 2.000 personas. Más de la mitad se encargan de que los 15 centros de salud de Vitoria abran la persiana cada día de ocho de la mañana a ocho de la tarde y de que funcione los 365 días del año el punto de atención continuada de Olaguíbel, el único tras el cierre del de San Martín. Cada médico debería tener un cupo máximo de 1.500 pacientes y los pediatras, de 900. Cuentan con una enfermera para cada dos especialistas. Con tiempo deberían atender a una máxima de 35 personas al día, es la línea roja, pero alargan jornada y a veces llegan a las 50. En centros como San Martín una especialista vio el pasado año a 60 en uno de esos días críticos en los que se juntan las vacaciones de Navidad con el pico de la gripe. Y además, acuden a los domicilios de los pacientes más frágiles.
Entre todos superan los dos millones de consultas al año, según la memoria de 2018 de la OSI Araba, organización a la que pertenecen y que integra también los dos hospitales de Vitoria y que según quienes han participado en la elaboración de este reportaje «ha fagocitado» la Atención Primaria para someterla a un «hospitalcentrismo».
A diario hay bajas de profesionales, «cada vez más» debido también al envejecimiento de las plantillas, pero apenas existe bolsa de trabajo de la que tirar. Los diferentes medios consultados dicen que a los médicos y pediatras disponibles se les ofrecen puestos «precarios». Y no por los sueldos, sino por la inestabilidad. Contratos de días, por horas, cambios constantes de centro. «Uno de los residentes llegó a cubrir las bajas de diez médicos en tres meses», detalla una especialista. ¿Cómo iba a poder conocer a los pacientes? Las jornadas reducidas tampoco se cubren y esos profesionales en sus horas de trabajo acaban viendo a más pacientes de los que deberían. «Lo de la conciliación es un mito. Esa sobrecarga de trabajo también es un riesgo para el paciente», asegura una afectada.
Los veteranos acompañan durante cuatro años a los MIR de familia, una de las generaciones mejor formadas de los últimos años, y ven con impotencia cómo se van a la medicina privada, a otras comunidades e incluso al extranjero. «La presión asistencial es endemoniada y los residentes que se forman aquí no se quedan», agrega una trabajadora del área de administración. A ella le toca lidiar con los pacientes enfadados por no tener cita en el día, por los retrasos y por los constantes cambios de médico. No les extraña que en sólo diez años la contratación de seguros sanitarios privados en Álava haya aumentado. Disponen de ellos 49.474 personas, 10.000 más, el 15,2% de la población.
Los sindicatos llevan años alertando de los riesgos de la desinversión en la Atención Primaria. El aumento de plazas MIR para especializarse en Medicina de Familia y Pediatría no resolverá el problema a corto plazo. «Es insuficiente», sostienen. Se van a asignar en breve 126 plazas para toda Euskadi de la última OPE y otras 215 se sacarán el año que viene. Con más de 135 centros de salud abiertos en toda la comunidad autónoma, ¿cuántas van a ser para Vitoria?, se preguntan.
Susana Martín, coordinadora de Estrategia de Atención Primaria de Osakidetza, asegura que su departamento intenta en todo momento dar respuesta a la demanda. «Hacen falta profesionales, pero no es un problema sólo de Euskadi o del Estado, es también europeo». «No existe una sustitución de las bajas al 100%», admite. Cita las estrategias del trabajo por equipos, la autoconcertación (los profesionales aceptan trabajar fuera de su horario previa compensación) y de las 30 acciones desplegadas de un plan de 35 que contempla la desburocratización de tareas, reducir los cupos a los médicos que tienen más población de crónicos o pluripatológicos, el desarrollo de las competencias de enfermería o el relevo generacional. Lo más inmediato es la contratación de tres médicos este año para reforzar plantillas en Gazalbide, Zaramaga y Olárizu y tres más en 2020 sin destino aún.
En un intento de descongestionar las consultas médicas, las enfermeras se encargan de ver procesos leves. Después de siete años de formación especializada en medicina comunitaria están más que cualificadas para ver cuadros de dolor de garganta, fiebre, vómitos o dermatitis del pañal, sostiene una portavoz del sindicato Satse. El problema es el cupo. Hay una enfermera por cada dos médicos. «Si hay que hacer una cura eso nos puede llevar más de una hora», sostiene. «No son iguales los centros de salud de barrios donde el poder adquisitivo es mayor como Gazalbide y esos mayores tienen cuidadores que otros como Salburua». Y lamentan cómo se organiza la agenda de traslados a domicilio sin tocar desde los años en que Vitoria no tenía barrios nuevos. «No se pueden pautar nuestras agendas con criterios de médicos».
No hay tiempo. Es un mantra. Y todo empeora en momentos de 'crisis'. Por ejemplo, en Salburua llegan las bronquiolitis, las grastroenteritis y la gripe en niños. No se van a hacer revisiones a los mayores de dos años hasta después de Reyes. Si los pediatras de Sansomendi, Abetxuko o La Habana tienen que coger la baja, a esos niños se les derivará de nuevo a Lakuabizkarra o Lakuarriaga. En el Casco Viejo siguen buscando espacio para un nuevo centro de salud. Allí hay más población inmigrante, al igual que en Aranbizkarra I y en Salburua y Zabalgana. En Gazalbide, Olaguíbel, Zaramaga, Casco Viejo y Olárizu asumen más pacientes mayores y pluripatológicos que el resto. Los pediatras han pedido sin éxito concentrar todas las consultas de Vitoria en seis ambulatorios y el Sindicato Médico reclama rebajar el cupo de pacientes a partir de 14 años a 1.200 y nuevas fórmulas de contratación que hagan que cubrir las bajas sea más atractivo.
159 plazas de médicos de familia y 39,5 de pediatras hay distribuidas en los 15 centros de salud de la capital alavesa.
Los cupos. Los médicos de cabecera con más pacientes a su cargo son los 14 de Lakuabizkarra, con 1.934 cartillas asignadas por consulta; les siguen los 10 de Zabalgana, con 1.536 y los 20 de San Martín, con 1.542. El resto no llega a las 1.500 tarjetas sanitarias. Los tres de Abetxuko son los que menos cartillas tienen, con 1.158. Salud defiende que apenas hay pacientes crónicos en los barrios más jóvenes, lo que reduce su carga asistencial.
Pediatras con más de mil. Las consultas de pediatría con más cartillas asignadas de menores de 14 años son las de Sansomendi (1.148), La Habana (1.126), Aranbizkarra (1.119), Olaguíbel (1.038) y Olárizu (1.006).
Medidas inmediatas. Osakidetza reforzará con un medico de familia más este año Gazalbide, Zaramaga y Olárizu. Estudia reducir los cupos de quienes tienen más pacientes crónicos.
Barrio Viejo o Barrio Nuevo: dos realidades asistenciales
Son las once de la mañana y una de las administrativas del área de atención al paciente ya no sabe cómo explicar a su interlocutor lo que debe hacer para hacerse con una tarjeta sanitaria. Hasta mímica emplea. El chico, muy joven, no entiende el castellano. Acaba de llegar a vivir al barrio. La cola para pedir citas aumenta. Ha empezado la campaña de vacunación de la gripe y los más mayores no quieren esperar. La vuelta al cole fue movida para los médicos y pacientes del Casco Viejo. En septiembre, la mitad de la plantilla disfrutaba de sus vacaciones de verano y, como no tuvieron sustitutos, a los que quedaban en sus consultas se les duplicó la carga laboral. Atendieron lo no demorable y las revisiones o consultas sucesivas se aplazaron una semana. La pasada semana todo parecía ya haber vuelto a la normalidad en un centro con tres pisos acuciado por problemas de humedad y malos olores. «¿Y cuándo dice que nos van a hacer el nuevo ambulatorio?», preguntaba una mujer. Osakidetza y el Ayuntamiento aún buscan alternativas en la zona. No será de nueva construcción.
La misma hora y un panorama diferente. El único paciente que peina canas se ha hecho un esguince y por eso sale del médico. La mayoría quienes entran y salen son padres con niños muy pequeños. Una conocida acaba de salir con su pequeña del pediatra. «Están a tope con las bronquiolitis y aún no ha llegado la gripe», indica. Poco después llega a la zona de admisión una pareja con un bebé de meses. Tienen que pedir hora para que el pediatra y la enfermera vigilen si su peso y su talla van bien. Si llega a tener más de dos años, no tendría cita enseguida. Las revisiones de niño sano de los cuatro, seis, diez y 14 años se han retrasado hasta que pasen las navidades. Es para dejar hueco ante urgencias propias de la llegada del invierno, que en los niños supone muchas consultas por cuadros respiratorios, fiebres, vómitos, diarreas... Los niños y la gestión de las altas y bajas laborales de sus padres son de esas cuestiones que se consideran no demorables en Salburua. El centro, diseñado a todo lujo para 30.000 pacientes, aún no está al 100%, ya que el barrio tiene 19.000 habitantes.
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