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La gloria. Los flashes. Las loas de los suplementos literarios. Las entrevistas en esos espacios vedados del 'prime time', sólo reservados a las 'celebrities'. El Premio Planeta, el más mediático de las letras españolas, es la llave que abre la puerta a todo ese mundo. ... Hay quien escribe sólo para poder franquear ese portón. Para otros, escribir es más, mucho más que todo eso. Ahí está la alavesa Eva García Sáenz de Urturi, un fenómeno literario con la trilogía de 'La ciudad blanca' camino de reeditarse con la laureada 'Aquitania'. Como buena optometrista, el éxito no logra nublarle la vista.
– En marzo estaba inmersa en el proceso final de la novela. Vivió un doble confinamiento: el de escritora y el general. ¿Cómo vivió la situación?
– Me había impuesto como fecha de fin de escritura el 30 de abril de 2020 y el confinamiento me sorprendió con los últimos capítulos de la novela, que siempre son los emocionalmente más intensos por lo que tiene de clímax y de resolución de la trama. Sabía que debía mantenerme centrada en la escritura para no variar el tono. Tuve que hacer un esfuerzo para que la realidad no permeara en el libro. Después, cuando lo terminé, ya pude permitirme aceptar que el mundo había cambiado y que vivíamos en una realidad distópica.
– Durante ese encierro, muchísimos lectores encontraron en sus libros una evasión del miedo, de la soledad. Esto es algo precioso. Pero, a la vez, ¿no supone una responsabilidad tremenda?
– No creo que sea una responsabilidad. Siempre digo que la literatura es un valor refugio...
– ¡Como el oro!
– Sí, es que es el oro cultural, porque el ser humano siempre vuelve a las novelas cuando los desastres naturales, las guerras o las plagas nos azotan. Ha sucedido siempre, y el lema de los duques de Aquitania en la novela, las tres eses: «Sólo Sé Seguir» son muy 'ad hoc' con estos tiempos que estamos viviendo. Muchos lectores me escriben o me paran por la calle para agradecerme que mis novelas le están sirviendo como evasión ahora mismo, desde La saga de los longevos, hasta la trilogía de la Ciudad Blanca y durante estas dos últimas semanas está sucediendo con Aquitania.
– Cuenta que comenzó a escribir a los 14 años.
– Fue por un cura de San Viator. Bittor, mi profesor de Lengua, nos puso un ejercicio que consistía en escribir un diario en un cuaderno que teníamos que entregar a final de curso. Pronto vi que escribía cinco o diez páginas cada día y cuando acabó el curso no tenía un cuaderno: tenía nueve. Había escrito muchísimo porque me venía muy bien pensar en papel, me acostumbré a razonarlo todo, a describir la realidad y ahí fue cuando empecé a forjar el músculo de la escritura. Por eso me gusta escribir mis personajes en primera persona porque, desde entonces, es la voz narrativa a la que estoy acostumbrada.
– ¿Se reconoce en esos cuadernos, en esa Eva adolescente?
– La verdad es que los guardo todos en una caja fuerte y no suelo revisarlos. Porque hace ya… ¡34 años, madre mía! Si algún día los abro, podré hacer ese ejercicio que no he hecho hasta ahora.
– Se marchó muy pronto de Vitoria, a los 15...
– Sí, pero después volví. De los 21 a los 27 estuve trabajando en Óptica Alavesa unos siete años, en Los Herrán y la Avenida Gasteiz.
raíces
– ¿Recuerda qué libro estaba leyendo en ese viaje Vitoria-Alicante?
– Puede que 'La Iguana', de Vázquez Figueroa. Recuerdo que en aquella época tenía mi etapa con ese autor, también con 'Rayuela' de Cortázar y 'El Aleph', de Borges.
– Y, como óptica, ¿cuántas dioptrías tenemos ante esta realidad tan compleja a la que nos enfrentamos? ¿Con qué qué tipo de lente la mira usted?
– Ahora mismo elijo ver el futuro próximo con cierto optimismo gracias a las noticias de varias posibles vacunas. Prefiero ver que hay luz y que tarde o temprano esto formará parte de un pasado común, pero en todo caso, de un pasado superado.
– ¿Qué huella dejará esta pandemia en la producción literaria más próxima?
– Tengo la sensación de que, cuando salgamos, no vamos a querer que nos hablen de mascarillas, ni de geles hidroalcohólicos. Creo que vamos a tener esa sensación de 'damnatio memoriae', de querer olvidar lo inmediato, seguir adelante y recuperar la vida que teníamos. Esa necesidad de una literatura revisionista llegará después. La más inteligente se escribiré cuando pase el tiempo, incluso décadas, cuando seamos capaces de contar hasta qué punto todo esto nos ha removido de verdad.
– ¿Hasta qué punto imprime carácter venir de la Montaña, de Villaverde?
– En la Cuadrilla de la Montaña Alavesa están mis raíces. Allí tengo a tres de mis abuelos y a mi padre enterrados. Por eso quise hacerle el homenaje que merecía en la ficción de los tres libros de la trilogía de la Ciudad Blanca, en los que esos escenarios y la idiosincrasia de la tierra están muy presentes.
– Cuando regresa a Vitoria, ¿cómo percibe la ciudad? ¿qué vínculo mantiene con ella?
– Regreso siempre que las circunstancias me lo permiten, siempre he vivido a caballo entre Vitoria y Alicante y en ese sentido ha habido una continuidad que no me permite verla con distanciamiento, sino como una gasteiztarra más que adora su preciosa ciudad y que disfruta de cada uno de los momentos que pasa en ella. Vuelvo a reencontrarme con la familia y con mis cuadrillas del Niño Jesús y de San Viator y no sabría ni quisiera vivir alejada de Vitoria.
– ¿Esa cuadrilla vitoriana le sirve a la Premio Planeta para mantener los pies en la tierra?
– A ver, lo que te pone los pies en la tierra es la personalidad de cada uno. También la edad. Que esto te llegue con 48 años, habiendo tenido otros éxitos, sabiendo en qué consiste tener éxito de verdad y con todas las consecuencias que tiene, hace que te lo tomes con toda la sensatez del mundo.
Para escribir su última novela viajó a Aquitania, estudió sobre venenos, sobre aromas... y para El Silencio de la Ciudad Blanca llegó a tomar clases de criminalística en una academia. Su proceso de documentación es tremendamente metódico, más próximo al de un científico que al de un novelista. La autora alavesa es una picapedrera de las letras.
– ¿De dónde le viene ese rigor, esa extremada pulcritud documental?
– Imagino que de mi anterior bagaje profesional, trabajé una década en el sector óptico y otra década en el ámbito universitario. Pienso que los escritores que provenimos de otras experiencias profesionales aportamos a la escritura cierto rigor y la paciencia del aprendizaje de un oficio.
– ¿El lector llega a ser consciente de toda esa labor?
–Lo es. Siempre me han pedido que incluya y explique la bibliografía y mi proceso de documentación y de escritura. Pienso que aporta mucho a la obra total.
– En las librerías de Vitoria su novela, vuela. Con más de un millón de ejemplares vendidos a sus espaldas, ¿todavía le sigue haciendo ilusión una acogida tan apabullante?
– Me emociona. 'Aquitania' está suponiendo una auténtica alegría, en apenas unos días ha agotado tres reediciones altísimas y es cierto que en muchas librerías se agota, se repone y se vuelve a agotar. Recuerdo que viví un fenómeno parecido cuando comenzó la trilogía y la sensación entre los lectores y los libreros es que es una novela que todo el mundo recomienda, que está gustando a hombres y mujeres y a una variedad de lectores muy amplia.
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