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Agua que no has de beber, déjala correr. O mejor, retenla. Es lo que pretendía hacer la Diputación con un nuevo embalse en Barrón (Ribera Alta) capaz de contener 4,3 hectómetros cúbicos dentro de 62 hectáreas y destinar su contenido al riego de ... cultivos en los Valles Alaveses, al sur del escenario donde se contemplaba el pantano. El recipiente no resistió la presión y la semana pasada reventó. En principio no se construirá.
Aguas de las Cuencas de España, sociedad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, lo descarta con un informe inapelable contra su construcción. El documento técnico desmonta la viabilidad de un megaproyecto cuyo coste desbordaría los 182 millones de euros y ofrecía un dudosísimo camino de retorno. El estudio alerta con igual énfasis del impacto medioambiental que sufrirían la flora y la fauna de un espacio excepcional y aplaca también las supuestas bondades que las obras reportarían a los lugareños. Después de todo, el desenlace contenta a los afectados, vecinos y ecologistas y disgusta a la Administración foral y a las comunidades de regantes.
EL CORREO ha visitado los escenarios de la discordia, un triángulo con vértices en Barrón, Guinea y Atiega, tierras y monte bajo cruzado por una carretera a Espejo (A-3318) donde se hubieran retenido miles de litros que después serían conducidos a otras parcelas, lejanas, de la comarca e incluso, como sospechan algunos, a Rioja Alavesa. Se trata de una excursión a la Álava despoblada, vaciada o vacía -aun así hermosa-; al territorio ausente, donde vive cada vez menos gente, donde la ruta discurre entre baches y parches y donde la dichosa conexión a internet sigue sin paradero conocido.
En Barrón, a unos 30 kilómetros de la capital, son los perros los que salen al encuentro. Hay más que habitantes, que no pasan de la docena en invierno, y sus ladridos sacan del hogar a Mari Cruz, que conoció en Miranda a un chico del pueblo y con él se casó para vivir en el campo y del campo, donde lleva 53 años. Y tiene 75. «¡Lo que yo he llorado por el pantano!», exclama aliviada, consciente de que las veinte hectáreas familiares seguirán siendo labradas por sus hijos en el mismo sitio.
«Pero si por aquí no pasa ningún río, aunque sí un pequeño arroyo que justo si no se seca, y además las lluvias se las traga la tierra. ¡Mira!», apunta. «Donde querían hacer el embalse ni se encharcan las fanegas». A diario atiende una estación meteorológica de Euskalmet que le chiva de los asuntos del cielo. «Desde noviembre ha caído una barbaridad de agua y allí, en el campo, ya ves, ni gota». El caudal que habría de llenar el gran vaso lo aportarían los ríos Osma, Omecillo y Tumecillo.
La paisana calma la manada de perros sorprendidos por la inesperada visita y prosigue con su monólogo. «Esto hubiera sido como el aeropuerto de Ciudad Real o el AVE sin acabar... No sé a quién se le ocurrió, pero le doy las gracias al 'iluminado' que ha parado el pantano». Y se mete en terreno pantanoso. «Nos cogían bastante campo. No sé, creo que nos iban a dar unos 300.000 euros, pero nos arruinaban la vida. A dónde vas con ese dinero», se pregunta. Un hijo vive de la tierra. Tampoco ella se cree «lo del regadío», esa expresión incrédula con la que se refiere a una necesidad para el porvenir de la Álava rural. «Decían que con ese agua iban a regar todos los agricultores, que se solucionaba la sequía de los pueblos... Pero si ya no quedan agricultores en la provincia», avisa desde Barrón. Mari Cruz, con un jersei de lana como único abrigo y sin queja de frío, vuelve a casa, eso sí, en cuya fachada luce el escudo de los Samaniego.
Del cariño a la tierra también puede hablar Maite Cruz, esposa de labrador, vecina de Guinea (Valdegovía), el segundo concejo del triángulo, este con catorce residentes. Madre de veinteañeras que no saben muy bien qué hacer con su vida en la aldea, se ha desgañitado hasta celebrar la negativa a la gran balsa al cabo de «cuatro años durísimos». Nunca se creyó «la película», pero celebra el 'the end'. «Podemos descansar tranquilos». Defiende, eso sí, «el regadío», pero no el cómo y el dónde del pantano que se proyectaba para abastecer al noroeste de Álava. Al menos ellos, dice, «nunca quisimos dinero, sino tierras a cambio para seguir con la actividad». A su marido le habrían expropiado veinte hectáreas de cereal. «Aún tiene 56 años. ¿De qué se iba a ganar la vida en adelante?», se pregunta ella, hiperactiva de la plataforma que se creó para frenar el proyecto de la mano de grupos ecologistas. «La gente de la agricultura tiene mucho apego a la tierra, siente dolor si se la quitan».
En el trayecto de la reivindicación ha ganado y perdido amigos, se ha sentido violentada -«un día se metieron en una explotación ganadera sin permiso para hacer mediciones», denuncia hoy- y supo por técnicos que la cubeta de Barrón no serviría para tan semejante volumen. «Son tierras filtrantes». Así lo advirtió la Fundación Nueva Cultura del Agua en un informe solicitado por la Diputación. «Si esto no se para en España, se habría parado en Europa, donde la normativa sobre el agua es exquisita», afirma Maite.
La presa se hubiera levantado 30 metros en un boquete antes de Atiega (Añana), el tercer ángulo del trayecto. La ruta a Espejo y Miranda (A-4319) hubiera muerto ahí, aunque el plan trazaba una alternativa al tráfico. Nacido hace 67 años, Luis Nograro, que vive en Vitoria, pasa los ratos de jubilado enredado en la casa de sus padres. «El agua es necesaria, un bien común, hay que ponerle medios», defiende. Pero claro, a él, como mal mayor, solo le habrían metido «las tuberías por ahí -indica el lugar- y destrozado las piezas» en la conducción del agua hacia el sur de la comarca de Valles Alaveses. «Pero si cada vez se riega menos», constata Luis. «A los cuatro que tienen remolacha por aquí ya no les renta y dejan de producir. Pierden dinero y sin beneficio, no hay producción».
Ricardo Mardones cultiva cereal y patata en Villanueva de Valdegovía, lejos de la fallida construcción, y está falto de lluvia o riego. Detrás de la negativa a la obra, ve «una decisión política» errónea. El presidente de la Comunidad de Regantes del Tumecillo asegura que «no decimos cómo se tiene que hacer, para eso están los técnicos. Pero demandamos lo que necesita el sector. Necesitamos agua como la que sale del grifo en las casas». Y deja un recadito: «Todos ven el problema y nadie la solución».
182 millones de euros estimados para la construcción del embalse de Barrón, en Ribera Alta.
Capacidad de la lámina De haberse construido como pretendía la Diputación, hubiera ocupado 62 hectáreas de campo, la mayoría cultivado, y dado cabida a 4,3 hectómetros cúbicos.
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