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Es blanco e inoloro. Parece harina de trigo o el ingrediente principal de un suplemento proteico. Pero esos polvos, ese granulado que se guarda como oro en paño en un bote de laboratorio, no es otra cosa que cannabidiol o CBD, un componente extraído del ... cannabis que no contiene los efectos psicoactivos del THC. Y en el Parque Tecnológico de Álava sirve de materia prima para elaborar productos cosméticos.
Juan Pérez-Nievas (Tudela, 1998), farmacéutico y CEO de la marca que fabrica esos artículos en el complejo de Miñano, cuenta que lo mínimo que ha pagado por el 'alijo' que guarda en un recipiente son 700 euros. Si se importa el cannabidiol-y así debería ser porque en España es ilegal cultivar y manipular esta planta-, el kilo puede rozar los 1.000 euros. «Si no lo haces así, te persiguen como si fueses Pablo Escobar», bromea mientras combina en una mezcladora industrial aceite de oliva y de cáñamo, cannabidiol, una pizca de vitamina D y extracto de limón. Es la fórmula milagrosa para calmar la ansiedad y los dolores y también llamar al sueño. «Cuantos menos ingredientes lleve, mejor», subraya este joven que trabaja en el Parque Tecnológico de Álava, su centro de producción desde hace un año. Allí elabora, cada dos horas, entre 40 y 50 botes de aceite de CBD de 15 mililitros cada uno.
Aún sin datos oficiales por el vacío legal que hay en España -la producción del CBD está fiscalizada por la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS)- una «minoría» de negocios se involucra en el proceso de elaboración. «Hay muchos que venden los productos, pero los suelen importar de Eslovenia o Rumania», apunta Pérez-Nievas. «Si te limitas a comprar y vender, el coste es barato y el beneficio, muy alto. Por eso hay un 'boom' de estas tiendas».
En 2020, según un informe del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA), 237.000 personas de 15 a 64 años empezaron a consumir cannabis en el Estado. «Siempre ha estado presente en la sociedad», asume el farmacéutico. Pero, desde hace un tiempo, «la gente estaba buscando alternativas naturales a lo que hay en el mercado». «Esta forma de consumirlo produce un efecto y no es tan penal como antes», concreta.
El éxito del CBD, que se consume a gotas según el peso y hasta tres veces al día, puede compararse con el de la melatonina o las valerianas, si se habla de un consumo natural. O con los ansiolíticos y las benzodiacepinas, al equiparse con un efecto farmacológico. «Al igual que hay chavales tomando diazepam con 16 años, los hay tomando CBD con esa edad para calmar la ansiedad», asegura Pérez-Nievas.
A Sofía Fernández, de 25 años, el cannabidiol le ha «cambiado la vida». Nunca había consumido marihuana, pero «todas las mañanas me tomo un café y unas gotas de CBD. Como si me las regalaran. Mi último Glovo (la app para pedir comida a domicilio) fue un bote de este aceite y diazepam», comenta sin rubor. «No sé qué pasa, pero mis principales consumidoras son mujeres», señala Pérez-Nievas. El rango de edad oscila entre 33 y 55 años y «compran en Ducreams (su tienda CBD) porque tienen dolores menstruales, artritis, esclerosis... Pero también tengo algunas clientas terminales a las que nada les alivia, y prueban esto y les funciona».
- Entonces, ¿vale para todo?
- Se vende para todo, pero es todo marketing. El CBD no es la panacea y, a nivel de investigación, tampoco se sabe bien para qué es. Como no existe apenas regulación, es un mundo muy gris. Pero si te venden que es un 'cura-todo', es mentira.
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