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Erre que erre, y durante un interrogatorio de más de dos horas, Eliseo Gil ha defendido la inocencia de su labor al frente del yacimiento de Iruña-Veleia. Con tono pausado, el arqueólogo, ahora en paro, ha reiterado en cada interpelación la validez ... de los más de 476 «grafitos extraordinarios» extraídos de la antigua ciudad romana, y la razón por la que ha acabado en el banquillo de los acusados del Juzgado de lo Penal número 1 de Vitoria, donde responde por un delito continuado sobre el patrimonio y otro de estafa. Es el principal encausado.
A preguntas de la fiscal Andrea Suárez, encargada de su interrogatorio, no se ha movido ni un ápice del discurso mantenido a lo largo de los últimos quince años en que su trabajo a pie de excavación se ha puesto en tela de juicio por diferentes sectores de arqueólogos y por la Diputación, dueña del yacimiento y presentada en esta causa penal como acusación particular. El momento más rotundo de su testifical se ha producido a las 13.30 horas. A la pregunta directa de si manipuló o falsificó los fragmentos descubiertos cuya antigüedad no se discute, pero sí las inscripciones que incluyen y que inducen a un nuevo origen del euskera e incluso del cristianismo, ha sido totalmente tajante. «Por supuesto que no», ha proclamado.
«Creo que no se ha demostrado su falsedad científicamente», ha añadido quien tutelara entre 1994 y 2008 el yacimiento ubicado a diez kilómetros de Vitoria, y ahora en situación de poca actividad.
Su declaración ha servido para marcar la cronología de los hallazgos. Entre 1994 y 2005 solo hallaron «dos grafitos extraordinarios», es decir piezas de supuesto valor arqueológico. «Un anagrama referente al nombre Cristo en el 95 y otra de temática cristiana en el 97», ha recordado el propio Gil. Fue a partir de la primavera de 2005, cuando las tripas de Iruña-Veleia le situaron en el panorama internacional. Se extrajeron piezas con referencias inéditas al euskera, también el primer calvario cristiano conocido, hasta una referencia al antiguo Egipto. Se anunció como una mina de oro.
Ha mantenido su convicción Gil incluso cuando la fiscal y el letrado de la acusación particular, en nombre de la Diputación, han puesto en tela de juicio cómo salieron a la luz estas piezas de presunto valor incalculable. De ellos «el 22%» de los fragmentos eran catalogados como excepcionales al ser encontrados a pie de excavación. «El 78%» restante apareció tras someterlos a un proceso de lavabo. Un hecho «normal», a juicio de Gil, pero puesto en entredicho por expertos, que declararán en próximas jornadas.
Porque Gil no ha cedido un ápice en su postura. Es más, en un momento dado ha comparado los hallazgos de Iruña-Veleia con la ciudad romana de Pompeya. «En julio de 2005 ya se habla de que son absolutamente excepcionales, de que no van a tener ningún tipo de parangón. Se equiparan a Pompeya». Al ser requerido por la fiscal sobre qué argumentos dispone para semejante afirmación, él ha replicado que «por el volumen de lo hallado». Hubo, ha indicado, «20.000 evidencias, de las que mil fueron documentadas». Un material que, siempre según su versión, dataría en «la segunda mitad del siglo IV o el siglo V». Es decir muchísimo antes de cualquier prueba documentada conocida hasta la fecha.
Sí ha tenido un pequeño momento de duda cuando se le ha mencionado la primera vez que su trabajo fue puesto en duda, después de que varios arqueólogos escribieran en EL CORREO. Era noviembre de 2006. El día 24 de aquel mes, Gil emitió un comunicado en el que aludía a supuestos análisis realizados en Massachussetts (Estados Unidos) y Cracovia (Polonia) que luego no incluyó entre la documentación para su defensa. Respecto al primero, cree que «estará en el museo de Arqueología». Del segundo ha reconocido que «no se realizó». Una afirmación sobre la que ha tomado buena nota la jueza de la sala, Isabel María Diez.
También ha aprovechado Gil su turno de respuesta para desacreditar a su antiguo colaborador Óscar Escribano, quien a primera hora de la mañana ha sellado un acuerdo con la Fiscalía. Ha reconocido haber manipulado una pieza. Sobre este extremo, el principal encausado ha explicado que «fue una de las bromas que desgraciadamente se producen en yacimientos. Es como una novatada y yo lo desapruebo totalmente. Debajo (Óscar) puso su mote. Causó una tremenda conmoción. Yo era partidario de despedirlo. No soy tan tolerante con este tipo de bromas». No obstante, él también fue engañado. «En un primer vistazo creí que sí auténtico. En unas horas dijo que era broma y esa pieza fue eliminada».
Unas semanas más tarde se produjo otro incidente muy importante para Gil, que en este punto ha lanzado otra puya a los arqueólogos Berjón, Apellániz y Crespo, quienes le abandonarían un tiempo después al sospechar de sus prácticas. «Creo que en agosto de 2005 apareció una pieza que no supimos interpretar. Reuní a todo el equipo de investigación y planteé preguntar de si había más bromas», ha descrito. «Aquello fue un antes y un después. A partir de ahí perdí la confianza (en referencia a sus tres antiguos colaboradores)».
Por cierto, jamás comprobó la titulación del otro investigado, Rubén Cerdán, quien se le presentó como físico nuclear, un título que jamás ha podido probar. «Creo que me enseñó algún título de alguna universidad israelí, pero nunca lo comprobé». Tampoco firmó ningún contrato con él, pese a que les realizó varios trabajos específicos para comprobar la veracidad de los «grafitos extraordinarios».
«Entonces, ¿por qué ha acabado en el banquillo de los acusados?», le ha requerido el letrado de la acusación particular. Ahí, Gil ha apuntado a la presión de «diversos medios de comunicación», que provocó un cambio en varios arqueólogos que supervisaron sus descubrimientos en Iruña-Veleia. «Recibía 372.000 euros al año de subvención y eso nos colocó en el disparadero, sin duda».
Asimismo ha puntualizado que la labor inicial de su proyecto era intervenir en Iruña-Veleia, no buscar piezas que reescribieran la Historia, tanto del euskera como del cristianismo. «Los grafitos son un accidente en este proyecto. El objetivo era intervenir en todos aquellos sectores que se había intervenido en el pasado. Buscar grafitos no era importante».
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