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En un escenario en el que las tramas se suceden a velocidad de vértigo y los actores están obligados a recolocarse a golpe de sorpresa, los partidos vascos intentan que las estrategias diseñadas de cara a las elecciones del 21 de abril no se queden ... fuera de juego. No es sencillo, porque los acontecimientos van estallando y el camino se convierte en un campo de minas. La última en explosionar ha sido la convocatoria catalana del 12 de mayo por parte de Pere Aragonès tras ser incapaz de aprobar los presupuestos. Pero hay otra que empieza a provocar auténticos quebraderos de cabeza y sobre la que se analiza ya su impacto en las urnas: la final de la Copa del Rey entre el Athletic y el Mallorca del 6 de abril.
Cuando Iñigo Urkullu apostó por celebrar los comicios el 21-A buscaba una fecha en la que encapsular las elecciones vascas, alejarlas de cualquier tipo de interferencia externa que condicionase los resultados, que se hablase de la 'agenda vasca', de confrontar modelos... Por eso no las hizo coincidir con las europeas del 9 de junio. De esta manera evitaba que las autonómicas se convirtiesen en una especie de segunda vuelta de las generales del año pasado, con una batalla polarizada entre el PSOE y el PP en la que el PNV tuviese complicado colar su discurso.
Urkullu y los jeltzales querían fijar el marco. En cierta medida, buscar la confrontación directa con EH Bildu y activar a un electorado que en las últimas convocatorias habría apostado por la abstención. De hecho, en Sabin Etxea están convencidos de que el desgaste de las últimas citas no se ha debido a que parte de sus votantes se hayan ido a otros partidos, sino a que se han quedado en casa.
«Nadie va a cambiar el voto por lo que suceda en Cataluña, el problema es más genérico», añaden. El ruido externo es cada vez mayor. Y eso complica el objetivo de que se hable solo de la 'agenda vasca', algo que, por diferentes motivos, querían hacer los partidos en una campaña inédita y con unos candidatos escasamente conocidos por los vascos. Preferían centrar los discursos en cuestiones como Osakidetza o la vivienda y no en Carles Puigdemont o en cómo sobrevivirá Pedro Sánchez en La Moncloa.
Lo referido a la falta de alojamientos es paradigmático de lo que puede suceder estas próximas semanas. Este mismo viernes, el Gobierno vasco lanzaba un Sociómetro en el que señalaba que el 73% de los vascos consideran que los jóvenes lo tendrán mucho peor para conseguir vivienda en los próximos cinco años. En 2016 solo lo pensaba el 48%. Por eso, todos los partidos están desgranando sus propuestas, trasladando el mensaje de que gracias a ellos es probable que bajen los precios o al menos se puedan contener... No solo eso. La aprobación de la ley de vivienda en el Congreso ha derivado en una guerra abierta a tres bandas entre el PNV, EH Bildu y el PSE-EE.
Pero ese debate de calado sobre una cuestión que objetivamente preocupa y mucho a los vascos puede quedar oscurecida, al menos temporalmente y en uno de los tres territorios, por una emoción descontrolada e irracional como el fútbol.
El lehendakari anunciaba la decisión el 22 de febrero. Justo una semana después, el día 29, el Athletic certificaba su pase a la final de Copa. Y ahí fue cuando los calendarios empezaron a cruzarse. El partido contra el Mallorca será el 6 de abril. La campaña electoral habrá comenzado de forma oficial solo 48 horas antes. Y las diferentes formaciones políticas son conscientes de que colocar esos días un solo mensaje de calado en Bizkaia será materialmente imposible.
Pero eso solo puede ser la primera ola del maremoto. Porque si la Copa llega a Bilbao, el 'tsunami emocional' será de tal calibre que arrasará con todo. Con una ciudad y un territorio volcados con el Athletic, la hipotética salida de la gabarra el jueves 11 anularía casi por completo la primera semana de campaña en Bizkaia y la condicionaría en Álava y Gipuzkoa. Y no solo en el ámbito logístico. En una demostración de que el fútbol es un estado de ánimo, en algunos partidos empiezan a especular sobre a quién le puede beneficiar que gane el equipo vizcaíno.
Las teorías, eso sí, son para todos los colores. Aunque como afirma la socióloga María Silvestre, «el Athletic es un club muy transversal, en el que la defensa de los colores rojiblancos es compatible con cualquier otra bandera ideológica», no son pocos, y no solo en las filas del PNV, los que consideran que la salida de la gabarra, la exaltación de felicidad puede favorecer a los jeltzales en el territorio en el que tienen mayor implantación. Hay quien cree, incluso, que podría hacerle ganar un par de escaños.
Pero no todos lo tienen tan claro. «No veo esa identificación tan clara», señalan desde EH Bildu. De hecho, hay quienes creen que puede suceder todo lo contrario. Que si hay un partido al que le puede perjudicar un triunfo bilbaíno es, precisamente, al PNV. Por dos motivos, básicamente.
El primero, que si hay una formación que reconoce abiertamente que necesita una campaña potente para movilizar a los suyos es la de Andoni Ortuzar porque, en principio, los simpatizantes de EH Bildu estarían ya más activados. De ahí que perder una semana por la resaca copera no le tendría que venir bien. En cierta medida, en esa misma tesitura se encuentra el PSE-EE, donde es un lamento habitual decir que «nos ha faltado una semana de campaña», en alusión a que sus potenciales votantes suelen ser de los que más tardan en ponerse las pilas.
Pero hay otro elemento que algunos veteranos de la política vasca de fuera de Bizkaia creen que puede jugar incluso en contra del PNV. Que una excesiva identificación entre el partido y el club le penalice en los otros dos territorios. «Un castigo a un excesivo vizcainismo, por decirlo de alguna manera», recalca un exparlamentario vasco de Gipuzkoa, quien recuerda que cada provincia aporta al Parlamento los mismos escaños: 25.
Lo único claro, y que confirman todos los partidos, es que es una cuestión que se ha puesto sobre la mesa y que es objeto de discusión en los órganos de dirección de los partidos. Todos los gestos serán analizados. Aunque como recalca Silvestre, «hay mundo más allá del fútbol», la potencia simbólica y mediática de lo que suceda la noche del 6 de abril en Sevilla puede tener efectos sorprendentes. De ahí que, por ejemplo, se esté calculando al milímetro cómo deben mostrarse ese día los candidatos o dirigentes. La pregunta es: ¿la aparición de un alto cargo exhibiendo su sentimiento hacia el Athletic en caso de triunfo le puede reportar beneficios en Bizkaia o generar rechazo en otro territorio?
«El porcentaje de personas que pueden cambiar su voto o decidir que van a votar en lugar de quedarse en casa por lo que pase en la final creo que será reducido. La cuestión es que posiblemente algunos escaños se van a decidir por un número muy pequeño de papeletas. A eso le añades que igual las mayorías están muy ajustadas, los tiempos locos que vivimos, que todo se exagera y por eso surge todo este nerviosismo», admiten desde uno de los partidos consultados.
La sensación, en todo caso, es de que la campaña se mueve en un ambiente «no ya líquido, sino gaseoso». Lo que un día se supone que va a ser un elemento troncal, al día siguiente desaparece. Y esta semana ha sido un gran ejemplo. Empezó con el foco puesto en la amnistía, con un Pedro Sánchez satisfecho por poder tapar el impacto del 'caso Koldo', le siguió la tormenta alrededor de la pareja de Isabel Díaz Ayuso, el adelanto electoral en Cataluña y la sensación de que el futuro del presidente del Gobierno podría estar en el alero. Todo en menos de siete días. «Siempre hay imprevistos, cuestiones que alteran la agenda, pero esto ya es una locura...», admiten resignados desde una formación vasca.
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