Carta de amor a la esCotilla
En San Prudencio, 5. Vitoria ·
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En San Prudencio, 5. Vitoria ·
Sección en la que periodistas y fotógrafos de El Correo recomiendan este bar de VitoriaA los vascos hacer vida social nos es tan necesario como el aire a los pájaros. Y por esa razón, los bares son como nuestros nidos, en los que posarnos después de un vuelo largo o corto (la mayoría de las veces) y descansar las alas.
Siempre hay uno que es tu favorito, por muchas razones: buen vino, sitio acogedor, el ambiente... Y entre esos templos de Dionisos, me voy a referir a uno que está entre los elegidos: La esCotilla. Aparte de su ubicación estratégica, tiene una de las barras con los pintxos más atractivos que se pueden encontrar. Ya de entrada y si te vas acercando paulatinamente hacia la cocina -casi expuesta al público-, el 'olorcito' que te llega hace que levites sin más ayuda.
Pasado este momento es cuando te puedes dedicar a gozar de lo que se te acaba de insinuar. Se puede comenzar con unas ostritas como aperitivo, cazuelitas de pescado o unas rabitas geniales con un rebozado delicioso. Y si se quiere rizar el rizo, una ración o dos, si se tercia y nos venimos arriba, de gambas rojas acompañadas de un rico Chardonnay o una buena manzanilla (de pecar).
Bueno, y ya si pasamos a mayores, nos procuramos para comer o cenar un menú de 'Cascarillas' con el que afrontar después todo lo que se nos ponga por delante. Eso sí, hay que estar muy vivo o haber reservado con tiempo: el comedor es muy pequeño y se llena rápidamente.
Pero lo que nos enganchó en un principio, digo nos porque somos varios de cuadrilla -e incluso algún 'gran pintor y conocido dibujante de tiras cómicas' al que le privan los caldos de Moreda también ha picado- fue el Vino. Lo pongo con mayúscula ya que es un hallazgo extraordinario, al menos para nosotros que somos muy 'especialitos'. Se llama Pago del Vicario, al que hemos bautizado 'Cincuenta por ciento' por su composición: 50% tempranillo y 50% sauvignon. No es un Rioja, que también los tienen y buenos, es de Ciudad Real, un auténtico descubrimiento, máxime cuando es el único bar en la ciudad que lo sirve.
Los camareros, siempre geniales ellos, ya nos lo escancian sin necesidad de pedirlo. Aún conservo en la memoria la primera vez que probé ese caldo y pueden ustedes formarse una idea de los inenarrables transportes que un largo sorbo del más estupendo de todos los placeres físicos me proporcionó. Es por esto, por lo expuesto y por las ganas que tengo de volver a sentir ese néctar paseándose por mi boca que he hecho de este bar mi favorito. Y por La esCotilla, oteando el panorama, planeamos otra singladura, que como ya he dicho, este bar está muy bien situado, a poco de otros puertos. ¡Ah del barco!
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