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Este verano me encontraba en el mirador de Lapuebla de Labarca, que los vecinos conocen como 'Las barandillas', contemplando la gran extensión de viñedos, con el río Ebro a mis pies y varios pueblos de, en otrora, Castilla, enfrente. Rompiendo la calma reinante y el ... hechizo provocado por el paisaje, me llegó vía móvil una llamada. Apenas saludarnos, quien estaba al otro lado, me preguntó ¿Dónde estás, que se oyen pájaros? Aquí, en 'Las barandillas', le contesté; los trinos que oyes quizás sean de las golondrinas y vencejos que, nerviosos por el calor, andan dando vueltas y vueltas.
'Las barandillas' es un mirador que recibe este nombre de las barandas que existen para evitar caídas por el risco en el que se asienta Lapuebla de Labarca. Un mirador poco conocido, pero que no deja indiferente a nadie, cuando se acerca. A lo lejos, las sierras de Soria hacen de telón de fondo a las siluetas de media docena de poblados, en las partes bajas y laderas poco pronunciadas el viñedo ocupa toda la superficie y a nuestros pies, el río Ebro, caudaloso, sosegado, tranquilo, con las riberas cubiertas de chopos y frondosa vegetación. Surcando el aire golondrinas, jilgueros o goloritos como les llamamos en Rioja Alavesa y en el río impávidas garzas sobre los troncos secos y negros cormoranes abriendo sus alas para secarse al sol, también aves rapaces cuyo nombre desconozco, que vuelan sosegadas trazando grandes círculos. Un paraíso, estas orillas del río Ebro, para los pájaros y la fauna. Y hago este canto al río Ebro porque, en un folleto editado por el Gobierno Vasco con el nombre de 'Turismo de Naturaleza', vienen señalizadas varias zonas de observación e itinerarios ornitológicos, y ninguno se refiere al Ebro. No está, no existe.
Tampoco parece existir el río Ebro para otro folleto que, titulado 'Euskadi a pie', lleva fecha de edición el 2019. En el apartado de Grandes Rutas, en lo referente a Rioja Alavesa, se puede encontrar información sobre el GR-30 o Ruta del Vino y del Pescado y sobre el GR-120 o Camino Ignaciano. Resulta que en Lapuebla de Labarca se juntan el GR-30 o camino Ignaciano y también el GR-99 o Camino del Ebro, ruta que, descendiendo el río, arranca de Fontibre, en Cantabria, y llega hasta Tortosa, en Catalunya. Pero para el folleto en cuestión, esta ruta de gran recorrido no existe. Al parecer, El Camino del Ebro, que cruza las tierras de varios pueblos alaveses, no pasa por Euskadi, cuando además lleva trazado bastantes años antes que el Camino Ignaciano.
Y en Vitoria-Gasteiz, ¿se acuerdan del río Ebro, saben si existe el río Ebro? Si ustedes tienen la curiosidad de hojear el plano de Vitoria-Gasteiz, verán que en el listado del callejero de la ciudad hay más de veinte calles dedicadas a ríos y arroyos. Lean, lean detenidamente y verán que Vitoria-Gasteiz, la capital de Álava y del País Vasco, no tiene una calle dedicada al río que cierra por el sur la Rioja Alavesa y el territorio de Álava, haciendo frontera ente el País Vasco y La Rioja.
Cuando, allá por el año 1164, el rey navarro Sancho el Sabio otorga Fuero a la villa de Laguardia, le concede una gran extensión de terreno: desde el poblado de Buradón (en la margen izquierda del río Ebro) por el oeste hasta Soto Galindo (hoy Soto Galo, donde está el aeropuerto de Logroño) por el este y desde Lagral (Lagrán) por el norte hasta «de medio Ebro en aqua» por el sur. El Fuero declara que la jurisdicción de Laguardia llegaba por el sur hasta la mitad del cauce del río Ebro, jurisdicción que ahora corresponde a sus antiguas aldeas y, por extensión, a Álava y a Euskadi. Es el río que recibe la mayor parte del agua que cae en el Territorio Histórico de Álava, pues en el desembocan el río Omecillo, el Bayas, el Zadorra, el Ayuda y el Inglares, así como todos los arroyos que se nutren de las sierras de Toloño y de Cantabria, abriendo profundos barrancos en Rioja Alavesa. Es, además, el río que marca el sur del territorio alavés, desde que entra por el desfiladero de Sobrón y se despide rozando las tierras de Oyón, poco antes de llegar a la ciudad de Logroño, tras recorrer un total de ochenta y cinco kilómetros.
Quizás sea un simple olvido, pero quizás también era el momento de dar una voz de alarma a favor de un río, el Ebro, que ha servido para beber, para lavar, para pescar, para nadar y bañarse a miles de alaveses y que aún calma la necesidad de agua de los viñedos de Rioja Alavesa en épocas tan calurosas como en este mes de julio. Un río al que dimos la espalda cuando llegó el agua corriente a las casas y se construyeron duchas y piscinas y que, parece mentira en pleno siglo XXI, aún sigue olvidado para alguna de nuestras instituciones.
Marqué el número de quien me había llamado y le leí el escrito que su llamada me había sugerido. Tras escuchar en silencio, me dijo: Me gusta lo que has escrito, ahora coge el Callejero de Vitoria-Gasteiz y lee atentamente a ver si, entre las calles dedicadas a sierras y montañas de Álava, hay alguna dedicada a la Sierra de Cantabria, quizás tengas para otro artículo.
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