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El año 1524 es uno de esos que debía ser escrito con letras de oro en la historia de Vitoria y Álava. La capital del territorio y la provincia vivieron uno de sus momentos estelares. Y la culpa la tuvo, entre otros motivos, la estancia del rey y emperador Carlos de Gante entre enero y marzo. La motivación de la visita de un monarca tan viajero era consolidar su poder sobre sus territorios pero, especialmente, dirigir personalmente la guerra contra Francia y la reconquista de la plaza de Fuenterrabía, desde un lugar estratégico, la Llanada. Desde aquí podía tener un conocimiento rápido sobre lo que ocurría en la frontera, apenas a 115 kilómetros de distancia, al tiempo que podía estar seguro dentro de las murallas de la ciudad.
La corte itinerante de Carlos I llegó a Vitoria el 5 de enero de 1523 procedente de Salvatierra, una villa a la que agradeció su lealtad frente a los comuneros, donde había estado dos noches y el acceso se hizo por el 'Portal del Rey', entonces puerta de acceso a la ciudad y hoy convertido en calle. Tras jurar desde el caballo los fueros de Vitoria y la provincia (a ningún monarca le dejaban entrar en la ciudad sin hacerlo previamente) su lugar de residencia fue el palacio de Montehermoso, entonces propiedad de su constructor Ortuño Ibáñez de Aguirre, testamentario de Isabel la Católica, miembro del Consejo real, que llegó a presidir en 1539 y que fue un asiduo de aquella corte itinerante tras los pasos del rey. Se había terminado de levantar en 1522. Por su excepcional ubicación y por sus prestaciones el edificio se convirtió desde entonces en palacio real, una denominación, por cierto, que le dio José I Bonaparte al comprarlo para su residencia.
La ciudad enseguida notó la presencia de la corte. Entre otras cosas porque las órdenes del concejo obligaban a recibir al monarca y a hacer esfuerzos económicos para acoger y agasajar al visitante regio. Las actas municipales apuntan estos detalles.Y también se notó en la aparición de extraños personajes. Es el caso de dos embajadores ingleses de Enrique VIII, Richard Sampson y Richard Jerningham, que habían acudido a España para resolver diversos negocios con el emperador.
Habían permanecido en Pamplona los últimos días del año 1523. La capital navarra también había sido visitada por Carlos V con quien no pudieron cerrar los motivos por los que querían verle. Los ingleses precedieron a la comitiva real en unos días y el día 5 de enero se pudieron entrevistar con el rey. El día 10 lo hicieron con el Canciller de Castilla, Mercurino Arborio Gattinara; el 11 de enero pudieron visitar a Gaspar Contarini, embajador ante Carlos I de la República de Venecia; y de nuevo se reunieron con el Canciller Gattinara el día 13 de enero.
Todos estos datos se conocen gracias a una carta de Sampson y Jerningham enviada desde Vitoria y recogida por el gran investigador Julio César Santoyo en su libro 'El doctor Escoriaza en Inglaterra y otros ensayos británicos' (biblioteca Luis de Ajuria, Vitoria 1973).
Terminadas las entrevistas con los mandatarios reales, Jerningham escribía al día siguiente al cardenal Wolsey dándole cuenta de las negociaciones y el día 15 vuelven a escribir ambos embajadores al mismo purpurado.
Al término de la última misiva, que hoy se encuentra en el Departamento de Manuscritos del Museo Británico, anotaban: «Hemos sido muy bien recibidos por la esposa del doctor Vitoria». De esta manera llamaban a Victoria de Anda y Esquível, mujer de Fernán López de Escoriaza, el médico de Catalina de Aragón y Enrique VIII.
Con la misma fecha escriben los diplomáticos al rey Enrique VIII, y en esta ocasión son más explícitos con respecto a la mujer del médico real. Dicen de ella: «Desde nuestra llegada aquí (Vitoria) la esposa del doctor Vitoria, médico de su Majestad la Reina, que vive en esta ciudad, nos ha obsequiado no solo con muy buenos presentes de vino, pan, capones, etc. Sino que nos ha presentado también a mucha gente, a sus amigos y familiares, de los que tiene aquí muchos, todos ellos los más importantes de la ciudad. Yo, Richard Jerningham, estoy alojado en su casa, y Richard Sampson se hospeda en otra vivienda que pertenece a uno de sus parientes.
Cálido elogio, como puede apreciarse, de la hospitalidad de esta dama, que bien pudo haber conocido a los dos embajadores británicos durante su estancia en Londres acompañando a su marido. También pudo ser que, a pesar de serle desconocidos, se brindó a alojarlos y atenderlos sabiendo que venían de la corte donde residía su esposo.
No estuvieron mucho tiempo en la capital alavesa los dos enviados británicos. Sus propios mensajes indican que el día 18 de enero se encontraban ya de regreso a Pamplona.
Esto era lo que pasaba en Vitoria en enero de 1924. La diplomacia inglesa se hospeda en la casa del médico personal de Catalina de Aragón y Enrique VIII, el doctor Fernán López de Escoriaza, para ellos conocido como doctor Vitoria. Y al estar en Londres el galeno, el papel de anfitrión lo toma su esposa Victoria de Landa y Esquível, que había estado en Londres desde 1517 y 1523 y acababa de volver a Vitoria. Aún no había sido construido el palacio de Escoriaza-Esquível, la mejor representación del estilo renacentista del País Vasco, mandado edificar en 1539.
Vitoria vive su siglo de oro. Y en ese año de 1524 no solo pasará por la ciudad la representación diplomática inglesa. Unos días más tarde vendrán los enviados del rey de Portugal para negociar las capitulaciones del Tratado de Vitoria sobre el reparto de las Islas Molucas o de las Especias entre las dos potencias marítimas de la época. En Vitoria se decidió esos meses el devenir de la historia mundial.
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