Tras recorrer con sus sillas de ruedas más de 800 kilómetros por caminos llenos de tierra, piedras, barro y agua, los tres miembros de la asociación Caminus pudieron por fin ser recibidos este miércoles por el Papa Francisco en la plaza de San Pedro del Vaticano. Era la culminación a la peculiar peregrinación que tres amigos vascos comenzaron hace dos semanas en Vitoria para concienciar a la opinión pública sobre la importancia de dedicar más recursos a la investigación sobre las enfermedades raras, dar visibilidad a las personas en silla de ruedas y mostrar que los límites están para ser batidos.
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«Le hemos dicho al Papa que hemos llegado hasta Italia en nuestras sillas de ruedas. Queríamos que supiera que no hemos venido en avión ni haciendo turismo y lo que nos ha costado llegar hasta aquí», contó José Ignacio Fernández al término del encuentro con Francisco. Este bilbaíno sufre una distrofia muscular, la misma enfermedad que su amigo y compañero en esta peculiar peregrinación, Rubén Zulueta. «Lo que queremos transmitir es que cuando uno padece una enfermedad minoritaria, una enfermedad rara o cualquier tipo de discapacidad, se puede seguir viviendo, se puede seguir soñando y se pueden hacer muchas cosas. Intentamos transmitir esa positividad», explicó Zulueta, originario de Vitoria.
El tercer miembro de la asociación que les ha acompañado en su viaje, brindándoles apoyo logístico, es Antonio González, que tuvo que prejubilarse debido a un problema de salud en una pierna. «La peregrinación a Roma es nuestro quinto proyecto. Antes hicimos el Camino de Santiago desde Roncesvalles y luego elaboramos una guía para que cualquier persona en silla de ruedas pueda hacerlo sabiendo qué albergues están adaptados. El segundo proyecto fueron diez etapas por el desierto de los Monegros, luego hicimos el Camino Mozárabe, que va desde Almería hasta Santiago de Compostela, y el cuarto proyecto consistió en darle la vuelta a toda Euskadi. Fueron más de 500 kilómetros», explica González.
Al Papa, al que entregaron una imagen de un peregrino en silla de ruedas y un pergamino con los objetivos de Caminus, le pareció «muy bonito lo que hemos hecho» e insistió «en hacerse una foto con nosotros», destacó Fernández. «Creo que se va a acordar de nosotros», contó antes de despedirse y quejarse entre risas de que la parte más difícil del viaje ha sido al final, por culpa de los adoquines y de las continuas barreras arquitectónicas del centro de Roma.
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