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Durante muchos, demasiados años las víctimas de abusos sexuales en el seno de la iglesia han quedado enterradas entre paladas de miedo y culpa. Cuando se atrevían a dar el paso, sus denuncias quedaban sepultadas bajo la implacable losa de la misma jerarquía eclesiástica que ... ahora parece dispuesta a hacer penitencia. Los dominicos estudian reabrir un presunto caso de pederastia acaecido en la parroquia de Santa María de los Ángeles de Vitoria a comienzos de los 80 y que en 2010 fue archivado al considerar que los hechos habían prescrito. Según ha podido confirmar EL CORREO, la máxima autoridad de esta orden –a la que sigue perteneciendo el presunto autor de los tocamientos– se trasladó recientemente a Vitoria para mantener un encuentro con la víctima, Alfonso Ruiz de Arcaute, un conocido seglar de la ciudad de 52 años.
A él, a Alfonso, algo se le removió por dentro, en lo más hondo, cuando este domingo se desayunó con la entrevista al obispo de Vitoria publicada en estas mismas páginas. «En Álava no ha habido curas pederastas, pero si aparecen actuaré con transparencia», aseguraba Juan Carlos Elizalde en referencia a sus tres años en el cargo. Ese titular contundente, con el que el prelado trataba de sintetizar su política de tolerancia cero con los casos de abusos sexuales a niños que asedian a la Iglesia católica hizo que Alfonso estallara. «Miente», sostiene con rabia. «Miente porque, al menos, conoce mi caso, mi denuncia. Yo mismo, personalmente, se la he transmitido. Pero parece que una vez más es mucho más importante salvar el nombre de la institución que las personas», se duele.
–¿Qué pasó?
– Con 14 años era el típico chico que estaba siempre en la parroquia. Cada vez estaba más implicado y un fraile me empezó a pedir que hiciera fotocopias, que abriera una sala, todas esas cosas que te hacen sentir importante y mayor. De darme las gracias, él pasó a tener lo que se dice un comportamiento poco apropiado.
Con ese «comportamiento poco apropiado», con ese eufemismo viscoso, Ruiz de Arcaute trata de disfrazar unos abusos que, de forma soterrada, le vienen martirizando desde hace casi 40 años y que no hay antidepresivo capaz de hacer borrar. «Él fumaba y yo también había comenzado a dar alguna calada en octavo de EGB. Empezó a echarme el humo en la cara. Después, a la boca. De ahí pasó a besarme, a frotarse y en algún caso llegó a alguna felación», describe con una voz trémula, que denota que su entereza a la hora de relatar los hechos es pura fachada.
Le costó, pero en abril de 2010 decidió exponer su caso ante el Obispado. «Aunque el vicario judicial (el equivalente al 'fiscal' en el derecho canónico) dio visos de credibilidad a mi testimonio, el caso se acabó cerrando porque los hechos habían prescrito», reconoce el propio Alfonso. La pregunta, entonces, resulta obvia: ¿Por qué tardó tanto en denunciar? «Al principio no lo cuentas a nadie porque crees que es algo que tienes que ocultar, no lo puedes afrontar y acabas enterrándolo. Luego, cuando creces y revisas tu vida, reparas en tu condición de víctima, empiezas a ser consciente de que lo tienes que denunciar. A mí me preocupaba mucho la idea de que pudiera haber abusado de alguien más», se sincera.
Han pasado nueve años desde que el Obispado de Vitoria –entonces con Miguel Asurmendi al frente– trasladara el caso a los dominicos tal y como establece el derecho canónico. Ahora, en un clima de tolerancia cero tras la cumbre en el Vaticano en la que el papa Francisco quiso lanzar un mensaje claro de que va a poner fin a la política de encubrimiento sistemático a los abusos, la misma orden está «estudiando internamente las posibilidades para investigar el caso», confirmaron ayer a este periódico portavoces de los religiosos.
«Supimos de este señor a través de un mensaje que publicó (a través de una red social) y, de inmediato, nos pusimos en contacto con él», reconocen las mismas fuentes, que confirmaron el encuentro del prior provincial de los dominicos en España, Jesús Díaz Sariego con Ruiz de Arcaute. Durante la reunión, que se prolongó durante más de cuatro horas, él relató su calvario, que nunca ha podido superar.
Sobre el presunto abusador, los dominicos se limitaron a confirmar que el religioso «hace años que se apartó de Vitoria». «Aunque los hechos no se llegaron a probar, como medida de precaución se le apartó de la actividad pastoral con niños y adolescentes».
1981 Es el año, aproximado, al que se remontan los hechos que denuncia Ruiz de Arcaute que por aquel entonces frecuentaba la parroquia de Santa María de los Ángeles, en la calle Bastiturri.
Abusos. La víctima relata cómo el presunto pederasta, un religioso dominico, comenzó a «echarme el humo del tabaco a la cara, después a la boca. Después empezó a besarme, a frotarse y en algún caso llegó a alguna felación».
Denuncia. Tuvieron que pasar casi 40 años, hasta abril 2010, para que Alfonso Ruiz de Arcaute se decidiera a trasladar su caso ante la justicia canónica. «Sabía que ya había prescrito, así que en la justicia civil no habría hecho nada. Al menos, por lo eclesiástico podrían apartarle del trabajo con niños», explica.
Archivo. El Tribunal Diocesano tramitó la denuncia de Ruiz de Arcaute y lo trasladó a la orden de los dominicos, que cerraron la causa en 2010. En 2019 sale a la luz.
Portavoces del Obispado de Vitoria han confirmado a este diario que, tal y como relata la víctima de los presuntos abusos, «la denuncia fue tramitada y enviada en 2010 a la orden religiosa». La razón por la que el Tribunal Diocesano no dirimió entonces la causa en Vitoria descansa en que, al tratarse de un fraile, la jurisdicción corresponde a la orden a la que pertenece. «Es la que tiene toda la documentación», destacan las mismas fuentes en respuesta a Ruiz de Arcaute, que ha solicitado en hasta tres ocasiones la transcripción de su declaración. «La Diócesis de Vitoria confía en la transparencia y justicia con que la orden está tratando dicho asunto y está en disposición de colaborar. Igualmente en cualquier caso que se presente», remacharon.
Las fricciones entre Alfonso Ruiz de Arcaute y el obispo Elizalde son públicas y notorias. En 2017, su caso salió de la discreción de la sacristía cuando denunció el veto del obispo para ejercer como monitor de confirmación en la parroquia de Santa Teresa de Jesús, en Lakuabizkarra, donde también participaba en la comisión de liturgia. El Obispado siempre mantuvo que la decisión se debió a que el seglar había hecho público un texto «injurioso» en el que Ruiz de Arcaute criticaba al prelado por impedir su ingreso en el seminario –quería ordenarse sacerdote– debido a su orientación sexual. Alfonso nunca ha escondido que es gay.
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