Doce maneras de felicitar a Izki

Sus bosques, surgidos del sustrato de los mares poco profundos del jurásico, son únicos. Destacan sus marojales y hayedos entre cortados y trampales. Es hábitat del pico mediano, de la rana ágil, del murciélago ratonero forestal, del visón europeo, del cangrejo de río y del castor. Sus narcisos y nenúfares blancos son las joyas de la flora alavesa y a ningún excursionista le pueden dejar indiferentes ni las Muelas de Campezo, ni las minas de asfalto.

Esas casi 9.500 hectáreas atravesadas por el río Izki están ahora blindadas gracias a figuras de protección de la biodiversidad como la ZEC, la ZEPA y la Red Natura 2000, pero si han resistido al urbanismo descontrolado y a otros males de la modernidad ha sido sobre todo gracias a los pueblos que rodean al parque. Las gentes de Apellániz, Atauri. Korres, Maeztu, Vírgala Mayor, Arluzea, Markinez, Quintana, San Román de Campezo, Urarte, Urturi, Antoñana y Bujanda son las que han sellado con su cultura rural este espacio verde para mantenerlo libre de amenazas.

Todos esos pueblos rezuman historia. En las cuevas eremitas de Markinez y Urarte se refugiaron en el siglo V los primeros cristianos; en Bujanda se paró allá por el año 604 el caballo que llevaba los restos de San Fausto Labrador y cientos de arrieros han pasado durante siglos junto a castillos, torres y murallas.

En los dominios de Izki convergen hasta quince sendas de dificultad baja a moderada a las que el excursionista puede dedicar el tiempo que quiera. Desde los cincuenta minutos que tarda en recorrerse el camino de los molinos que lleva de Urarte a Markinez hasta las tres horas de la mítica senda de los arrieros entre Quintana y Apellániz.

Los 10.000 calendarios editados por Medio Ambiente hablan de todo eso a través de sus potentes imágenes y textos. Las 120.000 estampas son el aperitivo al conjunto de actividades con las que Álava quiere celebrar los 25 años de uno de sus pulmones.