El divulgador de historias

Semejantes hallazgos, que pasarían inadvertidos para cualquiera de los mortales, son propiedad del saber y la curiosidad innata de Patxi Viana, nacido en Pipaón hace 66 años. No tanto ya por su faceta exploradora, sino por la divulgadora, EL CORREO de Álava ha considerado oportuno distinguirle como 'Alavés de junio'. Su singular reconocimiento se produce a título personal, pero en este caso se hace extensible al colectivo del que es su secretario y alma máter, la Asociación Histórica Vitoria 2013. La misma se entrega apasionadamente a la difusión de algo más que una cruel refriega, la de Vitoria el 21 de junio de 1813. Se trata también del principal hito acontecido en la ciudad en sus 840 años y una confrontación entre países -Gran Bretaña, Portugal y España contra Francia- que marcó el devenir de Europa tras la derrota de Napoleón en la Guerra de la Independencia.

Patxi Viana conoce sus entresijos como si hubiera combatido en el campo de batalla en Júndiz aquella mañana alavesa. Pero no le interesa en sí el combate ni se le ocurriría revivirlo vestido de soldado o montado a caballo como el duque de Wellington. Le atrapa más bien la proyección de Vitoria como destino turístico asociado a un hecho histórico. A nuestro personaje le encantaría que la ciudad se modelara al estilo de Waterloo, que vive de aquello dos siglos después. «Ya que nuestros antepasados sufrieron tanto, ¿por qué no podemos sacar provecho ahora vendiendo nuestras bondades, los escenarios, las anécdotas...», viene a decir el alavés galardonado por este periódico, conferenciante, articulista y colaborador de revistas y prensa.

Es más, cada vez que tiene ocasión, Viana se esfuerza en aclarar, más bien en acotar, el sentido primitivo, el original, el que debiera prevalecer hoy en torno al monumento de la Virgen Blanca. Defiende sin bayoneta que lo que nuestros ojos contemplan es una escultura labrada al hombre, al héroe vitoriano, al general Álava, por cerrar las puertas de su ciudad y evitar que fuera saqueada por las tropas en su retirada. Insiste el historiador que el recuerdo con forma de tarta levantado en pleno corazón vitoriano nada tiene que ver con honrar una guerra, en definitiva, distinguir la muerte o la miseria.

Patxi Viana es historiador de carrera, también de pasión, que la cultiva por libre gracias al tiempo que ahora le reporta su jubilación como docente. Se autodefine «pedagogo por convicción». De Pipaón marchó al seminario de los Corazonistas en Alsasua, donde estudió Magisterio, y completó su formación universitaria en la Pontificia de Salamanca y en la madrileña de Comillas. De vuelta a Vitoria con la sotana, ejerció la enseñanza en 'Coras, aunque al cabo de tres años y después de darse cuenta que no era lo suyo, se desprendió de los hábitos.

Opositó para maestro y cumplió un trienio entre Fray Zacarías Martínez y Llodio. Con el título de Pedagogía ya se hizo con plaza en Paulo Freire, un centro de educación permanente de adultos en el que fue feliz. Casi 30 años, la mitad de director, impartiendo conocimientos a alumnos mayores, una tarea, dice, «más gratificante» que la ejercida con pequeños. Ahí, entre clases, tutorías y excursiones, exploró las historias que hoy son su motor de combustión.