«Siempre ha tenido una palabra amable». Esa frase, que se emplea generalmente en las despedidas de un ser querido, golpea al espectador en 'Polvo somos'. El cortometraje de Estíbaliz Urresola (Llodio, 1984) se alzó la semana pasada con el Gran Premio del Cine Vasco ... y Mejor Guion Vasco en el Festival Internacional De Cine Documental y Cortometraje De Bilbao (Zinebi). La directora llodiana condensa en pocos minutos el reencuentro de dos hermanas, enfrentadas entre sí, en el funeral de su abuelo. Lejos de estirar la pata, el reconocimiento da fe del buen momento en el que se encuentra el sector audiovisual en Álava.
– Ha ganado el premio Fundación SGAE a Mejor Guion y el Premio Zinebi. ¿Lo esperaba?
– De verdad que no. Había una competencia muy potente y esto te coloca como una más. Es verdad que el resto tenía una narrativa más experimental en cuanto al guion, pero ahí estaba también su virtud. Por su parte, el premio a mejor corto vasco Zinebi me emocionó mucho porque el jurado mencionaba tres aspectos: hablaba del desarrollo del guion, de la dirección de actores y de cómo la puesta en escena critica la mercantilización de la sociedad llegando al extremo de la muerte.
–El abuelo de la película es el reconocido actor alavés Txema Blasco.
– Es un amor absoluto, nos daba un poco de apuro pedirle a una persona de cierta edad que se metiera en un féretro. Pero se metía con una alegría, silbando, cantando... Era gracioso porque además de hacer del abuelo recién fallecido, hacía del hermano del abuelo vivo. Tenía dos papeles, uno de ellos subrayado.
– Rodaron 'Polvo somos' en la Funeraria Virgen Blanca. ¿Cómo fue grabar allí, costó mucho convencerlos?
– Fue una experiencia para las dos partes muy potente. Por eso teníamos que ser honestas a la hora de plantear el rodaje y explicar que cuando hay grabaciones de este tipo no somos cuatro, sino unos treinta entre actores y equipo técnico. Era algo chocante. Nos dijeron que lo importante era que no nos viera nadie, que no transitáramos por las zonas comunes por las que pasean quienes velaban a los difuntos. En ese sentido, hubo un compromiso.
– ¿Fue una odisea el rodaje? ¿El confinamiento trastocó los planes?
– El corto se terminó de rodar una semana antes de que se decretara el confinamiento. Es el primer trabajo de mi productora Sirimiri Films y había mucha inversión de recursos y energías. Si se hubiera pospuesto quizá no se hubiera llegado a grabar. Por otra parte, me costó muchísimo encontrar a una de las hermanas protagonistas. Teníamos a una actriz confirmada, pero le salió la grabación de una serie y no pudo participar. No encontraba a nadie que me pareciera oportuno para el papel. Conseguí a Goize Blanco una semana antes. Es una actriz magnífica y hace una gran pareja con Jone Laspiur, parecen hermanas realmente.
– Salvo el documental 'Voces de papel', el resto de sus trabajos son cortometrajes. ¿Es un aprendizaje este mundo? ¿Tene que ver con las dificultades para financiar películas?
– Es un camino para ir probándote como directora y explorando distintos lenguajes. Yo he hecho dos cortos de ficción y dos de género documental y para mí es como entrar en un nuevo lenguaje cada vez. Nacho Vigalondo decía una frase muy precisa al hablar de proyectos de este tipo: no son algo que acabas y empiezas, sino un lugar en el que vives. Al terminar un proyecto te tienes que ir de allí y en el caso de un largometraje te enfrentas a cinco años para llevarlo a cabo...
–¿En qué fase se encuentra su puesta de largo, '20.000 especies de abejas', acerca de una niña transexual que sufre acoso? ¿Hay fecha para el rodaje?
– Nos encontramos en la búsqueda de financiación. Es una tarea que lleva bastante tiempo y el rodaje comenzará en 2022 si todo marcha bien. Hemos estado participando en varios foros de coproducción internacional como en el Festival de Tallin en Estonia (donde el proyecto fue galardonado con el premio Script). Buscamos una coproducción en Francia porque la película comienza allí, aunque luego se desarrolla íntegramente en el País Vasco.
– ¿En qué momento se encuentra el cine vasco y, más en concreto, el alavés?
– El cine vasco es una comunidad pequeña y todos estamos en el mismo barco. Es interesante que se pueda reconocer una escena alavesa como una marca de territorio con un tejido propio que pueda sostener ese territorio que ha estado un poco desaparecida del mapa. Creo que las ayudas específicas de la Diputación de Álava y del Ayuntamiento de Vitoria también han contribuido a crear este tejido industrial.
Nueva generación
– Da la sensación de que están saliendo más cineastas que en otros periodos. Pérez Sañudo ('Ane'), Paul Urkijo ( 'Errementari'), María Elorza ('Ancora Lucciole')...
– En cuanto a estética esos ejemplos son tres palos diferentes. Sañudo se mueve en un cine más social con el que más me podría identificar;Urkijo domina el género de terror y Elorza lo experimental. La diversidad de esa pequeña industria recién nacida me parece lo más valioso y creo que se puede exportar como etiqueta. También ha sido importante la creación de Apika (Asociación Productores Alaveses) como una entidad interlocutora. Va a todo a favor para crear un entramado de las que salimos las nuevas generaciones...
– ¿Costaba encontrar referencia de mujeres directoras cuando estudió la carrera de Audiovisuales?
– Sí, es verdad que todas las referencias eran de hombres. En mi memoria académica no hay mujeres… Cuando más tarde hice el máster de dirección en Barcelona vi que había una línea muy fuerte de mujeres directoras, incluso dando clases. Es importante ver a referentes posibles cara a cara y no solo en dirección, también en puestos técnicos.
– ¿Desde cría le apasiona el cine?
– Escribir y dibujar era lo que más hacía de cría. Me apunté a Comunicación Audiovisual en la UPV-EHU y descubrí que me gustaba gracias a un profesor y sus clases acerca de cómo interpretar un relato en cine. A los 27 años, cuando fui a Barcelona tras pasar por producción en televisión, tuve claro que quería dedicarme a ello.
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