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Durante dos décadas, entre 1997 y 2017, capitaneó un importante grupo empresarial vitoriano. Bajo su mando fructificó una importante expansión internacional hasta el punto de levantar plantas en tres países y alcanzar una plantilla de más de 700 empleados. Cobraba por ello «200.000 euros ... anuales».
Aquel vínculo se quebró en el otoño de 2017, al descubrirse unos traspasos periódicos desde los fondos de la firma a su cartilla personal. El primer desvío data de 2008, unos 21.500 euros. Al principio se produjeron de manera puntual, aunque a partir de 2014 alcanzaron una periodicidad casi semanal. La firma alavesa echa en falta 3,98 millones de euros, que fueron a parar a la cuenta corriente de este directivo y de su esposa.
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Judith Romero
En octubre de 2017 fue despedido y denunciado. Ayer lunes, este antiguo director administrativo-financiero y su pareja se sentaron en la Audiencia Provincial de Álava. Este martes y mañana habrá dos sesiones más, en las que este hombre se expone a una petición de hasta ocho años de cárcel por «apropiación indebida». Su antigua firma le reclama asimismo el dinero presuntamente sustraído.
Ante los magistrados Poncela, Cabero –quien elaborará el fallo– y Zulueta tuvo la oportunidad de explicarse. A preguntas del fiscal relató jornadas laborales de sol a sol y cómo su contrato de «1.728 horas anuales» en realidad se duplicaba sistemáticamente cada ejercicio. También que «desde el primer día» anotó ese tiempo laboral extra con intención de cobrárselo cuando mejorara la situación financiera de la empresa.
Esa pujanza llegó en 2011 y, siempre según su versión, «empecé a cobrar las horas extra». Cifró esa cantidad a deber en «unos 150.000 euros anuales aunque variaba en cada ejercicio». No obstante, esa proyección quedaría lejos de los 4 millones de euros supuestamente birlados.
Cuando se destapó el escándalo, este hombre –que exculpa a su mujer– accedió a firmar un documento en el que asumió su responsabilidad. Ayer recalcó que actuó «coaccionado» y porque «estaba dopado». Incluso agregó que «firmé sin leerlo». «¿Sabe por qué le despidieron», le requirió el fiscal Fidel Cadena. «Está claro que molestaba a ciertas personas», atajó. Quizá por eso se negó a responder a la acusación particular. «Bastante daño me han hecho ya», justificó.
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