De sol a sol con Iker y Alberto

Más difícil que meter un barco dentro de una botella

Los hermanos Martínez Pangua, bodegueros de Altún, embotellan sus vinos con un cuidado exquisito. De una de sus referencias de 'grand cru' solo producen 621 botellas... que desaparecerán de los estantes en cuanto lleguen al mercado

Jorge Barbó e Igor Martin

Domingo, 28 de abril 2024, 00:59

Cómo diantres serán capaces de meter un barco en una botella. El modelismo naval es una de esas aficiones reservadas a gente con muchísimo tiempo libre y, sobre todo, paciencia infinita. Lo de introducir carabelas en recipientes de vidrio es una rama hiperespecializada, para la ... que se requiere un pulso de neurocirujano y una habilidad extraordinaria. Resulta hipnótico ver vídeos de esos tipos, de esos artistas, con sus larguísimas pinzas, introduciendo una Pinta, una Niña o una Santa María, con sus velas, su casco y su todo por el cuello delgado de cristal. Pues lo que hacen Iker y Alberto es infinitamente más difícil. Los hermanos Martínez Pangua son capaces de meter hectáreas de viñedo, con sus cepas, su clima, su paisaje propio en una botella. Lo suyo sí que es pura virguería.

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Los jóvenes bodegueros a los que EL CORREO está siguiendo durante todo un año de trabajo, de sol a sol, en una serie que cuenta con el patrocinio de la Diputación de Álava andan estos días enfrascados –nunca mejor dicho– en el embotellado de sus vinos. Es una labor tan mecánica como simbólica. Tiene algo de fin de ciclo, de momento decisivo, de recompensa y de despedida, todo a la vez: estas botellas se llenan de dos años de trabajo y de desvelos sudados gota a gota.

En Altún, la bodega de los hermanos en Baños de Ebro, todo está pensado para que no sea necesario utilizar ningún tipo de sistema de bombeo para el embotellado. El vino cae por pura gravedad desde la nodriza –así se llama el depósito– hasta la propia botella. Una moderna máquina, que no desentonaría en absoluto en una gran fábrica, se encarga de realizar todo el proceso.

69,9

millones de litros de vino se elaboran en Álava, se gún las últimas cifras disponibles del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Calificada Rioja.

El dispositivo tiene capacidad para llenar unas 2.000 botellas a la hora. Una especie de pistones colocan el corcho y, por una cinta, el vino ya cerrado en su recipiente pasa por una máquina de limpieza que, con delicadeza, deja el vidrio impoluto. A unos pocos centímetros, una a una las botellas son encapsuladas. Estas cápsulas, que son de una mezcla de aluminio y poliuretano o de estaño –este material se reserva para los 'buques insignia' de la bodega– tienen una finalidad más que puramente decorativa: además de como una suerte de 'precinto de calidad', garantiza que el corcho esté protegido.

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Aunque la propia embotelladora también se encarga de colocar la etiqueta en la posición precisa, los bodegueros revisan al milímetro con un pie de rey que, efectivamente, sea así: esta es una prueba más de hasta qué punto Iker y Alberto miman cada una de las botellas, que se colocan en cajas de madera con un mimo exquisito. Y otro detalle, de esos que marcan la diferencia. A su 'grand cru' Vistalegre, el más preciado de sus vinos de parcela, le colocan un medallón, una etiquetita que indica hasta qué punto es exclusivo: de la añada 2022, la que justo esta semana acaban de embotellar los hermanos, solo se producen 621 botellas. Ytodas tienen ya 'dueño'.

Sin apenas excedente

El de los excedentes en bodega es uno de los grandes problemas que más quebraderos de cabeza ocasionan al conjunto de la Denominación de Origen Rioja. Pese a las ayudas a la destilación y a la llamada poda en verde, el problema es muy grave, sobre todo entre las grandes bodegas. No es el caso de Altún.

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«Nuestra filosofía es la de primar siempre la calidad frente a la cantidad, nosotros siempre funcionamos con un pequeño excedente que tenemos como colchón, que nos da tranquilidad y permite garantizar siempre que todos los vinos, también los de entrada, sean muy buenos», explica Alberto. Y con esto, el bodeguero no se está tirando el pisto, precisamente. Lo que dice, tiene todo el sentido del mundo. Trabajar con producciones pequeñas y con un cierto margen hace que puedan ser muy, pero que muy selectivos.

Y mientras las botellas tintinean en la máquina y se empaquetan en palés que saldrán desde Baños de Ebro a medio mundo, las viñas ya han brotado. Las primeras hojas se aprecian ya en los troncos hasta ahora desnudos. Algunas, todavía tiernas. En otros puntos, bastante frondosas ya. En esas, tanto ellos como el resto de viticultores de Rioja Alavesa andan estos días todo el santo día pendientes de las predicciones meteorológicas: el anuncio de posibles heladas ha hecho contener el aliento a toda la comarca. La famosa helada de San Prudencio de hace un lustro está todavía muy reciente. Al patrón solo le piden eso, que se porte. Pues eso, Pruden, haga usted el favor, que con lo difícil que es meter todo un viñedo en una botella...

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