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Hay lugares que deberían visitarse al menos una vez en la vida. Sin pretender competir con las consideradas siete maravillas del mundo, en Álava hay enclaves imprescindibles. Fascinantes por su singularidad, como el Valle Salado de Añana; por su arquitectura como la siempre abierta, incluso ... en obras, catedral de Santa María; por su antigüedad y conservación, como los dólmenes prehistóricos; o por su paisaje, como las cascadas de Gujuli y el Nervión o los viñedos de Rioja Alavesa. Aquí te proponemos esos rincones que no puedes dejar de visitar. Todos al alcande de la mano; sin salir de casa, de Álava.
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Sería imperdonable pasar por Vitoria y no disfrutar de una visita guiada a su joya del patrimonio histórico, la catedral de Santa María, o catedral vieja, como la llaman los vitorianos, para distinguirla de la nueva, la de la Inmaculada, construida en el siglo XX. Santa María es más que un valioso templo gótico, es un ejemplo de cómo un monumento puede mostrarse al público mientras se somete a un laborioso proceso de recuperación. El singular proyecto 'Abierto por obras' cuenta con reconocimientos a nivel nacional e internacional y ha inspirado a escritores como Ken Follet o Paulo Coelho. Sólo una cosa más, si ya la visitaste hace algún tiempo, regresa y podrás comprobar su evolución.
2
Los inicios de la producción de sal en el Valle Salado de Añana se remontan a hace unos 7.000 años. Aunque los sistemas fueron cambiando, el actual proviene de la época del Imperio romano. Las plataformas horizontales, denominadas eras, con una base de estructuras de madera, fueron recuperadas a partir de finales de los 90 tras una fase de declive y componen un paisaje único, reconocido internacionalmente. La visita permite entender a la perfección el proceso y la importancia de la sal a lo largo de los tiempos. Pero además, en el Valle Salado se puede disfrutar de un pediluvio, una cata de sal o un interesantísimo recorrido virtual.
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En el corazón de Rioja Alavesa, tierra de viñedos, se enmarca Laguardia, una población que, además de ofrecer una amplia oferta enoturística, destila historia en cada uno de sus rincones. La villa hay que recorrerla a pie porque todo sus subsuelo está horadado por las bodegas o cuevas familiares en las que se elaboraba su caldo más significativo. El paseo es una delicia, con paradas obligadas como en la iglesia de Santa María de los Reyes, cuyo pórtico policromado es magnífico, o el estanque celtibérico de la Barbacana. Fuera de las murallas, el paisaje del viñedo ofrece una atractiva imagen en cada estación del año, con los colores ocres del otoño como máxima expresión. Esto no solo en Laguardia sino en toda Rioja Alavesa, con especial atención a la obra de Frank Ghery, el hotel de Marqués de Riscal, en Elciego, y la visita a alguna de las numerosas bodegas que reciben a todo el que quiera conocerlas.
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El dolmen de Aizkomendi sorprende por su extraordinario estado de conservación. Aunque en el País Vasco son varias los monumentos megalíticos de este tipo, el de Eguílaz constituye una visita imprescindible para los amantes de la Prehistoria e incluso para los no entendidos. Descubierto en 1831, en el interior de este monumento funerario aparecieron restos de al menos setenta personas. El acceso, que ha sido acondicionado recientemente, es sencillo por una senda.
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El río Jaundia se precipita al vacío desde un escarpe calizo de más de 100 metros de desnivel, en el término de Urkabustaiz. Es facil suponer, así, que la imagen que se aprecia desde el mirador queda en la retina y la memoria de todo el que ha pasado por allí. Contemplarla en época de lluvias o deshielo es una experiencia más que recomendable. Además, es una cascada con leyenda, protagonizada por un pastor y una lamia (un ser mitológico vasco), que aún hace más interesante, si cabe, la visita.
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Declarado Bien Cultural en 2002 por su valor histórico y artístico, el conjunto monumental de Quejana está considerado como uno de los ejemplos de patrimonio civil y nobiliario mejor concebidos y conservados. Con distintos atractivos, como el Museo de Arte Sacro o la iglesia de San Juan Bautista, destaca la planta baja del Torreón Capilla, que acoge los sepulcros tallados en alabastro de los Señores de Ayala y la copia del retablo gótivo del siglo XIV, cuyo original se encuentra en la Galería de Arte de Chicago.
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Más de 20.000 hectáreas, que ocupan territorio alavés y vizcaíno, conforman el parque natural que corona el mítico Gorbea, el monte más alto de Álava (1.481 metros). Pero el parque es mucho más, es una sucesión de pasajes insólitos en los que se incluyen frondosos bosques, extensos pastos, chabolas de pastores, saltos de agua o las cuevas de Mairuelegorreta, en Zigioitia, con galería de más de 12 kilómetros. Durante los paseos es fácil escuchar el canto de los pájaros, ver volar a distintas especies e incluso encontrarse con alguna nutria, más difícil de ver, en cualquier caso, que los caballos, vacas u ovejas.
8
Desde el puerto de Arlaban, en el límite de Álava y Gipuzkoa, hasta Murieta, en Navarra, la Vía Verde del Vasco-Navarro (trazado que utilizó el ferrocarril hasta 1967) ofrece 85 kilómetros para caminar o pasear el bicicleta. En Antoñana hay que hacer una parada obligada para visitar el Centro de Interpretación de la Vía Verde, acondicionados en los vagones de un tren que ha convertido este enclave de Campezo en su estación definitiva.
9
A sólo tres kilómetros de su nacimiento, el Nervión se lanza al vacío. Una caída de 207 metros de altura convierten a la que antiguamente se conocía como la cascada de Delika (por su emplazamiento) en la más alta de España. El mejor lugar para contemplarla es el mirador al que se llega por la pista que conduce desde la carretera del puerto de Orduña a Berberana. Es necesario recorrerla a pie, pero la ruta, que no presenta dificultades, tiene el premio final de una imagen espectacular. Con un poco de suerte, los buitres vuelan a la altura de los ojos del espectador.
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Más de mil especies de plantas procedentes de los cinco continentes y un reducto de encinas cascarras integran el Jardín Botánico de Santa Catalina, una extensión de terreno en la Sierra de Badia, en Trespuentes, que rodea las ruinas de un antiguo palacio-convento. Un paseo por este jardín ofrece la posibilidad de apreciar desde los puntos de más altura la Llanada alavesa con el yacimiento de Iruña-Veleia, el pueblo de Trespuentes y su puente sobre el Zadorra, Mendoza y los Montes de Vitoria. Por si fuera poco, el Botánico de Santa Catalina fue el primer lugar de España certificado como Parque Estelar Starlight por sus condiciones para observar el firmamento.
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