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Son habitáculos de apenas nueve metros cuadrados. Hasta 72 horas consecutivas puede pasar en su interior un detenido. Tiempo en el que se hace necesario reponer fuerzas. Y todos los cuerpos de seguridad operativos en la provincia, más la administración judicial, lo contemplan en ... su día a día. EL CORREO ha consumado un recorrido, exclusivamente con pretensiones culinarias, por las celdas de comisarías y del Palacio de Justicia.
La dieta del calabozo arranca en la base de Portal de Foronda. Dentro de su sistema de gestión de calidad, la Ertzaintza ofrece raciones que «guardan un equilibrio alimenticio». Todos sus menús, que se dan precintados en cajas de cartón, están «libres de alérgenos, de gluten y son aptos para personas diabéticas».
De desayuno, la carta incluye 200 mililitros de leche, sola o con cacao, y un zumito. Para mojar, unas galletas, una magdalena o bollería similar, siempre sin superar los 60 gramos. Las comidas y cenas se asemejan a esos platos servidos a miles de pies de altitud en los vuelos internacionales. Bases de legumbres, cereales o verduras mezcladas con carnes de vacuno, porcino o avícola. También existe la opción de pescado, pero siempre «libre de espinas». Por último, una porción de pan.
Las raciones se presentan de tal manera que pueden ingerirse con cuchara. El tenedor y el cuchillo se obvian «para evitar autolesiones». Estos desayunos salen a 1,10 euros la unidad, por 3,41 euros las otras comidas.
En Aguirrelanda, sede de la Policía Local, entonan un guión similar. Sus platos «son aptos para celíacos, porque no contienen gluten, y para musulmanes, porque tampoco traen carne de cerdo». Del zumo y galletas que ayudan a amanecer con mejor humor se pasa, tanto al mediodía y como a la noche, a una baraja de precocinados que incluye ensalada de quinoa, pasta o paella. «Se los calentamos en el microondas», explican desde la casa azul.
Como en el resto de cuerpos policiales, los cubiertos son de plástico. Buscan «evitar que los arrestados se autolesionen». Este año llevan encargados 300 desayunos, 200 comidas/cenas y 600 botellines de agua, cuyo consumo «se dispara en verano». La próxima semana, por cierto, habrá un nuevo pedido a la empresa de alimentación contratada.
La carta de viandas más extensa pertenece a la Policía Nacional. En su comisaría de la calle Cuenca del Deba existen hasta catorce variedades. Casi como un restaurante. A los arrestados 'normales' les brindan cacahuetes, de caña de azúcar o fritos con miel, como guinda en los desayunos. En las comidas hay una ración de 400 gramos de arroz con pollo o macarrones a la boloñesa de pollo. Y para despedir la jornada caliente, patatas guisadas con pollo o garbanzos guisados con vacuno. Celíacos y musulmanes disponen de sus propias cartas personalizadas.
«El aporte calórico diario entre las tres comidas no será inferior a 2.200 calorías», dictan las bases de su pliego de contratación, que comprende el abastecimiento a 70 comisarías del norte de España. Sus precios van desde los 2,20 euros a los 5,50. «Muchos malhechores comen mejor cuando son detenidos que en sus casas», sostiene un policía veterano.
Y si Ertzaintza, Policía Local y Policía Nacional tiran de compañías suministradoras, la Guardia Civil es la excepción. En su Comandancia de Sansomendi, a estos 'clientes' se les sirve un café y un bollo del bar existente en el complejo. Idéntico a lo que pueda tomar un agente. Para las comidas y cenas, un bocadillo «hecho al momento» y agua.
En el Palacio de Justicia se turnan en el día a día delictivo cuatro juzgados de Instrucción. Si la declaración a algún sospechoso se demora más allá de las dos de la tarde toca alimentarle. Lo mismo en los juicios largos, generalmente desarrollados en la Audiencia Provincial de Álava. Para estas contingencias, un ertzaina acude al cercano bar Manai, en la calle Lascaray.
En este conocido local cocinan entonces un bocata de tortilla de jamón o chorizo. Si el cliente profesa el credo musulmán debe conformarse con tortilla francesa. Para beber, un botellín de agua. «El único que se saltó esta norma fue Ramón Talegón (el hostelero condenado por matar a su suegra). Las sesiones de su juicio duraban todo el día y había un receso para comer. Venían a por la carta y él elegía un plato combinado», recuerda Fernando García, su mágico dueño. A este asesino, comparte el hostelero, «le pirraban el filetito a la plancha con ensalada, croquetas y patatas fritas o el escalope con huevo frito, ensaladilla, pimientitos verdes y patatas fritas».
Puede presumir de 14 alternativas distintas. En la comida sirven un plato con 400 gramos de arroz con pollo o macarrones a la boloñesa. Se acompañan con galletas saladas. A las noches se da a elegir entre patatas guisadas con pollo o garbanzos guisados con vacuno. Para beber, un botellín de agua. Existe un surtido de menús alternativos para celíacos y musulmanes.
Su carta oferta tres variables; pasta, paella o ensalada de quinoa. Se completa con un botellín de agua y unas galletas saladas. El consumo se realiza con cubiertos de plástico «para evitar que el detenido se autolesione». En el desayuno, este cuerpo opta por zumo y galletas.
Cuando un detenido permanece más allá de las dos de la tarde, un ertzaina solicita un bocadillo de tortilla de jamón o de chorizo y un botellín de agua en el cercano bar Manai, ubicado en la calle Lascaray. Si el 'cliente' encerrado profesa el credo musulmán se opta entonces por una tortilla francesa.
Las raciones se entregan precintadas en cajas de cartón. Llevan impresa información nutricional. Se trata un único plato que alterna legumbres, cereales o verduras con carne o pescado. Hay disponibles variedades diseñadas para diabéticos, celíacos o musulmanes.
En la Ertzaintza Las raciones se diseñan para su consumo con cuchara, así se evitan autolesiones
En el Palacio de Justicia «El único que se saltó el bocadillo fue Ramón Talegón, en su juicio pedía plato combinado»
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