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«Calles de Madrid, no me esperaba vientos de poniente junto a Jimmy Page. Tienen que vestir telas de plata, negritas sin hacerse oír», decía Quique González en una de las canciones más hermosas de todas cuantas se han escrito sobre la ciudad. Y Diego ... Guerrero, más que cantarle, le ha compuesto letras que hierven a 100 grados. Compases que crujen. Ritmos que explotan en la boca.
Dicen que en Madrid nadie es de Madrid pero todo el mundo se acaba sintiendo de Madrid. Y esta frase, que no deja de ser una variante bastante más enrevesada, mucho más modesta y algo menos chovinista de ese manido 'los de Bilbao nacemos donde queremos', se le puede aplicar a la perfección al chef vitoriano, flamante premio de Cultura de la Comunidad de Madrid junto con figuras como Cayetana Guillén Cuervo, Irene Escolar o Enrique Ponce.
«Estoy superhonrado, es un premio que nos hace especial ilusión, no sólo porque nos hayan elegido a nosotros, también porque la gastronomía esté reconocida en estos premios. Porque es cultura, al igual que otras disciplinas que influyen en un territorio y en un país», reconocía el chef a este diario pocas horas después de conocerse el fallo, que también ha reconocido la labor de once personajes destacados de la danza, las artes plásticas, la moda y la literatura que desarrollan su labor en la región.
El reconocimiento, dotado con 18.000 euros, viene a confirmar el profundo arraigo de Guerrero en la ciudad. «Siempre le estaré agradecido, porque me dio la oportunidad para desarrollar mi proyecto», aseguraba el cocinero en estas páginas hace ya un par de años, cuando abrió, de par en par, las puertas de su DSTAgE a este diario. Levantó la persiana en 2014, tras marcharse del también madrileño Club Allard, donde dejó brillando dos estrellas Michelin. Entonces protagonizó una de las historias de éxito más fulgurantes de la cocina española: a los cuatro meses, ya fue reconocido con su primer entorchado. El segundo no tardó en llegar.
Siempre con perennes listas de espera, el restaurante, omnipresente en las mejores guías, se ha convertido en uno de los lugares de peregrinaje de los morros más finos. Allí comen futbolistas, actores, políticos y artistas de todo pelaje. Y, lo cierto es que en estos años, el chef alavés se ha convertido en una 'socialité' capitalina. En el mejor de los sentidos.
Guerrero se ha integrado a la perfección en el paisanaje madrileño, codeándose con personajes influyentes de la ciudad. Además de llevar las riendas de su local -sonará a perogrullo pero él sí es de esos cocineros que cocinan-, es frecuente su asistencia a eventos y ha colaborado con diversas causas solidarias, se ha implicado en galas de campanillas para recaudar fondos y hace unos meses, él fue uno de los chefs de relumbrón que fueron invitados a un almuerzo en el que la alcaldesa, Manuela Carmena, les cocinó una crema de lentejas y pavo escabechado. Para entonces, él ya se había zampado a dos carrillos una ciudad que ha hecho suya.
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