![Diego de Borica, un vitoriano contra apaches y comanches](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201809/10/media/cortadas/Apache_chieff_Geronimo_(right)_and_his_warriors_in_1886-kI4G-U608803883897LC-624x385@El%20Correo.jpg)
![Diego de Borica, un vitoriano contra apaches y comanches](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201809/10/media/cortadas/Apache_chieff_Geronimo_(right)_and_his_warriors_in_1886-kI4G-U608803883897LC-624x385@El%20Correo.jpg)
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Entre 1771 y 1776, en apenas cinco años, los territorios de la frontera norte del Virreinato de Nueva España (México) sufrieron terribles ataques de los apaches que asesinaron a unas 1.674 personas, capturaron a 154, saquearon 116 haciendas y ranchos y robaron 66.155 cabezas de distintos tipos de ganado. Alguien puede pensar que estaban en su derecho en respuesta a la invasión hispana, pero es que resulta que esta tribu y la de los comanches, las dos más belicosas, habían sido expulsadas de sus territorios del Este americano por los británicos y franceses. Las tribus que ocupaban históricamente aquellos territorios, los famosos indios puebla, navajos y un largo etcétera, se habían adaptado a la presencia española, menos traumática, gracias a la presencia de los misioneros y a las propias leyes indias de los borbones muy satisfactorias para los indígenas, aunque siempre hubo abusos.
Estamos hablando de un territorio que era cuatro veces España y que iba desde Luisiana hasta California, más de 2.400 kilómetros de distancia. Un siglo antes, en 1680 se produjo la primera gran rebelión india tras un período de sequía y la consiguiente hambruna. Los pacíficos puebla esta vez mataron a 21 misioneros y 380 colonos.
Como sabemos por las películas del Oeste, un siglo después apaches y comanches luchaban por no ser borrados de la historia con una violencia que ellos consideraban legítima. Y fueron literalmente destruidos tras muchas guerras que ha inmortalizado el cine en obras maestras.
Lo que muy poca gente conoce es que a finales del siglo XVIII eran muchos vascos, entre los españoles que colonizaron aquellas tierras, los que se pelearon a cara de perro con estos indios. Vamos a contar la historia de uno de ellos, Diego de Borica y Retegui nacido en la primera vecindad de la Correría de Vitoria en 1742.
Con 20 años, es cadete en el Regimiento de Infantería de Sevilla, un destino habitual de los hijosdalgo vitorianos, y cruza el charco dentro de una expedición de casi 1.700 soldados que pretendía reorganizar los ejércitos de la frontera ante el avance inglés en Norteamérica y la inestabilidad. España quería mostrarse como una fuerza poderosa ante los indios más guerreros.
El escritor Ángel Martínez Salazar ha escrito un completo tratado sobre la figura de Borica pero su biografía puede leerse también en la Academia de la Historia o en autores norteamericanos.
Cuenta Salazar (el libro se titula Diego de Borica y Retegui, gobernador de California) que el vitoriano alcanza el grado de teniente de caballería en mayo de 1774 con destino en la compañía de presidio (nombre que se da a las fortificaciones y puestos militares de la Corona española) de Santa Fe, actual capital del estado de Nuevo México, la más antigua de los Estados Unidos. En su hoja de servicios consta que en 1775 y años sucesivos «realizó dos salidas contra los comanches y tres campañas contra los apaches 'castigando muy bien a estos últimos', se matiza. En dichas operaciones dirigió destacamentos de 150 y 250 soldados, actuando una vez como subordinado y las demás como jefe».
En el mismo texto se dice que el teniente Diego de Borica reconoció con 250 hombres las sierras de la Magdalena y Ladrones interviniendo de este modo en la campaña general de 1776 contra estos indios rebeldes que habían causado daños en Albuquerque, Cienaguilla, Santa Fe, Abiquiú y Taos.
Todo lo que nos cuenta Martínez Salazar y lo que hemos podido leer en otros autores nos suena, nos parece un 'deja vu' con cien años de anticipación. Por ejemplo, la obsesión de los apaches y comanches por robar caballos españoles que luego montaron como nadie lo ha vuelto a hacer. O secuestrar mujeres (tema de la película 'Centauros del desierto'). Antes de la llegada a América de Colón este cuadrúpedo no existía y cuando los sioux acabaron con el 7º de Caballería dieron una lección de cómo montar caballos en combate.
«No hay que olvidar, sin embargo, que éstos (indios) eran ante todo grandes depredadores. Si bien no desdeñaban atacar a correos aislados o a pequeños grupos de soldados, su objetivo principal era asaltar establecimientos españoles para saquearlos. Un testigo contemporáneo describía así su táctica: 'Las marchas las hacían de noche, cuando atravesaban una llanura, o de día, cuando lo hacían por las sierras; procuraban siempre seguir terrenos pedregosos para evitar, en la medida de lo posible, dejar huellas; se dividían en pequeños grupos para evitar levantar polvo…..durante todo el día observaban con todo detalle la vida de los habitantes del lugar y por la noche descargaban el golpe….haciéndolo con tan gran furia y gritos atronadores que no daban tiempo ni a tomar las armas para defenderse».
«La guerra en la frontera se distinguía por su crueldad. Los indios no hacían distinción de sexos ni de edades a la hora de matar o de llevarse cautivos a los colonos y los hispanomexicanos respondían con la misma moneda. Existen documentos oficiales en los que se menciona expresamente la práctica de cortar la cabeza o las orejas a los enemigos muertos para contabilizarlos».
El 8 de julio de 1777, Diego de Borica fue promovido a capitán de caballería y varios meses después destinado al presidido de San Elizario (localidad actual del estado de Texas). Borica asistió esos años al gran triunfo de Juan Bautista de Anza, criollo de origen vasco, sobre el caudillo comanche Cuerno Verde (1779) tras una jugada maestra en la que el gobernador español atacó a los indios hostiles desde el Norte después de haber superado la sierra de Almagre en Colorado.
Con grado ya de comandante participó en 1784 en otra dura campaña contra los apaches. Posteriormente, dirigió varias acciones como ayudante inspector de presidios, así como campañas en favor de los indios pacíficos. Un obispo se quejó del exceso de libertad que se daba a los nativos para asistir al catecismo en tiempos de Borica.
En 1792 ocupó interinamente el gobierno de Nueva Vizcaya (norte de México) y Carlos IV le designó para ocupar el cargo de gobernador de California el 10 de julio de 1793.
Diego de Borica era además un ilustrado y un hombre que perteneció a la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País desde 1779.
El vitoriano se mostraba feliz en su nuevo destino. Tras llegar a la capital, Monterrey, con su mujer, su hija, un ayuda de cámara, una doncella, un cocinero y un criado negro, se mostraba así: «California, una tierra para vivir mucho y sin preocupaciones, venid», les decía a sus amigos. Y describía así el territorio. «Hermosa tierra, saludable, ni fría ni caliente, de buen pan, excelente carne y pasable pescado, y 'bon humeur' que vale por todo el resto. Abundante en comida, pero lo más asombroso es la fecundidad general. El clima es tan bueno que todos se están pareciendo en el color y en lo saludable a los ingleses. Este es el país más pacífico y tranquilo del mundo. Uno vive mejor aquí que en la corte más civilizada de Europa».
Diego de Borica, a sus amigos
Durante su mandato se reforzaron las defensas de la costa y estableció escuelas de idioma español para los indios. Mantuvo muy buenas relaciones con su paisano vitoriano y responsable de las misiones franciscanas Fermín Lasuen, aunque hubo encontronazos por la distinta manera de entender la independencia eclesiástica.
No pudo llevar a cabo el sueño de unir California con Nuevo México a través de un camino seguro pero dejó una huella de progreso y desarrollo. Durante su gobierno se construyó en 1795 un fuerte para la defensa del puerto de San Francisco y reforzó las existentes en los presidios de Monterrey y San Diego. A instancias del virrey Branciforte fomentó en la medida de sus posibilidades técnicas el cultivo del cáñamo en la Alta California. La ganadería tuvo un gran auge durante su mandato extendiéndose a la práctica totalidad del territorio californiano. Aspecto novedoso de su período es el interés que mostró por fomentar las necesidades educativas de los habitantes de la región. Fundó la primera escuela en el poblado de San José de Guadalupe en 1794.
En 1795 en honor a sus servicios fue ascendido a coronel de Caballería. Procuró establecer nuevos asentamientos. Murió en Durango (Nuevo México) en 1800. Y fue enterrado con el manto de la orden de Santiago. Dejó viuda, Magdalena Urquidi, y tres hijos.
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