Día de Todos los Santos en Vitoria

«Aitite, te he traído un dibujo en el que estamos tú y yo jugando al fútbol»

No solo lo revelaba esa interminable peregrinación de miles de personas que visitaban a sus familiares. También que a media mañana ya no quedasen centros de flores blancos, ese color que manifiesta que el sentimiento sigue muy vivo. «Lo que más se ha vendido son los crisantemos. Pensábamos que a lo largo de la semana la afluencia de gente sería mayor por coincidir con un puente, pero la lluvia quizá haya influido y ayer y hoy estamos viendo mucho trajín. Las ventas son como en años anteriores», comentan Gustavo y Juantxo, de Landarbaso, frente al camposanto de Santa Isabel. Porque hay tradiciones que no cambian y a las visitas se suma el cambio de flores.

«Mira que centro más bonito...», comentaba María José Ortiz de Quintana, de camino a la tumba en la que descansa desde hace dos años y medio su marido, Aniceto Iregi. «En estos momentos me invaden los recuerdos de todo lo bonito que hemos vivido en los 50 años que hemos compartido de vida. Nos hemos cuidado hasta el final y ahora yo lo seguiré haciendo; él, también sé que lo está haciendo», confiesa, con esas melodías de mariachis siempre en su cabeza. «Siempre le gustaba escucharlo. Tenía una voz muy bonita, cantaba en la coral de Desamparados».

Ella estaba de camino a la tumba, mientras que sus amigas Blanca Zugasti y María Pilar Bernaola realizaban el recorrido inverso. «Es siempre un momento especial en el que aprovechas para rezar por ellos», comentaba Bernaola. «Yo vengo a ver a mis padres y mis cuatro hermanos. Llevo viniendo desde que era niña porque mis padres murieron muy jóvenes», recordaba su amiga. En otros casos, ese duelo es más reciente. «La pandemia me arrebató a mi mujer, mi compañera de viaje en la vida. Cada día me acuerdo de ella, de su sonrisa, de sus cariños, de su abrazos...», se apenaba Joaquín Romero, con un a regadera en la mano, con la que evitar que esos recuerdos se marchiten.

Porque este viernes es día de recuerdos, pero también de cuidados. «Lo primero que hacemos en 'ponerles guapos'», apuntaba José Ignacio Guinea, mientras retiraba las hojas y ramas de la tumba, junto a Isabel y Maite. «Aquí está enterrada toda nuestra familia, por parte de los Goikoetxea», explicaban, antes de aflorar los recuerdos y sentimientos. El último adiós se lo dieron a José María. Esa escultura que corona el sepulcro con el mensaje 'hau da Txema' es en honor a su primo «que siempre hablaba y defendía el euskera. Lo tenía en casa y se le trajo aquí».

El trajín de visitantes ha sido mucho mayor en El Salvador, a las afueras de Vitoria. La afluencia en los autobuses de Tuvisa y las caravanas de coches así lo reflejaban, también las calles del cementerio. Si el de Santa Isabel cuenta con 3.300 sepulturas, El Salvador tiene 8.000 nichos, 6.000 tumbas y 300 columbarios. Los homenajes y renovación de flores se han repetido a lo largo y ancho de este camposanto. Un goteo incesante de visitas y sentimiento.