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En los aledaños del 8 de marzo una noticia que saltó en las Islas Baleares se cruzaba en dirección contraria con la marea que ... teñía España de violeta, de punta a cabo. El flash resultaba demoledor: «Un grupo de feministas radicales propina una paliza a tres chicas, dos de ellas menores, por negarse a ponerse un lazo morado».
Todos los esfuerzos por convertir la reivindicación feminista en un movimiento pacífico se teñían de nubarrones, muy propicios para la contraprogramación y la contrainsurgencia ideológica.
Inmediatamente, Vox Mallorca tomaba las riendas del caso, convirtiéndose en interlocutor de la familia y poniendo todos sus medios de propaganda al servicio de la difusión informativa del suceso, haciéndose eco de la información por tierra, mar y aire.
Tal parecía como si la realidad viniera a demostrar lo que hasta entonces pudiera ser calificado de prejuicio y que, a partir de su constatación, se manifestaba como una realidad incontestable: el movimiento feminista se teñía con la sangre de tres chicas. Los malos tratos no eran patrimonio de los maltratadores, sino que eran las propias mujeres quienes se convertían en verdugos de mujeres.
Hablando con la madre y teniendo acceso a documentos como el parte médico de lesiones, la formación ultra ejercía poco menos que de portavoz de la familia agredida, aportando nuevos datos como la interposición de una denuncia de la familia de las adolescentes apaleadas ante la Guardia Civil contra tal infamia. Violencia de género en estado puro, mujeres contra mujeres, sin necesidad de que mediase un varón de por medio.
La noticia se extendía como un reguero de pólvora. Una televisión de ámbito nacional entrevistaba a la líder de Vox Madrid y esta confirmaba la noticia y proporcionaba más datos, revelados por la apesadumbrada familia objeto del ataque.
El presidente de Vox irrumpía triunfante en las redes sociales, tuiteando con rotundidad su repudio a esta terrible agresión: «A esto lleva el adoctrinamiento en las aulas. Unas feminazis enloquecidas han dado una paliza a tres niñas por no tragarse sus malditas imposiciones. Ya basta».
Cualquier lector avisado interpretaría el epílogo del tuit del intrépido político como una emulación del 'Basta YA vasco' ante un hecho que no hacía sino poner la conclusión a un silogismo contundente: ellas se lo comen y ellas se lo guisan. La infamia del terrorismo mismo ligada a la infamia de la violencia feminazi. En fin. Miles de retuits, miles de vídeos compartidos en FB. Notas informativas amplificando la onda expansiva de la paliza de marras. El daño ya estaba hecho.
Por fortuna, el periodismo no ha muerto. Y horas más tarde se pinchaba el globo cuando el Diario de Mallorca desmentía la noticia de forma categórica. No había madre apesadumbrada. Ni niñas mártires maltratadas hospitalizadas. Ni parte de daños que acreditaran el ataque. Ni agresión feminazi. Ni siquiera una miserable denuncia ante la Guardia Civil. El montaje se desinflaba y el castillo de naipes, diseñado para afear la jornada feminista en España, acababa evaporándose ante la cruda realidad.
Pese a la contundencia del desmentido, Vox no dio marcha atrás ni retiró el vídeo de su página de Facebook denunciando aquella agresión inexistente. Fue su presidente, sí, el que borró el tuit para no dejar pistas, sin disculpar su actitud y sin rectificar ninguna de sus aceradas críticas ni su «Ya basta» a la violencia de las pretendidas feminazis.
A esto se le llama desinformación. O fake news. O mentira podrida. O vulgares patrañas con el afán de encrespar ánimos y enconar el hermoso debate sobre la igualdad entre hombres y mujeres. Y es una lepra contemporánea que roe la verdad y pudre la información en nuestro tiempo, convirtiéndola en yesca para incendiar onciencias y provocar reacciones primarias.
Todo el mundo sabe que si comes comida basura, tienes muchos boletos para sufrir problemas cardiovasculares. Pero si consumes noticias basura, ennegreces tu alma, dañas tu criterio, compartes estiércol y tu entorno se desertiza éticamente. Confundes con patrañas a quienes quieres, cuando tu argumentario se reduce al puñetazo en la mesa.
Esta pornografía informativa no es patrimonio exclusivo de ultras o de tarados. Hay mucha inteligencia contratada, pagada y estructurada para generar esta basura de consumo y acceso libre para gentes poco avisadas. Si no cuidas los medios de comunicación que consumes, ellos acabarán consumiéndote a ti. Por eso has de ser exquisito antes de dañar la reputación de alguien con un retuit o con un compartir en redes.
En tus manos está elegir los medios a través de los que te informas con el cuidado que la cuestión merece. Si no utilizas profilácticos mentales adecuados, contraerás la peor de las enfermedades contagiosas: la sífilis de la desinformación. Y pasarás a ser un pelele más en manos de quien, sin tú saberlo y sin consentimiento alguno, estará utilizándote de forma miserable.
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