«Esto tiene que cambiar ya. Nunca he visto algo así. ¡Si es que estamos más que en el Celedón!» Montse, de casi 60 años, movía la cabeza sin parar, de un lado a otro, con rapidez, nerviosa y emocionada a la vez. Más de ... 12.000 mujeres la rodeaban este jueves en la concentración matinal de una plaza de la Virgen Blanca inundada por el color morado, en el que fue el preludio de una de las manifestaciones más multitudinarias que se recuerdan en Vitoria, con 70.000 personas, según los datos de la Policía Local, empujadas por un sentimiento feminista que nunca antes se sintió tan aglutinador.
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Una jornada histórica para las mujeres de todo el país, con trascendencia internacional, que llegó medio siglo después de que la escritora, filósofa y activista por los derechos humanos, Simone de Beauvoir, definiera el movimiento como «una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente». El 8 de marzo de 2018 marcará un hito porque, al menos el 50% de esa premisa, se ha cumplido.
Aunque en realidad la aseveración de Montse es la que más se ajusta a lo que este jueves se vivió en nuestras calles: las mujeres no se quedaron en casa o en sus puestos de trabajo, salieron y expresaron el rechazo compartido por la mayoría de los hombres a la lacra de la violencia machista, los techos de metacrilato en el trabajo, el sexismo y la desigualdad de géneros. El primer 8-M con llamamiento a secundar una huelga general o a realizar paros parciales -que tuvieron un seguimiento desigual- se movió entre la reivindicación y la fiesta.
Las imágenes multitudinarias de las concentraciones y sentadas que se captaron desde las doce de la mañana en las plazas de General Loma y Virgen Blanca, Dato o Florida o la larga cola (más de dos kilómetros) que a las 20.00 horas se expandió desde la plaza de San Antón hacia la calle Francia para desembocar en la plaza de Los Fueros, quedarán en la retina como el ejemplo de que algo puede haber empezado a cambiar. Una marea que no distingue edades ni condiciones sociales. «Unidas venceremos», clamaban en los carteles.
El año pasado, 4.020 vascas sufrieron agresiones de naturaleza machista y lo denunciaron, un 6,5% más que en el año anterior-, «Gora borroka feminista» o «alianza criminal, patriarcado y capital» fueron algunos de los eslóganes que se entonaron en las protestas de la calle, combinadas con temas musicales como el ‘Dramas y comedias’ de Fangoria. Las incidencias más significativas -más allá de la intervención de algunos piquetes- se redujeron a la entrada de 25 mujeres en la sede del INSS o al bloqueo del tranvía durante dos horas por la sentada masiva de la calle Dato, que también interrumpió alrededor de 30 minutos el servicio del urbano.
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Desde la Asamblea de Mujeres de Álava y Euskal Herriko Mugimendu Feminista se calificó de «éxito» la huelga del 8 de marzo; ejemplo del «esfuerzo de todas las mujeres». Los colectivos convocantes reconocieron haberse sentido «desbordados. No nos esperábamos algo así, la verdad», apuntaban desde CNT, que promovió parar durante toda la jornada. ELA, LAB, Steilas y ESK, la mayoría sindical vasca, abogó por cuatro horas por cada turno entre las 11.00 y 15.00 y de 18.00 a 20.00 horas; una fórmula similar a la planteada por UGT o CC OO.
Este último sindicato también promovió una acto reivindicativo -más minoritario- casi a la misma hora y a escasos 20 metros de una Virgen Blanca (plaza de España) abarrotada. Partidos políticos, parlamentarios, junteros y concejales también quisieron implicarse en favor de la igualdad. Lo hicieron en una sucesión de concentraciones dispersas ante sedes o edificios institucionales.
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El «Si nosotras paramos, el mundo se para» fue el mantra de la jornada de huelga. Pero la repercusión no dibujó un escenario ni tan contundente ni tan redondo en el territorio. El Ayuntamiento de Vitoria, que aportó «datos provisionales» cifró en 238 el número de empleados que no acudieron a sus puestos de trabajo (incluyendo personal de Tuvisa, de Ensanche 21 y cinco concejales de EH Bildu y dos de PSE-EE). Decenas de funcionarias de la administración pública autonómica, se concentraron a las puertas de la sede del Gobierno vasco en Lakua para, posteriormente, acudir a la protesta de la Virgen Blanca.
En el transporte, dieciocho conductoras y conductores de Tuvisa decidieron no encender los motores de sus autobuses en un día en el que los flujos del urbano se movieron entre los 10 y los 40 minutos, en función de las líneas y tramos horarios. El tranvía consiguió cubrir el 98% de los servicios mínimos que había planteado el Gobierno vasco (el 30% de los metros ligeros que circulan en una jornada normal). Salvo el citado ‘parón’ fortuito de la calle Dato y el corte provocado por la manifestación (20.00 a 21.30 horas), Euskotren aseguró que consiguió mantener la programación de un convoy cada 45 minutos. Eso sí, con imágenes de paradas abarrotadas por los usuarios en el centro de la ciudad (Parlamento o Sancho el Sabio eran buen ejemplo de ello). No se suspendió ningún servicio del transporte foral Arababús aunque «sí se observó un descenso en el número de viajeros», explicaron desde la Diputación.
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El seguimiento en las empresas privadas es difícil de calcular. «Nosotras nos hemos marchado todas a las diez», indicaba Lorea, la empleada de una pequeña sociedad de arqueología vitoriana. Ampliando el ancho focal, la situación cambiaba, aunque, se insiste, sin datos oficiales. Impresiones. En el parking de Miñano, por ejemplo, el número de vehículos estacionados era similar a cualquier jueves y desde las grandes empresas como Mercedes -cuya plantilla está integrada en un 15% por mujeres- o Michelin se deslizó que el seguimiento no había sido relevante.
En el ámbito educativo, a la espera de que se conozcan los datos concretos de Álava, el efecto de la huelga se cifró en un 43,46% en el conjunto de las haurreskolak de Euskadi, con 1.247 educadoras y educadores. El día de clase estuvo marcado por un sinfín de actividades extraescolares para promover la igualdad y el respeto. Niñas y niños de entre 2 y 12 años compartieron lecturas, coreografías y otros trabajos creativos. La imagen de ‘vacío’ estuvo en las aulas del campus alavés de la UPV. Allí las clases o terminaron antes o no llegaron a comenzar.
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Y en el área laboral más sensible y feminizada, la de los servicios sociales, la voluntad de hacer huelga, de ser parte activa de la ola morada, entró en conflicto con la responsabilidad de las propias trabajadoras. El decreto de servicios mínimos, después de un pulso a última hora con los representantes sindicales -fue recurrido por ELA y LAB-, se flexibilizó en vísperas de la jornada de paros con una reducción de los servicios mínimos del 70% al 50%. Pero trabajadores de residencias, centros de día y servicio a domicilio de Álava tuvieron difícil dejar sus puestos. «La plantilla, ya de por sí está bajo mínimos. Vamos tan justos que cuando falta una persona ya se nota», explicó Mentxu Sáez, auxiliar de enfermería.
Quien no tuvo turno de tarde sí pudo asistir a la mayor manifestación que ha vivido esta ciudad en muchos años. Las calles de Vitoria no dieron abasto, como sucedió también muchos puntos de Euskadi y España, donde las principales arterias de Madrid, Barcelona y Sevilla se colapsaron. Según los sindicatos, alrededor de 6 millones de personas se sumaron a los paros de dos horas convocados en los turnos de la mañana en diversas empresas del Estado. Y todo porque «esto tiene que cambiar ya». Si usted es un lector (que no lectora) y este jueves entró en esa marea morada, el cambio no tiene por qué tardar.
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Transporte Diciocho chóferes de Tuvisa hicieron huelga y el tranvía tuvo que parar por las manifestaciones
Proteta Partidos políticos, junteros y parlamentarios protagonizaron actos dispersos por el mañana
En España Alrededor de 6 millones de personas se sumaron a los paros de dos horas convocados
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