Claro que hay trece. Y, como siempre, destila honestidad. Quique González se acerca a Vitoria con su banda y con el cancionero de 'Sur en el valle', el décimo tercer álbum de su discografía. Como en todo nacimiento reciente, hay quienes le sacan un parecido ... y quienes lo ven más próximo a otro. Pero serán el tiempo y los escenarios (hoy, a las 19.30, el Teatro Principal, aún quedan algunas entradas) quienes desvelen más del carácter que le ha transferido su progenitor.
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– ¿Cómo lleva la gira en estos tiempos inciertos?
–Con mucha incertidumbre. Tuvimos que suspender en Madrid y Gijón por covid. Los músicos estamos acostumbrados a vivir en esa incertidumbre, pero es estos tiempos, más. Y afecta a todo, con limitaciones de aforo y protocolos distintos según el sitio al que vas.Se está haciendo largo, como a la mayoría de la gente .
– Claro, además de difícil.
– La gente del espectáculo, quienes trabajamos en el teatro y en la música lo tenemos más complicado que quienes lo hacen en otros sectores. Es raro tocar con la mitad de aforo y volver a casa en un tren lleno, algunos sin mascarillas... Nos adaptamos y priorizamos la seguridad de la gente pero a veces no entendemos mucho lo que pasa en nuestro sector. Seguimos luchando contra la adversidad, como siempre. Lo importante es hacer un buen concierto en las circunstancias que haya.
– Son días de contagios. ¿Hasta qué punto el repertorio anterior se ha 'contaminado' con ese aire meridional?
– El entorno condiciona tanto la composición de las canciiones como a la hora de tocarlas en directo. Las circunstancias que he mos vivido, también.He tenido que escribirlo prácticamente en casa, rodeado de los valles pasiegos. Se me ha colado mucha más naturaleza, más escenarios por los que estoy rodeado en mi día a día. Se cuelan y condicionan el tipo de canciones.
– ¿Sin artificios y dejándose llevar por la música?
– Salvo los dos primeros discos, en el resto me gusta que suene natural, que se note la respiración de los músicos. Priorizo esa naturalidad y espontaneidad a la pulcritud y la perfección. Me gusta tener la sensación, tanto en el estudio como en los conciertos, de que las canciones están vivas, que no sean algo que sucede todos los días, que haya alguna sorpresa. Que de repente alguno de los músicos se vaya un poquito del guion y que el resto le vaya compañando.Así las canciones siguen creciendo en directo.
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– ¿Empieza ya en el estudio?
– Grabamos cinco músicos tocando en una sala y las voces son de la misma toma. Sólo volví a cantar dos porque se colaba demasiado ruido.
– ¿No eran sólo guías?
– En el 80% de los casos dejamos las voces. En la música que me gusta escuchar, mis grandes héroes han grabado de esta manera.Incluso, dejando errores, gambas, en la grabación. Pero tienes la sensación de naturalidad, de que algo está sucediendo, como si tocaran en el salón de tu casa.
– Todo este culebrón de Eurovisión, ¿es una locura del viento sur o una muestra de que esto y la música van en ligas distintas y hasta en deportes diferentes?
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– Por un lado, a mí nunca me han interesado Eurovisión ni los concursos o 'talent shows'. Sobre todo, la música para mí no es nunca una competición. Creo que tiene que haber todo tipo de música, pero me parece demencial que una horterada tan grande como Eurovisión se convierta en el tema central de tertulias políticas, en la televisión y la radio.Me parece que tiene que ver más con una maniobra de distracción que con un interés real por la música. Tiene poco que ver con ésta, más con el entretenimiento. Y, si ahora suscita más interés que antes, a mí me interesa menos todavía.
– ¿Qué le parece el asunto de los abandonos de Spotify por Neil Young y otros ante los podcasts antivacunas?
– Estoy detrás de Neil Young en esto y en otras cosas. Me parece que en el fondo late la sensación de que el reparto de derechos en lo digital y en plataformas es manifiestamente injusto para los creadores. La culpa es más de los dueños de los sellos y plataformas, que son los que se benefician más de la música. Debería regularse. La retirada de Neil Young se debe a los podcasts antivacunas, pero creo que va mucho más allá.
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– Hay una palabra al final de 'Sur en el valle', «pasión». ¿Es la clave de todo?
– La pasión es muy importante. Está simbolizada en el fuego en muchas partes del disco. Mantener la pasión, las ganas, la ilusión es algo que me ronda mucho la cabeza, más en estos tiempos.
– Hay mucho negacionista y conspiranoico, pero tampoco sobra un tema como 'La tripulación', donde se deja ver lo que se mueve en la sombra.
– Sí, es el verdadero poder, al que no ponemos cara y no tiene que ver con los políticos sino con quienes toman las decisiones que luego esos políticos hacen suyas. Las grandes corporaciones, la Iglesia católica, el Ibex 35... que parece que toman las grandes decisiones que tendríamos que tomar nosotros.
– Puede verse entre líneas –y otras veces, más claro– un anuncio de partida en este disco. ¿Qué deja atrás?
– Por un lado, es una despedida casi literal. Llevo 17 años viviendo en Cantabria y no me voy a ir inmediatamente. Pero empiezas a vislumbrar la despedida. Es también la sensación del paso del tiempo y la conciencia de que ya he vivido más de lo que me queda por vivir.
– ¿Cómo se refleja en el concepto?
– Esto hace que haya una mirada sobre esta experiencia y otra, en la incertidumbre de lo que viene, en un momento en el que todo está cambiando mucho. Hay un principio de despedida de un tiempo y de un lugar.
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