El actual Anillo Verde no era más que una sucesión de «vertederos de constructores y nido de chatarreros y yonquis» a principios de los años 90. Así lo recuerda Luis Andrés Orive, director del Centro de Estudios Ambientales (CEA) y artífice de uno los iconos ... que dio a Vitoria su reinado Green europeo en 2012. Hoy, toca celebrar los veinticinco años de aquella apuesta por la sostenibilidad, pero sin olvidar que aún quedan tareas pendientes. El gurú de las políticas medioambientales de esta ciudad urge rematar el corredor verde por el sur.
- Este 2018 se cumplen las bodas de plata del Anillo Verde, ¿hay mucho que celebrar?
- Sí, y no sólo por el tiempo sino por la magnitud de los proyectos. La mayoría de los parques tiene una historia dura detrás porque ninguno de ellos estaba concebido naturalmente como están desarrollados hoy en día. El norte iba a ser un canal, el este un macro centro comercial con campo de golf, el sur habitacional, el oeste la ciudad deportiva del Alavés… eran proyectos muy gordos con promotores muy fuertes que vendían modernidad y desarrollo económico. Había que tener una visión muy clara de la ciudad y una componente socioecológica muy fuerte para tomar las decisiones que se tomaron en los orígenes. La idea era generar una especie de autopista ecológica para el futuro.
- Sonaba ambicioso, pero faltaba el apoyo social de la mayor parte de la ciudadanía.
- El Anillo Verde no era una demanda de la ciudadanía, en absoluto. Los vitorianos estaban enamorados de la calle Dato. Además, en aquellos años, el río Zadorra o los humedales de Zabalgana eran ‘vertederos’ a los que los constructores tiraban la basura y el parque de Zabalgana un nido de chatarreros y yonquis. Era un verdadero cúmulo de desastres… y para nosotros eso era pecado. Tuvimos la suerte de que cuando les contábamos nuestros planes a los que gobernaban nos creían y nos apoyaron.
Respaldo político
- ¿Fue decisivo el respaldo de los políticos para convertir en realidad la utopía de una estructura verde que rodease toda la ciudad?
- Sin ninguna duda. La posición de José Ángel Cuerda y de su equipo fue clave. Realmente había que tener mucha fe para imaginárselo, pero conseguimos emocionarles, que nos creyeran y que nos dieran ese voto de confianza. Era un proyecto baratísimo, ¡40 millones de pesetas para restaurar 50 hectáreas! Una cifra absolutamente testimonial para cualquier departamento que hace ciudad… Hay que pensar que en aquél momento Zabalgana estaba muy lejos, el bosque quedaba a un kilómetro y medio de la ciudad. Estábamos construyendo la ciudad de dentro de 15 años empezando por lo verde, y eso era adelantadísimo.
«Soñamos con un gran parque forestal de bosque y agua en el sur como símbolo de los montes»
- ¿Tomaron algún modelo concreto como ejemplo en aquellos inicios?
- No uno único, pero hemos viajado muchísimo. Yo en concreto, hice la carrera de Ingeniería de Montes en Madrid y después la especialización me llevó siete años. Visité Alemania, Estados Unidos… para ver proyectos de restauración y de planificación con base ecológica. Entonces iba con el chip de quedarme con cosas que pudieran ser adaptables a Vitoria y cuando José Ángel Cuerda nos dio la oportunidad de desarrollar nuestro proyecto seguimos viajando. Tomamos como referencia el norte de Italia, el Tirol, Friburgo, Mánchester o los países nórdicos.
- ¿Existe en España ahora mismo alguna estructura que se asemeje a nuestro Anillo Verde?
- Existen muchas ciudades que están intentando hacer algo similar. Se han fijado en el modelo de Vitoria y se han dado cuenta de que nuestra ciudad ha acuñado una imagen de calidad que conviene mucho. A mí me han llamado de Salamanca, A Coruña, Granada o Santander, pero copiarnos no es nada sencillo. Nosotros tenemos unas estructuras sociales descomunales y esa es nuestra gran baza, muy pocos tienen una forma de ver los territorios que les rodean como la nuestra. Es prácticamente un milagro que desde tiempo inmemorial hayan permanecido 15.000 hectáreas de montes al sur. Existen infinidad de ciudades como la nuestra pero el problema es que acaba entrando el poder privado, sin embargo, aquí no se han llevado a cabo desarrollos estructurales que hayan cambiado el modelo.
- Ese modelo del que habla fue una de las características que convirtió a Vitoria en European Green Capital 2012. ¿Ha calado el galardón en la ciudadanía?
- Sí. Mire, es algo descomunal la cantidad de gente que pasa por Ataria. Y también veo que cuando inauguramos una nueva ruta en bici acuden trescientas personas y que hablan en primera persona del Anillo Verde. Eso denota que lo tienen interiorizado y que lo sienten como algo suyo, por eso hay tanto respeto al entorno. En París, por ejemplo, la mayoría de parques de su entorno están vallados y llenos de bandas o de gente que entra hasta con las motos. Aquí estamos en un punto casi de ensueño.
«Los vitorianos tienen el Anillo Verde interiorizado, lo sienten suyo; estamos en un punto de ensueño»
- ¿Cuáles son los principales retos de cara al futuro?
- Hay que actuar en el sur sea como sea, llevamos demasiado tiempo con el Anillo Verde como para que esta zona no esté resuelta todavía. El proyecto tiene que salir esta legislatura, el alcalde ya lo ha hecho suyo y eso es un paso hacia adelante. Ahora mismo las aguas limpias del Batán y el Zapardiel entran en la ciudad, en el sistema de saneamiento y eso es una barbaridad. Con el valor que tienen esas aguas tan limpias, las metemos dentro de los tubos de la ciudad y las llenamos de suciedad para luego volverlas a limpiar en la depuradora con el costo energético que eso conlleva. Lo lógico sería que se llegara a un acuerdo institucional para financiar esta obra que cuesta seis millones de euros y que sería la punta de lanza del modelo.
- Pero el proyecto es mucho más amplio.
- Soñamos con un gran parque forestal de bosque y agua en el sur que simbolice la esencia de los montes. Y con prados que abran espacios a la visión de la ciudad hacia los montes. Todo eso sería muy interesante para un uso público masivo que no permitimos en el resto del Anillo Verde, donde la gente va de puntillas. El objetivo es diseñar un lugar de naturaleza cualificada en el que la práctica de deportes como equitación, ciclismo, skate, beisbol o piragüismo sería clave. Eso permitiría rematar el modelo de ciudad en el sur, no con 6.000 viviendas y todo lo que eso supone de tráfico indeseado, luz o contaminantes sino con un modelo cualitativo que cierre el Anillo Verde entre Olárizu y Armentia.
- ¿Una entrada masiva de gente no supondría una amenaza para las especies que allí habitan?
- Aunque existen algunos puntos negros, de momento no ha pasado y el seguimiento que hacemos es continuo. En el caso del sur, la clave estaría en canalizar al público.
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