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Ha desarrollado una carrera profesional totalmente alejada del mundo de la música y, sin embargo, esta nunca ha dejado de formar parte de su vida. Íñigo Zárate (Vitoria, 1971) asumió la presidencia de la junta del Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz a principios de ... año y ha podido vivirlo desde la dirección y como artista. El protésico dental forma parte del grupo Steamboat Jazz Band desde hace quince años y ha logrado cerrar una exitosa 43ª edición de una de las citas más relevantes del panorama cultural local, labor por la que EL CORREO lo ha reconocido como 'Alavés de julio'.
–¿Qué le gustaría leer sobre la 44ª edición del festival después de que tenga lugar el año que viene?
–El mayor reto que tenemos por delante es conseguir ver más gente en el pabellón de Mendizorroza en la próxima edición. El jazz tiene el público que tiene, no es un género de masas y tenemos que ceñirnos a nuestra escala. No obstante, si lográramos unas 2.000 personas al día en el pabellón podríamos estar más que satisfechos.
–El éxito de este verano ya garantiza la celebración del Festival de Jazz en 2020. ¿Se debe en parte a nuevos espacios como los conciertos en Falerina?
–La popularidad de esta nueva ubicación ha sido casi inesperada para nosotros. Es complicado que la gente asuma tan rápido una rutina nueva, pero ha funcionado bien acudir a Falerina por las mañanas y disfrutar del festival como siempre por las tardes. Citas de otros géneros como el Belar Sounds han ayudado a popularizar este rincón que lo tiene todo, es un espacio verde fantástico en el centro de la ciudad. Además, estos conciertos más asequibles ayudan a atraer a la gente joven.
–¿Qué debe tener una de estas citas para resultar atractiva para el público general?
–Tenemos que estar abiertos a todo y a lo que ellos suelen consumir. El público nuevo no vendrá si la oferta les resulta complicada. Si tenemos suficiente cintura como para mantenernos actualizados a la vez que aguantamos el pulso a nuestra corriente cultural, las cosas irán bien. Debemos acompañar a la evolución del evento sin perder de vista su esencia y lo clásico. Incluir la música improvisada actual y el jazz de Nueva Orleans. Es posible que los más puristas no lo vean con buenos ojos. Habrá quien diga que esto no es jazz, o por el contrario, que este es jazz muy duro. Es difícil contentar a todos, pero esa es otra de las ventajas de que el festival tenga varios días. Cada uno puede comprar las entradas que más le interesen.
–¿Persiste la idea de que el jazz es un género «intelectual» entre la nueva audiencia?
–Cuando esto sucede se debe al desconocimiento. Suele tratarse más de prejuicios que de un problema real. Hay distintas escalas en el jazz, parte es más accesible y parte más especial. Sin embargo, lo vemos claro en los conciertos de Steamboat Jazz Band. A menudo, cuando vamos a tocar a algún pueblo, los que están en primera fila bailando como locos son los niños, lo entienden y lo disfrutan. Nuestro trabajo en el festival es precisamente crear esta cantera.
–¿Qué hay de cierto en que se barajase contratar a Rosalía?
–Nunca estuvo en nuestro punto de vista como se comentó en alguna entrevista. Eso sí, tampoco hay que cerrarse a nada. Si en el futuro elaborara un proyecto jazzístico podría ser una posibilidad, pero por el momento artistas como Jorge Drexler están más cerca a lo que tenemos en mente.
captar jóvenez
–Más allá del público y como melómano, ¿cómo sería el cartel ideal de Íñigo Zárate?
–Uno con más presupuesto (ríe). Pero siendo honesto, el cartel de este año me ha gustado mucho como aficionado. Siempre hay artistas que se quedan en el tintero y el cartel final no se asemeja demasiado al primer borrador, nunca sabes quién va a girar o qué fechas va a tener. También estaría bien tener una máquina del tiempo para traer a los grandes, pero tenía muchas ganas de disfrutar de Kamasi Washington, por ejemplo. Ya hay grupos contactados para el año que viene, pero las respuestas firmes no suelen llegar hasta febrero o marzo.
–¿Qué perfil tiene el público que viene al festival desde otros lugares?
–Hay un núcleo de franceses, alemanes y bastantes estadounidenses que nos visitan cada año, aunque la mayoría del público es local. Tenemos pendiente de analizar mejor a los asistentes. Hasta este año no hemos contado con datos como su edad porque las entradas todavía eran de papel, pero ahora disponemos de una plataforma que nos permitirá conocerles mejor.
–¿Tiene ganas de volver a los escenarios como contrabajista con Steamboat Jazz Band?
–Tras un par de años sabáticos, estamos intentando volver a juntarnos para tocar y pasarlo bien, tomar unas cervecitas… Somos un grupo de amigos que nos conocimos en las fanfarres de las fiestas de Vitoria, muy vinculado a la ciudad. Contamos con txistularis, gaiteros… Cambiamos la txapela y el instrumento y ya estamos listos para el concierto.
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