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Una de las palabras que más se repite en el vocabulario de la danza es 'tourner', ese movimiento de giro sobre uno mismo que se ha convertido un clásico hasta en esas cajitas musicales en las que pivota una bailarina de juguete. La ... misma raíz tiene 'tournée', que se refiere a giras y largos viajes que emprenden los profesionales del baile tras una formación muy exigente.
En el País Vasco, un paso previo a entrar en una compañía suele ser pasar por el Conservatorio Municipal de Danza José Uruñuela que dirige Ainhoa Arenaza. Se trata del único centro oficial de la comunidad autónoma en el que se ofertan enseñanzas elementales y profesionales. Este viernes, Beñat Andueza (1998, Vitoria), miembro del Texas Ballet Theater, y Diego Urdangarin (1997, Vitoria), quien ha pasado por la Ballet-Akademie de Múnich y el South Bohemian Theatre de la República Checa, regresaron a sus aulas para ofrecer sendas clases magistrales a alumnas de primero a cuarto curso –la lección a la clase de segundo se truncó, ya que la clase se encontraba confinada–. «Son lecciones básicas», contaba Andueza, que regresó a la capital alavesa en diciembre debido a que la mayoría de los teatros de Estados Unidos permanecen cerrados. La vuelta se esboza para marzo, aunque dependerá de la evolución de la pandemia. «Y eso que allí son más inconscientes», apunta este joven que consiguió su primer contrato por dos años en el Atlanta Ballet.
Más allá de la clase magistral, de esa jerga llena de 'pliés' y 'relevé', el recorrido por la trayectoria de estos jóvenes sirve como ejemplo de que no es fácil ganarse la vida bailando, pero tampoco es imposible. «Cuesta física y económicamente», reconoce Andueza, que fichó por dos años por el ballet de Atlanta antes de hacer una audición en Texas. «Yo tambíen pensaba que no habría ballet en Texas. Pero hay de todo. Es chocante el modelo respecto a España. Allí se financian de manera privada con muchas aportaciones». Acerca de sus inicios coinciden en señalar en que bailan «desde enanos». Su formación en el conservatorio la concluyeron hace un lustro. «Siempre me había gustado bailar, pero nunca pensé en el ballet ni sabía del conservatorio José Uruñuela, a pesar de ser Vitoria», cuenta Urdangarin, quien recuerda que le llamaba muchísimo la atención, 'Fama', un concursos televisivo de éxito que transcurría en una academia.
En el imaginario colectivo se repiten fotogramas de jóvenes extenuados, con una disciplina tan férrea como la militar. «Al final conoces bastante tu cuerpo. Es verdad que a veces sobrepasamos los límites porque porque nos lo requerimos nosotros mismos», comenta Andueza, quien alguna vez ha bailado con una torcedura de tobillo. «Al final convives con el dolor. También afecta mentalmente porque depende de que te guste lo que bailes», añade Urdangarin.
Sin fecha para el reencuentro con el público debido a la pandemia, el escenario se ha complicado. A pesar de ello, las diferentes preexistentes en cuanto a la aficción por la danza clásica por países marca la trayectoria de la mayoría de ellos. Un repaso de nombres del exalumnado funciona como un mapamundi. Solo algunos ejemplos: Raquel Santamarta y Patricia Nájera han trabajado para el Ballet Nacional de Inglaterra; Aiara Iturrioz en el ballet de Stuttgart; Saioa Arizaleta, en el Ballet de Aquitania y Jorge Moro, en el Hessisches Staatsballett.
Acerca de la situación de la danza clásica en España lamentan que hay «pocas oportunidades». ¿Hay que salir afuera si uno quiere dedicarse a ello? «En España solo hay una compañía en la que puedes vivir bien de la danza:la Compañía Nacional de Danza de España. El resto son muy atrevidas», afirma Andueza. «Dependen de las programaciones y hay mucha precariedad». A pesar de ser una carrera corta, no sienten vértigo. «Es verdad que pasados los treinta años, la forma no es la misma. Pero es que al principio somos intérpretes y con la experiencia vas conociendo más allá y te va interesando otras cosas, siempre dentro del mundo de la danza».
Vitoria también puede ser el centro de operaciones, esa chincheta en el mapa y eje de partida para agrupaciones y compañías de danza. Al gran número de profesionales que han tenido que hacer las maletas tras pasar por el conservatorio municipal se le suman también creadores que, generalmente con un bagaje internacional, regresan a la capital alavesa. Zuriñe Benavente, reconocida con el Premio de la Crítica de Cataluña, es una ellas. La donostiarra se formó en el Conservatorio José Uruñuela y más tarde en Bruselas. «Mis tres años en el conservatorio me sirvieron para adquirir la base técnica de la danza clásica y a crecer a nivel personal ya que salí muy joven para estudiar de mi ciudad nata», cuenta la fundadora de Altraste Danza junto a Ignacio Monterrubio. «Es muy recomendable salir, no sólo por la formación que vas a encontrar fuera, sino también por la riqueza cultural y la amplitud de miras. Lo que está claro es que cuando una viaja tiene más posibilidades de encontrar aquello con lo que realmente se identifica artísticamente hablando». Otra compañía asentada en Vitoria relacionada con el conservatorio es Larrua, dirigida por Jordi Vilaseca y Aritz López (exalumno). Su último montaje, 'Ojo de buey', lo estrenaron en el Principal y han tenido un recorrido en festivales como el Fest´arts ( Francia) y Quartier Danses (Canadá).
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