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Cuenta... creciente

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El tragaluz ·

Ángel Resa

Martes, 6 de marzo 2018

Aun sin quitarles un ápice de queja a las usuarias -ellas utilizan los urbanos bastante más que nosotros- expongo por adelantado que Tuvisa funciona razonablemente bien desde que las frecuencias de paso se redujeron a la mitad. De aquellas ‘interminables’ esperas de veinte minutos en ... la parada se pasó a demoras de diez y las cifras cantan como las entona la infancia de San Ildefonso por la lotería de Navidad. Desde hace ya unos cuantos años cada vez más vitorianos de ambos sexos se suben a la flota municipal. Recuerden las consignas del ecólogo Salvador Rueda -pocas veces un apellido suena tan oportuno- en favor de los traslados a pie, en bicicleta y por transporte público, la carestía disuasoria de la OTA para el vehículo privado y una tendencia a las supermanzanas inédita desde Adán y Eva, aquellos pecadores de la pradera. Eso sí, las mujeres que se lamentan a pie de marquesina acumulan algunos motivos para hacerlo. Se quejan de errores en los paneles -no confundir con los de rica miel que elaboran las abejas por el baile de una vocal- y no hay manera de rebatirlas. Durante unas cuantas semanas de visita hospitalaria -hay cientos de formas mejores de echar la mañana- aguardé el de la línea 6 junto a las fauces abiertas de Dendaraba en La Paz sin que en ninguno de aquellos veintitantos días consecutivos funcionara la información sobre la minutada restante para la llegada del autobús. Telefoneé incluso al 010, pero nada resolvió aquella llamada. Y recientemente, noche cerrada a las puertas del Museo de Arte Sacro que encierra la catedral nueva, el letrero ambarino desgranó la cuenta… creciente. De un minuto a dos, de cuatro a cinco hasta la derrota final traducida en ‘temporalmente fuera de servicio’. Vamos, que a las portavoces del malestar les asisten sus argumentos, pero habremos de convenir también que Tuvisa ha conocido tiempos pasados y en absoluto mejores, en contra de los hermosos versos que rimó Jorge Manrique cuando la muerte doliente de su padre.

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