Del verde intenso al dorado, casi áureo. Del esmeralda al púrpura, con destellos rojizos y azulados. Para los científicos, el envero es un proceso de lo más cartesiano, en el que las clorofilas dejan paso a las antocianinas para que los frutos maduren y en ... cada grano se vaya desatando, poco a poco, una reacción en cadena de terpenos, polifenoles, azúcares y ácidos málicos y tartáricos. Pura biología. Pero para los que sudan y pisan la tierra, el asunto tiene algo de poético. Hasta un poquito de mágico. Tras muchísimo esfuerzo, tras días y noches de desvelo mirando al cielo, la uva, por fin, madura en la vid. Cada año, más o menos por estas fechas, en Rioja Alavesa la naturaleza pone el cronómetro en marcha. Comienza la cuenta atrás para la vendimia.
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El pasado martes se empezaron a cosechar los primeros racimos de tempranillo blanco en Aldeanueva, allá en la Rioja Oriental (antes Rioja Baja). Pero todavía habrá que esperar para que los temporeros comiencen a cargar al hombro con los primeros capazos de variedades blancas -las primeras que se recogen- por estos pagos. «Si todo va según lo previsto, se empezará a vendimiar en Rioja Alavesa de aquí a 30 días: el blanco a finales de septiembre y el tinto para la primera de octubre», calcula José Antonio Ugarte, responsable de viticultura de la Unión Agroganadera de Álava (UAGA). De ser así, la recogida de la uva se volvería a desarrollar bajo el guión de la más estricta normalidad tras la «atípica» campaña pasada.
Pronóstico «Esperamos que para El Pilar ya se haya recogido en torno al 50%», calculan los viticultores
Tiempo desigual «El invierno fue muy bueno, pero todo se fastidió con las tormentas de mayo a julio»
En 2017, las heladas que hicieron tiritar al territorio en abril -en la noche de San Prudencio, para más señas- a punto estuvieron de comprometer una cosecha que arrancó más de medio mes antes de lo habitual. En el conjunto de Rioja se inició el 10 de agosto, la fecha más temprana de la historia de la denominación. Y en Rioja Alavesa las cuadrillas irrumpieron en los viñedos los primeros días de septiembre.
Ahora, mientras que el paisaje va mutando muy poco a poco, todo apunta a que agricultores y bodegueros van a encarar una campaña bastante menos incierta. «Aunque este es un mes crítico en el que no nos podemos relajar, toca estar muy encima porque de una semana a otra la situación puede cambiar mucho», evidencia Pablo Martínez Urigüen, enólogo de las Bodegas Eguren Ugarte, que aguarda una «muy buena cosecha». «Yo creo que en Laguardia se empezará para el 1 de octubre y para el puente de El Pilar ya se habrá recogido en torno al 50%», calcula el especialista.
Y si parece que el ciclo vegetativo parece ir acompasado a las fechas, todo apunta a que, en cuanto a cantidad, esta será una cosecha «muy normal». «Venía muy bien, después de un invierno muy, muy bueno -las nevadas de finales de febrero fueron muy celebradas en el sector-, pero todo se fastidió con las tormentas que cayeron desde mayo al 18 de julio», explica José Antonio Ugarte, el experto de la UAGA. Durante estos días, a pie de viñedo, el agricultor ha podido comprobar que la uva «está bastante sana a pesar de la incidencia en algún foco del Mildiu», detalla.
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Precisamente este hongo, que se manifiesta con unas manchas de aceite en la cara superior de la hoja de la vid y una 'pelusilla' blanquecina en la inferior, es el que ha traído de cabeza a los viticultores este año. «No hemos tenido grandes heladas como el año pasado, pero sí granizadas y tormentas que han provocado que proliferaran estos hongos», abunda Ugarte, que describe al agricultor como una suerte de santo Job con las manos manchadas de tierra. «Todos los años nos toca una distinta. Hay que resignarse».
Las lluvias y las temperaturas más o menos cálidas hacen que la 'Plasmopara viticola' -el nombre científico del conocido como hongo Mildiu- se sienta en su salsa. Y las abundantes tormentas que cayeron durante el mes de julio en el territorio favorecieron su propagación. «Nunca lo había visto atacar con tanta virulencia, ha bajado desde la hoja hasta el tallo e incluso al fruto», ilustra José Antonio Ugarte, responsable de viticultura de la Unión Agroganadera de Álava (UAGA) que, no obstante, asegura que el parásito «no afecta a la calidad de la uva, que es muy buena». «Es un hongo más frecuente en la zona de txakoli», destaca por su parte el enólogo Pablo Martínez Urigüen. Aunque la situación se pudo controlar y su incidencia no fue tan alarmante con la zona de Rioja Alta, los viticultores sí reconocen que este año «ha habido que aplicar más tratamientos de lo habitual».
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