La Cuchi llora a Izaro

Quien lo afirma es Johan Sebastián Mahecha, camarero de un local vecino y conocido cercano de la familia. Recuerda a Izaro como «una buena chica». «Era muy maja, como su madre. Ana e Izaro siempre andaban juntas», relata. De la madre de la joven dice que es «muy amigable» y que «siempre está contenta». Izaro ha estado ayudando en el restaurante desde que la familia asumió la gestión del establecimiento.

Los amigos de Cristian Gallego, su novio, que también falleció en el accidente, contaron el sábado que Izaro había cumplido «hace poco» la mayoría de edad. Mahecha fija esa efeméride en «noviembre o diciembre». «Le hicieron la fiesta aquí en el Herriko», recuerda. Alazne, su hermana mayor, también formaba parte de la gestión del restaurante. La muerte de Izaro deja a esta joven sin su mejor confidente.

Izaro y Cristian, según los amigos de él, llevaban «más de un año» en una relación muy íntima. Hasta el punto de que compartían mascota y lo consideraban su «hijo perruno», como queda constancia en la necrológica, cuyo nombre es 'Pipo'. En Abetxuko, los antiguos vecinos de Cristian sostienen que «se les veía mucho juntos» pese a que ninguno residiese ahora allí. Izaro, según explican sus conocidos, «se movía más a caballo entre Lakua y Santa Lucía».

En el barrio más septentrional de la capital, la consternación ha tomado las calles. En los bares, la gente comentaba el infortunio. «Se le veía mucho por aquí. Él y Assaad –el amigo que permanece en la UCI en estado muy grave– eran chicos simpáticos; hacían vida en la zona del polideportivo y el campo de fútbol», comentan dos lugareños en el Riff, uno de los bares más concurridos.

David Lallende, vecino de la zona en la que antiguamente vivían los Gallego García, cuenta que en el barrio eran «gente conocida». Aunque no residen en Abetxuko desde «hace años», los cuatro hijos eran «chavalitos muy normales» que siguen visitando el barrio. Lallende relata que «el padre era trabajador y eso que padece una enfermedad desde hace unos años». El sábado el barrio recordó al fallecido con un minuto de silencio en un partido del C. D. Beti Araba.

Mientras, la noche del sábado y la mañana del domingo sirvieron para enriquecer el improvisado altar en homenaje a los fallecidos. A las flores que el sábado tomaron un árbol cercano se le han sumado más ramos, figuras de coches, una botella y hasta una miniatura del Cristo del Gran Poder. En un lateral del árbol, un mosaico con forma de corazón. Dentro, un lema: «El alma nunca muere».

Al mismo tiempo que los homenajes a los difuntos van cogiendo forma –la familia y los amigos de Izaro la despedirán esta tarde–, la lucha de Assaad por mantenerse con vida sigue en el Hospital Txagorritxu.

El joven de 20 años que conducía el Volkswagen Polo que sufrió el accidente tiene detrás a una familia humilde y «muy jodida», según Aintzane, una vecina de 36 años e íntima amiga de la hermana de Assaad. Él está cursando estudios «en la universidad». Su hermana trabaja para una popular cadena de supermercados y está embarazada. Su novia, que ocupaba el asiento del copiloto, fue la menos damnificada del brutal accidente de la madrugada del sábado. Su testimonio se antoja clave para reconstruir cómo se desarrollaron los hechos que condujeron a la tragedia.