Cristian no puede andar largas distancias ni estar mucho tiempo sentado. Fotos: Igor Aizpuru | Vídeo: J. A. Goitia

Un año y cinco operaciones: la nueva vida de Cristian, el joven atropellado en Vitoria

Un coche le golpeó y le desplazó 23 metros cuando cruzaba en bici un paso de cebra en Goikolarra

Viernes, 12 de enero 2024, 00:58

Me dijeron que lo daban por muerto». La que habla, con la voz entrecortada, es Derly Romero mientras agarra con fuerza la mano de su hijo. Hace un año -el 26 de enero- que un coche atropelló a Cristian Sánchez, ahora de 14 años, ... cuando cruzaba en bici el paso de cebra de la A-2124 que conecta Olárizu con Goikolarra. El golpe le hizo volar 23 metros terminó en la UCI: grave traumatismo en el cráneo -por el que tuvo que llevar dos sondas- y brazo y pierna izquierdos partidos. Hoy entrará de nuevo al quirófano para someterse a la quinta operación, otra vez en el fémur, y no sabe si será la última. Pero hay otras heridas que tardarán en cicatrizar: «No puedo ir al colegio, quedar con los amigos ni jugar al fútbol porque caminar es un suplicio», confiesa este joven, quien atiende a EL CORREO en su casa.

Publicidad

Son las diez de la mañana. Hace una hora que desplegó los libros y cuadernos en el escritorio que tiene en su habitación. Los miércoles le toca inglés y euskera. «La dirección del colegio Ekialde y el Gobierno vasco le asignaron un profesor particular para continuar con las clases porque no puede andar largas distancias ni estar mucho tiempo sentado por el dolor», explica Derly. Tanto ella como Carlos, el padre, han tenido que modificar los turnos en el trabajo para poder estar disponibles para su hijo, limitado por las lesiones.

Algo tan sencillo como ponerse un calcetín se ha convertido en una agonía. «Necesito más tiempo y tengo que aguantar las molestias de la pierna, como me ocurre al andar. Al principio lloraba del dolor. Es una tortura con la que me tengo que acostumbrar a convivir», se resigna. En esta nueva intervención le van a retirar un clavo colocado en el fémur -acumula dos operaciones más en el brazo y una en la cabeza-. «Me han dicho que se me ha quedado una pierna tres centímetros más larga que la otra», apunta, de camino a la cocina. Su andar lo evidencia.

«No puedo ir al colegio, quedar con los amigos ni jugar al fútbol, mi gran pasión desde pequeño»

Es la hora del hamaiketako. Toma asiento y sorbe un Cola Cao mientras se prepara dos tostadas de jamón. «Para ponerme fuerte más pronto», se justifica, dibujando una sonrisa. Al levantar la taza se descubre la enorme cicatriz que tiene en el codo. «Estaba hecho añicos y se lo reconstruyeron no sé cómo. Pero no llega a doblarlo del todo, no podría contestar una llamada», describe Derly. Sus padres y sus cuatro hermanos se han convertido en un apoyo vital. «Ya no puedo quedar con mis amigos y hace tiempo que no veo a los compañeros de clase. Te cambia la vida».

Publicidad

«Al principio se enfadaba porque quería volver a hacer vida normal». Unos planes en los que el fútbol, su gran pasión desde pequeño -«siempre he vivido pegado a un balón»- guarda un lugar privilegiado. Los ojos se le empapan al ver que aún le queda camino para poder calzarse las botas y retomar ese particular partido. «Ahora me... me lo han quitado. Es muy duro. Mi cabeza y mi cuerpo aún lo tienen que asumir. Me toca ver en vez de jugar».

«Vi una luz y ya»

Fue precisamente volviendo de entrenar cuando se desencadenó la tragedia en esa fría tarde de enero. «Venía de entrenar -jugaba en el infantil del San Ignacio- y atajé por Campo de los Palacios para ir a casa. Vi que muy a lo lejos venía un coche, por lo que me dispuse a cruzar. Lo siguiente fue ver una luz y ya». Los minutos pasaban y Derly veía que Christian seguía sin llegar a casa. «Llamé al canchero y en mitad de la llamada le avisaron de que habían atropellado a un chaval en bici. Me derrumbé porque me temí lo peor», evoca su madre.

Publicidad

Al llegar al hospital les informaron del delicado estado de Cristian. «Una enfermera me abrazó y me dijo que estaba muy grave, que era cuestión de horas y que nos aferrásemos a un milagro». El milagro ocurrió. Después de estar en coma, Cristian abrió los ojos y apretó la mano de sus padres. «Nos pidió agua, tenía mucha sed», evocan emocionados.

El accidente conmocionó a la ciudad, que se concentró en el lugar del atropello. Los jugadores del Alavés también le enviaron un vídeo para arroparle. «Me emocioné al verlo, me dieron mucha fuerza». Un accidente que llevó al Ayuntamiento a colocar un semáforo en esa zona, aunque la familia reclama más medidas para «evitar que a otro le ocurra lo mismo. El 'ángel' solo aparece una vez», comenta la madre. «No me rindo, voy a volver a ser el Cristian de siempre», promete él.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad