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En Vitoria, todos sabemos lo que estábamos haciendo el 22 de febrero de 2000 a las 16.38 horas. Aquel día, en aquella maldita hora, ETA hizo uso de lo único que tenía: la crueldad del asesinato. Un coche bomba, inexplicablemente no detectado a ... 200 metros de la Lehendakaritza a pesar del despliegue policial y de tener matrículas dobladas, mató a Fernando Buesa, de 53 años, que había sido, entre otras muchas responsabilidades, diputado general de Álava; y a su escolta, de 26 años, Jorge Díez. El anterior diputado general asesinado fue Teodoro Olarte, fusilado por el otro fascismo, el franquista, el 18 de septiembre de 1936.
Más de dos décadas después de este cobarde asesinato y a punto de cumplir una docena de años del fin de la violencia asesina de ETA, uno pensaba que no iba a tener que escribir más de estas cosas. Que la etapa de paz en Euskadi se había impuesto definitivamente a la estupidez y que los pasos atrás eran más fruto del recuerdo de las tropelías -como sucedía en los bochornosos 'ongi etorri'- que de nuevas barbaridades.
Pero la cobardía y la idiotez no tienen límite y hace unos pocos días a todos los alaveses demócratas se nos revolvió el estómago con el revivir de pesadillas que teníamos guardadas muy al fondo del armario de nuestra mente. El atentado contra el panteón de Fernando Buesa y contra la placa conmemorativa de su muerte y la de su escolta, Jorge Díez, ha causado un profundo dolor. Por el fondo y por la forma. Arrojar pintura y heces a una tumba dice mucho de quien comete tal tropelía.
Este acto demuestra que cuando no hay palabras que defiendan tus ideas, cuando careces de razón para mantener el odio y la violencia, recurres a la pintura y a los excrementos. A la capucha y el anonimato cobarde de la noche. Cuando tus ensoñaciones no llegan, no convencen, es entonces cuando necesitas hacerte notar de otra forma. Antes lo hacían, además de con dianas y cartas, cócteles y disturbios, con balas y zulos. Ahora, sus herederos, pretenden seguir sus pasos con lo único que tienen al alcance de sus manos y de sus ideas. Pintura y excrementos. Enfrente, siempre nos defenderemos con argumentos y con ley,
Pero al daño moral se une la cobardía política de quienes ahora, blanqueados por la amnesia nacionalista y por las necesidades de la actual Moncloa, no se atreven a llamar a las cosas por su nombre. Porque si algo ha dolido más que los ataques, es que los actuales cargos públicos de EH Bildu de Vitoria no hayan condenado esta cruel acción sin paliativos ni circunloquios. Estos nuevos 'abertzales pop' deberían saber que cuando no tienes arrestos para enfrentarte al radical que desde tus filas y tu ideología actúa así, cuando debes esconderte detrás de las palabras y retorcerlas para no dar la cara y llamar a las cosas por su nombre, entonces eres cómplice de su bajeza moral.
Al menos ha servido de algo este feroz ataque a la libertad, al honor y a la memoria. No para lo que pretendían sus autores, que es minar la moral de los demócratas. No lo conseguirán nunca. Ni lo lograron con las balas ni lo harán con la pintura. Lo que han provocado es que entre las filas de esa otrora pétrea unanimidad en torno al terrorismo haya surgido una voz anónima, pena que no se quite el miedo para dar la cara, que asume la culpa del «dolor» que causó su padre. Una persona valiente, hija de un etarra preso, que entiende la vileza y el dolor inmoral que han causado, de nuevo, a las familias Buesa y Díez. Una persona que, en forma de mensaje a Sara Buesa, asume la culpa de algo que ella no hizo, pero que sabe que estuvo mal y no se esconde entre palabras. Que condena, sin requiebros, lo que pasó e increíblemente sigue pasando contra aquellos que no tienen, no tenemos, una visión patriota de Euskadi.
No es difícil distinguir el bien del mal si uno se quita las gafas del fanatismo. Ya lo decía Fernando: «Paz consiste en que se disuelva ETA, que desaparezca la violencia callejera, que no haya coacciones, que se haga justicia a las víctimas, que se reparen los daños, que haya reinserción…». A algunos les queda un trecho largo para vivir en paz con el resto de la sociedad. Porque mientras la mayoría de EH Bildu siga anclada en su ceguera excluyente, no dé la cara, se deje de rodeos y rompa definitivamente con su vergonzoso pasado violento y racial por mí puede irse a esa mierda en la que parece estar tan cómoda.
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