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La pandemia ha puesto a prueba a las parejas y más de una no ha superado el examen. Las consultas y los procedimientos de divorcio se multiplican en los despachos de abogados de Vitoria, que confirman el incremento de estos asuntos a raíz, sobre todo, ... del confinamiento. 24 horas entre las mismas cuatro paredes fueron demasiado para muchos matrimonios. Cada año se firman más de medio millar de rupturas en Álava –522 en 2018, el dato más reciente que arroja el INE– y el actual volumen de trabajo de los letrados vaticina que este extraño 2020 se despedirá con unas cuantas relaciones más hechas pedazos. «Suelen ser las mujeres quienes dan el paso», retrata Silvia Aldecoa. En su oficina del barrio de San Martín ha entrado el doble de casos de este tipo que en otros ejercicios.
En la antigua normalidad se amontonaban los divorcios a la vuelta de las vacaciones de verano. «Después de una convivencia larga aumentan los conflictos familiares», reconoce Iñaki Saiz quien, en marzo y abril, comenzó a recibir ya «muchas llamadas en el móvil» de clientes hartos de su pareja. Navidad, y algo menos Semana Santa, también son épocas delicadas para las relaciones pero nada que ver con una pandemia que durante semanas encerró en casa a matrimonios cuya vida en común se reducía a la cena y una serie en el sofá. «Se dieron cuenta de que eran incompatibles, de que la pareja no era tan idílica», corrobora Sara Ruiz de Infante desde el despacho Cervera y Díaz, en Vitoria, donde constata un aluvión de casos.
silvia aldecoa (abogada)
Hay matrimonios que ya vieron que no tenían futuro «en el primer mes de confinamiento» aunque el 'boom' de consultas y trámites se produjo «a partir de mayo y junio» con el avance de la desescalada. «Quienes llegan hasta aquí lo tienen muy claro, les escuchas y ves que están convencidos », cuenta una letrada de Salvatierra –prefiere ocultar su nombre– que habla de «un arranque de curso nada normal» en cantidad de divorcios. Antes, en el tiempo hasta firmar los papeles, había parejas que se reconciliaban pero el confinamiento, advierte Saiz, activó «todas las alarmas» de que no quedaba nada que salvar en muchas relaciones. «Estando todo el día juntos había miles de razones por las que podía saltar la chispa», admite Aldecoa.
En los despachos de los letrados alaveses se han desvelado estos meses desencuentros matrimoniales de todo tipo. Por la forma de ordenar la casa, de educar y entretener a los hijos, de teletrabajar... y hasta «de pasar el puré». Y también se han descubierto infidelidades, como el de «una mujer que se había enamorado de su profesor de yoga», cuenta otra especialista vitoriana en Derecho de familia. La convivencia a jornada completa se ha cargado decenas de relaciones en el territorio pero la debacle económica que ha arrastrado el coronavirus tampoco ha ayudado. «Hay gente que se ha quedado sin trabajo y eso sólo tensiona más», recuerda Ruiz de Infante, consciente de que la mayoría de las parejas rotas en el estado de alarma «venían de crisis previas».
Las «condiciones económicas y la incertidumbre», ahonda Aldecoa, han hecho mella. Y los divorcios suponen «un empobrecimiento de la familia porque no se trata sólo de pagar un abogado sino de pasar a dos unidades familiares, menos ingresos....», razona la abogada Cristina Uriarte como uno de los motivos que ha desanimado a algunas parejas a cortar el matrimonio. Hay casos, en pleno trámite de separación y con el bolsillo tocado por la pandemia, en los que se ven obligados a continuar «en la misma casa, con habitaciones y horarios diferenciados, porque ninguno tiene capacidad para acceder a otra», describe la letrada del bufete Cervera y Díaz.
sara ruiz de infante (cervera y díaz abogados)
En los asuntos que han caído en sus manos observa, además, «una mayor conflictividad» que puede alargar el procedimiento hasta un año. «Llegan desesperados de tantos días en los que no se ponían de acuerdo», dice. Y ese hartazgo ha afectado a matrimonios más y menos antiguos. Ruiz de Infante ha tratado especialmente con jóvenes, casados hace apenas un lustro, mientras que Aldecoa ha visto cómo se rompían sobre todo relaciones «de diez a quince años e incluso una de treinta». Pero, confía Uriarte, el confinamiento «seguro que ha reforzado otras parejas, que habrán redescubierto por qué decidieron formar un proyecto de vida juntos».
El confinamiento unió a los matrimonios, al menos en lo físico, en un puñado de metros cuadrados, porque muchos «vivían juntos pero en un ambiente de tensión o incomunicación». Javier de las Rozas, responsable del centro Ibaiondo Psicología, asume que en ese punto de hartazgo sólo caben dos vías: la ruptura o «quemar un último cartucho» en forma de terapia de pareja con un profesional. «Lo habitual es que lleguen cuando la relación no da más de sí pero sería interesante que se lo plantearan antes», expone.
El servicio gratuito que prestó el Colegio Oficial de Psicólogos de Álava durante el estado de alarma apenas recibió llamadas sobre este asunto pero, al volver a pisar la calle, «hemos visto que esos meses pasaron factura» y que las parejas prefieren la terapia presencial. «Funciona mejor si hay un profundo afecto y desean mantenerse unidas», reconoce el experto.
En estas sesiones cuentan cómo el confinamiento descubrió desde adicciones a infidelidades. «Al estar todo el día conviviendo se dieron cuenta de que la otra persona pasaba mucho tiempo chateando con un tercero o leyeron un mensaje inadecuado», relata. En la normalidad que permite la pandemia recomienda «compartir tiempo juntos» –ya sea mientras se practica deporte o se hornea un postre, por ejemplo– e «improvisar y sorprender a la pareja». «Se trata de aceptar al otro, no de cambiarle», concluye.
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