Qué tendrá ese húmedo calado para haber acogido entre sus muros a las hermanas Pombo, las reinas del mundo 'influencer' nacional, o a la expresidenta del FMI, Christine Lagarde? Sí, por raro que parezca, hay una modesta casa en la calle Mayor de Laguardia, de ... esas empedradas con su portalón y su establo, capaz de atraer desde lo más granado que se aloje en el Marqués de Riscal hasta a una campechana cuadrilla de jubilados recién llegados de Agurain. Todos encandilados por una misma oferta, la de sentirse por un día vecino de pleno derecho de la villa amurallada. El mérito es de Pepita Uva, el negocio con el que EL CORREO inicia una serie hasta finales de año en la que, de la mano del Departamento de Comercio del Gobierno vasco, mostrará el trabajo de pequeños comercios que han apostado por la innovación.
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Entrar en Pepita Uva es meterse de lleno en los usos y costumbres más ancestrales de la cuadrilla del vino, y hacer incluso una 'masterclass' exprés de cómo funciona una balsa de fermentación. Así son sus visitas guiadas. Uno de esos negocios con alma y arraigo que, no, no es que la regente la señorita Pepis, sino dos jóvenes emprendedores, Javier Ruiz e Idoia Villar.
A estas alturas del otoño, su casa –y la de muchos– huele a sarmiento recién podado en la chimenea y a dulce arrope de mosto. Mientras lo bate poco a poco en el fuego para que espese, Ruiz recuerda cómo fueron los orígenes de su proyecto de negocio y casi se podría decir que también de vida. «Surgimos porque no había nadie entonces que explicase el municipio más allá de algunas visitas con cita previa en la oficina de turismo».
Primero empezaron por la tienda. Una antigua prensa comunitaria que hoy han reconvertido en una pequeña vinoteca en la que está una buena muestra de los mejores caldos de la zona. Y en el que, a juzgar por la gran colección de billetes del mundo que tienen tras la caja, da muestra de lo frecuentada que está. Tal es el punto de partida de sus visitas. «En el primer año fuimos los primeros a los que nos dejaron ver la torre abacial y el estanque celtibérico». Hoy el plato que casi nunca falta es la iglesia de Santa María de los Reyes. «Todo el mundo sale encantado».
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Un menú que, sí, suena apetitoso, pero que a Ruiz se le quedaba corto. «Yo quería tener una auténtica casa laguardiense del siglo XVI». Y no paró hasta que hace cuatro años se hizo con ella. «Estaba para reformar entera». Con lo que no contaba es con que, al poco, sobrevendría el mayor bache que Pepita Uva ha debido sortear en sus 10 años recién cumplidos de historia. «La pandemia fue un mazazo, nos tuvimos que endeudar. Claro, solo podía venir gente de los pueblos colindantes».
Un mal trago que casi se esfumó tan rápido como llegó al decaer las restricciones. Sin ir más lejos, este verano las calles de la villa han rebosado la misma alegría que en 2019. Un tiempo que les ha servido para reinventarse. «Cada vez hacemos más cosas, tours en bicicleta, taller de elaboración de vino, vendimia...».
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Toda una labor que ha traído importantes reconocimientos: mejor establecimiento enoturístico de España, mejor empresa colaboradora de Euskadi o mejor comercio rural de Álava. «Si yo tengo un grupo de 20 intento que se quede a comer, compra o duerma aquí. Así todos salimos beneficiados y conseguimos que Rioja Alavesa tenga más y mejor nombre».
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