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El menú de un comedor escolar ronda los 5,5 euros diarios por comensal. Si van dos hijos, once; si son tres, 16,5. Unos 110-116 euros al mes por niño. Por tres criaturas... Un dineral. Para muchas familias que no llegan a fin ... de mes, una utopía. Gracias a las becas de comedor, cientos alaveses en situación de vulnerabilidad llevan a sus pequeños al colegio con la seguridad de que ese día van a comer un menú que ellos difícilmente van a poder ofrecerles en casa. El confinamiento ha sido terrible para estas familias que viven ahora el regreso a las aulas «con temor a quedarse sin jantoki». Los protocolos de seguridad establecidos por Educación para tratar de evitar la transmisión del coronavirus obligan a los colegios a contratar a más monitores, cocineros y personal de limpieza, pero no todos pueden. Lakua asegura que la prioridad son los niños que llegan de los pueblos en transporte escolar y los becados, pero eso deja fuera a muchas otras familias con grandes dificultades para conciliar como las monoparentales...
Ante esta tesitura y mientras el Gobierno vasco no contrate más monitores, algunos consejos escolares alaveses han optado por no abrir el comedor de varios colegios públicos. Para nadie. Y eso preocupa «mucho» a los responsables de organizaciones como Cáritas, Save The Children y Berakah que trabajan con la infancia más desfavorecida. Con esos niños que han regresado a las aulas «tristes o rabiosos» porque notan que algo grave ocurre en sus hogares, señala una voluntaria.
«El comedor escolar supone la única comida completa del día. Quizá con un apoyo por la noche pasan. Y si quitas eso es un problema», resume Ramón Ibeas, secretario general de Cáritas en Álava. No está hablando de casos aislados. La emergencia social ha llamado a la puerta de cientos de hogares alaveses y mucho más con esta crisis sanitaria. Madres solas que tienen a su cargo hijos y que trabajan mañana y tarde en casas, en limpieza y en otros empleos mal pagados. Parejas a las que ni con el complemento de la RGI les llega. Familias que logran reagruparse en plena pandemia y sin apenas recursos. Comerciantes y hosteleros que echaron la persiana en marzo para no subirla más... Hogares que pivotaban alrededor de las abuelas que con su pensión daban de comer a los más pequeños...
«¡Y el ingreso mínimo vital no lo ha cobrado aún nadie!», lamenta Ibeas. El secretario general de Cáritas reconoce que el servicio que dan los comedores de los colegios trasciende lo social. Son también pieza clave para la conciliación de muchas familias y por eso confía en que Educación, los colegios y las ampas lleguen a acuerdos para poder abrirlos con normalidad. «Si los comedores cierran se van a generar importantes desequilibrios y desigualdades sociales, pero también afecta al mercado laboral, a todos esos trabajadores de las empresas de catering que dan el servicio», reflexiona.
Y, además, de fondo hay otra cuestión de salud. El menú escolar es equilibrado, saludable. En una casa en la que no hay recursos escasearán los productos frescos. «Nos preocupa mucho el riesgo de que no podamos asegurar que esos niños puedan comer con calidad». «Los comedores escolares están solucionando parte de la pobreza de este país», concluye tajante.
Fidel Molina, responsable de Berakah, el programa impulsado por las parroquias del Casco Viejo para atender a las personas que no llevan ni seis meses en la ciudad y que carecen de papeles, también muestra su preocupación. Uno de los pocos derechos a los que estas familias pueden acogerse nada más llegar es el de la educación gratuita para sus hijos. Una vez que se escolarizan, los niños pueden acceder también al comedor. «Para ellos no tener el apoyo del jantoki del colegio es terrible». «Lo vivimos durante el confinamiento y en esos casos la manutención recae sobre el tejido social, porque las instituciones no la cubren»
Las personas a las que Berakah ofrece esa primera acogida ni siquiera pueden solicitar beca de comedor. No tienen papeles. Sus casos se tramitan por la vía de las urgencias sociales. Tras el verano, la asociación ha vuelto a poner en marcha el programa Zugaz. Cada tarde, en colaboración con dos empresas de catering, voluntarios reparten tuppers con menús de día para 150 personas en un local de la calle Cuchillería. «Preparamos lotes para familias enteras».
Según Molina, el comedor es «un paliativo importante». «Para los más vulnerables no tenerlo es un golpe considerable». Y ante quienes sostienen que abrir los jantokis solo para niños de familias con pocos recursos supone estigmatizarles se pregunta si no es «el mal menor; al menos les das de comer».
Sara Polo, responsable de políticas de infancia de Save The Children en Euskadi, también percibe preocupación en las familias y recuerda que los niños de hogares con menos recursos se han visto mucho más golpeados que sus compañeros por la pandemia. «Se quedaron sin colegio y en sus casas se redujeron los ingresos. «Ellos están viviendo una crisis económica y sus hijos están sufriendo retraso escolar y un aislamiento del entorno educativo», recuerda. Muchas familias carecían de medios, conocimientos o herramientas para acompañar a sus hijos en el aprendizaje on line. Y si todo esto ya ha tenido «un gran impacto educativo y psicológico en sus vidas, está también el tipo de alimentación que han recibido». «El comedor supone la única manera de garantizar un comida equilibrada al día».
Pide que se abran todos los comedores. Si no es posible mantener todo el aforo, aboga por que se priorice a los vulnerables. Y si cierran, por que la administración les distribuya la comida o les ofrezca tarjetas monedero. «Hay que apostar por la educación con medidas de equidad».
En la semana pasada comenzó la jornada partida en los colegios de la red pública y se abrían los jantokis. Y ha sido la más desigual de todas. Cada ikastola o ikastetxe del territorio ha elaborado sus propios mecanismos en una vuelta al colegio marcada por los protocolos anti Covid-19 y la imposibilidad de que los jantokis abran sin prescindir de la mitad de los comensales.
Ahora, para los próximos días se espera la incorporación de los 630 monitores, cocineras y personal de limpieza que va a contratar el Departamento de Educación para reforzar los comedores de los colegios públicos alaveses. Sus aulas de Infantil y Primaria acogen este curso a más de 18.000 escolares de 2 a 12 años, de los que un 60% acude al comedor.
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