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El comedor social de Desamparados está al borde del cierre. No lo dicen solo sus responsables, son los números los que cantan la melodía fúnebre. ... Las cuentas no salen. El déficit se acumula. Ya son 200.000 euros en pérdidas en tres años, porque a pesar de los recortes en las ayudas públicas –el Ayuntamiento ha ido reduciendo su aportación hasta los 270.000 euros en 2019, que serán 300.000 en 2020– el número de menús dispensados crece. Y como en cada servicio no se cubre lo que cuesta, el déficit aumenta día tras día. «Podemos asumir ciertos números rojos, pero en ts años son más de 200.000 euros en pérdidas. Si las cosas no cambian, tendremos que cerrar».
En 2015 acordaron con el Ayuntamiento de Vitoria rebajar en 40 céntimos el coste de cada menú conveniado con la institución municipal, que da vales a las personas sin recursos para que puedan tener al menos una comida caliente al día. Entonces, el comedor que ronda sus bodas de oro pensó que lo podía asumir. Pero no previó que, junto a esta merma de ingresos se produciría una congelación y rebaja de la aportación municipal. «Y los comensales no han dejado de crecer», explica el párroco José Ángel Ríofrancos, presidente del patronato de Desamparados. «Nos han puesto en una situación muy difícil». Entonces se pensaba que el Ayuntamiento derivaría al comedor a unas 80 personas diarias, pero ya son más de 200 las que abonan la comida con vales que les proporcionan los servicios sociales. Este lunes, por ejemplo, se pagaron así 205 de las 246 comidas y cenas servidas., informa el expresidente de Cáritas Santos Gil, miembro del patronato y voluntario.
La parroquia, que en ocasiones recibe donaciones del Banco de Alimentos y de supermercados como Mercadona, asume el coste de los alimentos. En 2017 sirvieron un total de 54.451 comidas. Este año, hasta octubre, 73.714. Casi 20.000 más. Y alimentar a tantas bocas no es nada barato. «El del personal es un gasto fijo y, entre dos cocineros, cuatro trabajadores, el educador social y alguna baja, asciende a 170.000 euros. En comida hemos gastado 120.000 en diez meses», apunta Riofrancos. Así pues, los 270.000 euros de aportación municipal «se quedan cortos» y volverán a hacerlo el año que viene aunque se eleven hasta los 300.000.
El patronato de la parroquia, que ya se ha reunido con los responsables de Políticas Sociales, plantea que el Consistorio aporte un euro más por cada comida dispensada través de vales. Los usuarios, en su mayoría hombres que viven solos e inmigrantes, encuentran en este comedor algo de calor humano. «Algunos no tienen otra cosa que hacer que vagar por la ciudad, y esto les aporta estabilidad, un sitio seguro», valora Santos. «El personal y las Esclavas de Cristo Rey se interesan por su bienestar, no se trata sólo de comida». Buena parte de estas personas tiene problemas de consumo o mentales, y si los comensales habituales faltan saltan todas las alarmas.
La parroquia se ve obligada a cancelar el servicio durante 38 días que concentra alrededor del mes de agosto para dar vacaciones a los empleados. Para mantenerse abiertos necesitarían más personal. Estíbaliz, cocinera a la que estos días ayuda su hija Leire como voluntaria, recuerda que, en momentos como los años del estallido de la crisis, han llegado a despachar mil comidas cada día. En aquellos momentos el Ayuntamiento respondió a esa gran demanda con 1,6 millones de presupuesto. «No sé qué será de esta gente como venga otra crisis y nos pille con el comedor cerrado», lamenta Gil.
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