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La singladura vital de Issam, que apareció muerto el martes en la planta de biocompost de Júndiz, encoge el alma. Se hizo vitoriano hace cinco meses, en septiembre, previo paso por Lorca, esa localidad murciana tristemente famosa por el terremoto. No se le conocían ... ocupación ni amistades. También permanecen en una nebulosa las circunstancias de su fallecimiento.
Se cree que se introdujo en algún contenedor, probablemente en busca de objetos para revender en tiendas de segunda mano. Por razones que se desconocen acabó en un camión de la basura. Éste le depositó en un foso con desechos de la planta de Júndiz para acabar, ya inerte, en una cinta transportadora. El informe preliminar de la autopsia, según ha sabido en exclusiva este periódico, se decanta por una «muerte accidental».
El cadáver presentaba muchas contusiones, probablemente producto del viaje y de su posterior mezcla con cientos de kilos de residuos. Para curarse en salud, el Instituto Anatómico Forense alavés ha pedido a Madrid un diagnóstico definitivo. En un mes recibirán sus conclusiones.
Lo único seguro es que Issam estaba vivo la tarde de lunes. «Salió a la calle con una mochila», reconocen a EL CORREO sus compañeros en el piso patera en el que se empadronó el 17 de enero. A razón de 250 euros al mes, se hizo con una pequeña habitación –de apenas ocho metros cuadrados– que ayer permanecía precintada. El Grupo 6 de la Ertzaintza mantiene abierta una investigación por si esta historia diera un vuelco inesperado.
Localizada en el borde sur de Zaramaga, la vivienda figura a nombre de una familia autóctona que, a su vez, la tiene alquilada a un súbdito nigeriano. Un par de bicicletas descansan en el estrecho pasillo. Los candados en las puertas delatan el número de habitaciones subarrendadas: cuatro con la de Issam. En el padrón hay censadas seis personas en esta dirección. Todas extranjeras.
El ciudadano subsahariano que controla el piso cobra «250 euros» por estancia. Sin calefacción, por cierto. «No tenía trato con él, pagó el dinero y ya. No le exigí fianza», indica. «Quería el padrón para el comedor (de Desamparados) y las ayudas sociales»,asegura el casero.
Issam acudió a los servicios sociales municipales en septiembre. Pidió información sobre la red de protección existente en la ciudad y no consta que volviera. A finales del año pasado, la Ertzaintza le investigó por el intento de robo en el interior de un vehículo. No fue detenido.
El 7 de diciembre cumplió 37 años. En este piso patera «apenas» se relacionaba con el resto de inquilinos. «Aquí cada uno va a lo suyo. No conozco su vida pero sí que la convivencia era normal», puntualiza un inquilino. Cuando registraron su cuerpo, llevaba consigo el pasaporte. A partir de ahí, la Ertzaintza tiró del hilo hasta llegar a esta ubicación.
Este varón de origen marroquí pesaba más de cien kilogramos y se conjetura que pudo sufrir algún percance mientras buscaba objetos para revender. El lunes visitó una tienda de segunda mano para despachar género. Al cierre de esta edición, nadie había reclamado el cuerpo. Issam se ha vuelto invisible. Su casero nos despide con una pregunta: «¿cuándo podré abrir la habitación? Tengo que alquilarla».
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