Nos encantaba cerrar los bares, que llegara ese momento en el que Vivi daba las luces tras una noche de risas y tragos. Nos encantaba aquello y ahora, la mera idea de que un bar, nuestro bar, pueda cerrar nos produce una tremenda desazón. Y ... el caso es que ya está ocurriendo. Algunas de nuestras barras se han secado para no volver nunca más. Esta pandemia ha dejado ya hondas cicatrices, desgarrones irreparables en el tejido hostelero vitoriano.
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Sin ruido, de un día para otro, muchos tasqueros han tenido que cerrar el grifo de cerveza para no verter ni una sola caña más. Se han enfrentado a ese momento tan amargo de liquidar un negocio que tantos desvelos les había ocasionado, en el que tantísimo empeño habían puesto.
Según los últimos datos del Eustat, de marzo de este mismo año, Álava contaba con 2.012 negocios de hostelería en el territorio, lejos de los 7.338 de Bizkaia y los 4.476 de Gipuzkoa. De todos los bares, restaurantes, pubs y discotecas de la provincia, 1.470 están concentrados en Vitoria. Resulta muy complejo afinar qué porcentaje de todos estos negocios todavía no han podido abrir tras estos aciagos meses y, directamente, imposible cifrar cuántos de ellos no podrán volver a subir la persiana.
Sin embargo, basta con dar un paseo por la ciudad, de la Avenida a Judimendi, del centro a Zaramaga, para reparar en una realidad inquietante. En las fachadas de muchos, de demasiados locales, han brotado esos carteles de 'Se traspasa', 'Se alquila' o 'Se vende'. Sobrecoge imaginar al hostelero colocando ese trozo de cartulina símbolo de una derrota inevitable.
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En una de las últimas encuestas que la asociación de comerciantes Gasteiz On, que cuenta con más de 200 bares bajo su paraguas, realizó entre sus asociados, se estimaba que hasta un 18% de los bares de la ciudad no podría volver a reabrir el negocio. Ya instalada la nueva normalidad, esa previsión ha bajado al 15%. Desde la asociación apuntan que muchos se han animado a volver a poner en marcha su actividad para aprovechar la época de terrazas, pero temen que en otoño la situación se recrudezca. El miedo a posibles rebrotes de la enfermedad y la temida segunda oleada de contagios hacen que en el sector no descarten que muchos de los que ahora han reabierto lleguen a volver a cerrar.
Otro dato, este de uno de los mayores proveedores de cualquier bar. Coca-Cola estima que el 20% de los bares alaveses todavía no ha podido abrir. Según sus cifras, existen diferencias notables entre el índice de reaperturas en el resto de la provincia (donde el 81,51% de los locales ya fucionan) y algunos barrios de Vitoria. Según las estimaciones de la celebérrima firma, mientras que en el casco el 82,98% subieron la persiana hace ya algunas semanas, en Lakua el porcentaje cae al 76,99.
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«Yo en cambio no me atrevo a dar una estimación de cuántos están cerrados y cuántos se van a quedar por el camino. Serán muchos, pero quizás menos de los que creíamos en un principio», sostiene por su parte el vicepresidente de SEA Hostelería, Juan Carlos Antolín. En los últimos días él se está recorriendo la ciudad para pulsar las sensaciones de los que trabajan tras la barra. Y no son del todo buenas.
«La incertidumbre sigue siendo total. El futuro de la mayoría de locales es incierto. Se presenta un verano muy, muy difícil. Sin Azkena ni Festival de Jazz ni fiestas, que eran los momentos en los que más facturábamos del año, las cuentas no van a salir», sostiene Antolín. «Quizás soy demasiado pesimista, pero la realidad que estoy viendo es la que es», remacha. En el sector sostienen que ahora, ya recuperada esa 'nueva normalidad' bañada en (poca) espuma de cerveza, las cajas apenas consiguen recaudar el 70% de aquellos días anteriores a la pandemia que se nos antojan tan lejanos.
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«Los primeros días en los que se pudo trabajar con garantías sí se notó cierta alegría, pero ahora hay un bajón importante, sobre todo los fines de semana: la gente tiene ganas de salir fuera de la ciudad», señala el vicepresidente de SEA Hostelería. En el gremio temen que esa sea la tónica general para el resto del verano. «Vitoria nunca ha sido una ciudad muy turística, en los últimos años parecía que estaba remontando pero este, sin ni siquiera gente de aquí...», resopla un conocido hostelero que no descarta echar el cierre «si la cosa se pone tan fea». «Hay que tener en cuenta que los pagos, sobre todo las rentas de los locales, se acumulan aunque no vendas ni un triste café», apunta.
No son pocos los que ya han tomado la dificilísima decisión de liquidar el negocio. El Trafalgar ya no servirá nunca más aquellos fritos, esos pintxos calientes generosos y pringosos que hicieron de su barra cañí un imprescindible en la Herrería. En Judimendi, al Pura Vida le han tenido que dar la extremaunción y en San Martín los funcionarios del Ayuntamiento tendrán que buscar nuevo garito de confianza para el café de media mañana. Tras dos años y medio al frente del Haritzak, Israel Burguera trincó su local el 13 de marzo para no volver a abrir jamás. «Los inicios de un negocio siempre son muy complicados, el primer y el segundo año siempre generas deuda, el tercero es el de empezar a recoger los frutos y, de repente, cuando me empezaba a ir bien y las cosas empezaban a funcionar, vino esto y no me ha quedado otra que cerrar», lamenta. «Antes que seguir engordando una deuda inasumible, preferí dejarlo, lo más duro ha sido tener que despedir a la gente con la que trabajaba», desvela Burguera.
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Precisamente, la protección de los puestos de trabajo a través de los ERTEs es una de las claves imprescindibles para entender por qué muchos establecimientos de la ciudad siguen con la persiana echada.«Le he dado muchas vueltas y a mí no me sale a cuenta reabrir, he hecho mis cálculos y creo que es más prudente esperar un poco más, el verano va a ser muy duro y así, por lo menos, no tengo que despedir a mi gente ni acumular deuda», sostiene el propietario de un céntrico negocio de la capital.
Y, aún con todo, sobre el sector planea una amenaza difusa que, con el paso de las semanas, va camino de convertirse en una absoluta certeza: pocos empresarios son capaces de obviar ya que tras las barras serán necesarios drásticos recortes de plantilla para hacer viables los negocios. «La incertidumbre es total, yo estoy sacando poco a poco a mis empleados del ERTE, algunos solo unas horas, pero veo inevitable tener que despedir a alguno con todo el dolor de mi corazón», señala otro conocido empresario de la barra. «Esto es como en 2008, pero peor. Entonces, la gente buscó refugio en la hostelería y se metió a camarero; ahora nosotros somos, quizás, el sector más afectado de todos». Nunca quisimos cerrar los bares, nunca así.
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Si cada cierre de bar, si cada persiana que cae merece un pequeño duelo, cada apertura –y más en estos tiempos–, merece descorchar una buena botella que, como todo el mundo sabe, es el mejor modo de ver el vaso medio lleno. El contrapunto de la situación dramática que están viviendo numerosos establecimientos hosteleros de la ciudad es la llegada de nuevos negocios que alivian al sector.
Una de las operaciones que más atención está recibiendo en las últimas semanas es la próxima apertura de Kea Basque Fine Food en el local del Taberna. Será el primer operador que llegue a la manzana comercial, yerma entre el polvo y los operarios, que prometía revolucionar el panorama comercial de la ciudad.
A pocos metros, en Ortiz de Zárate, otro negocio también vendrá a ocupar un local, muy recordado, que lleva años cerrado. Se trata del Archy, la coctelería que agitó estupendos negronis durante años y que ahora se transformará en Boca, un local de copas que renace de la mano de un empresario con varios locales ya funcionando. El espacio está ya decorado y su apertura es inminente.
Tal y como ya adelantó EL CORREO, el muy recordado bar Dólar también ha resurgido de sus cenizas de la mano de Roberto Herrero y Sonia Muiño. El local, que se ha sometido a un 'lifting' tras un lustro con la persiana bajada, ya sirve su recordado pintxo de champiñón.
A estas nuevas aperturas, el empresario Juan Carlos Antolín tiene en cartera 'Kanijo', en la zona de Sancho el Sabio, y un nuevo proyecto muy avanzado.
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