![Los cementerios se preparan para recuperar las 30.000 visitas de antes de la pandemia](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202210/31/media/cortadas/cementerios-vitoria-ksY-U180561036983YN-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Aunque se identifica el negro, el luto y el tono oscuro como algo más que representativo del Día de Todos los Santos, en realidad, conforme se acerca esta fecha los cementerios van luciendo y se engalanan con colores muy vivos, sobre todo, por esa paleta ... que florece amarilla, naranja, rosa o azul de manos de los familiares de los difuntos. En estos días previos, especialmente desde el sábado, cientos de vitorianos ya han acudido a limpiar y decorar las tumbas de sus seres queridos. En la mayoría de casos para evitar la «muchedumbre» que se espera hoy en el cementerio de El Salvador y en el de Santa Isabel.
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«Preferimos que no haya mucha gente y por eso venimos. Esperamos que nos esperen ahí mucho tiempo», decía ayer María Pura de Andrés señalando con la mirada el panteón de la familia Guinea, con ese apellido en dorado sobre piedra. Junto a su hija Verónica dejaron un ramo a sus pies como viene siendo «costumbre». Una tradición que va más allá de un día del calendario. «Hay veces en las que el cementerio está tan vacío que da miedo, pero lo preferimos», reconocían ambas junto a sus «amigas y vecinas» Elena Ugarte y Jasone, viuda e hija de Iñaki Añua, que habían ido a 'visitar' al gran impulsor del Festival de Jazz de Vitoria, fallecido el pasado julio.
Precisamente en torno a las leyendas de allí, ese «miedo» y un repaso de la historia y de los personajes célebres enterrados en el camposanto de Santa Isabel -Manuel Iradier, Heraclio Fournier, Miguel Ricardo Álava...- giraba una visita guiada de la historiadora Marta Extramiana, que lleva diez años realizando un tour con en el que enseña las vidrieras o esculturas en las que no reparamos a primera vista. Ese recorrido con un grupo de 14 personas llamaba la atención hacia el mediodía cuando la presencia de familiares de enterrados era escasa en el cementerio de la ciudad.
Salidas de hoy desde la calle Prado hasta el cementerio de El Salvador. El urbano sale cada 15 minutos. Se prolongará entre las 10.00 y las 13.30 horas. Ya por la tarde se retoma de 16.00 a 18.00 horas.
Regreso desde el cementerio. Los urbanos de vuelta, desde El Salvador, funcionarán entre las 10.15 y las 13.45 horas y, ya por la tarde, de 16.00 a 18.45 horas.
Donde sí hubo mayor trasiego en la víspera del Día de Todos los Santos fue en el camposanto de El Salvador, con una superficie mucho mayor. De hecho, la hilera de puestos florales -un total de 12- en el camino de acceso servía para hacerse una idea de un cambio de hábitos empujado por la pandemia. «Hasta ahora solo vendíamos el día 1. Pero desde hace dos años empezamos a venir unos días antes y la verdad es que está yendo bastante bien. Ha sido un fin de semana movidito», apuntaba Nerea, una de las vendedoras de la Floristería Casa Basusta. ¿Colores preferidos? «Sobre todo el rojo y el blanco, pero nos piden de todo, también muchas flores de tono rosa». Mientras charlaba, a su lado Marisa y Mónica se afanaban con unas tijeras en dejar los ramos a punto.
Frente a ellas la clientela se fijaba en los crisantemos, lo que más vende, y el ciclamen. «Son las que mejor aguantan el invierno. Quienes quieren algo que luzca más compran flores», explicaban. Juantxo, un florista donostiarra que lleva veinte años despachando sus 'centros' en cementerios vascos, incide en esa idea. «Es verdad que ahora venimos antes. Va a más y mañana (por hoy) esperamos vender más. Pero en general es un negocio que va a menos no se ve a gente joven. En vez de ir a las tumbas a poner flores a los muertos prefieren irse de fiesta con una careta», comentaba. A pesar de esa percepción se estima que este puente se puede recuperar la cifra de visitantes a ambos cementerios anterior a la pandemia, en torno a 30.000 personas. Por ello, Tuvisa ha reforzado su servicio para llegar al cementerio de El Salvador.
Robos de maceteros
En la jornada se repetían los gestos sobrecogedores habituales, como el lamento de unos padres por la pérdida de su hijo. «Fue de la noche a la mañana...», acertaba a decir la madre de Jesús Fernández (fallecido hace tres años), rezando junto al nicho. También otros testimonios que honran también a quienes colocan las flores. «Venimos desde hace años porque una amiga, ya mayor, vive en Alicante y no puede acercarse. Son para su padre y hermano», contaban Gregorio Ruiz y Goyi Álvarez, quienes lamentaban que habían robado una jardinera de cerámica donde depositaban algunos lirios. «Hay que ser dañino para robar aquí».
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