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Parcela de Villabuena donde descansan las piedras del cementerio de Joseba Ibáñez. Igor Martín
Día de todos los Santos

Un cementerio ateo en plena Rioja Alavesa

Cenizas entre viñedos ·

Joseba Ibáñez, el agricultor que creó un panteón en una finca en Villabuena de Álava para recordar a los fallecidos. «Es otra forma de entender el recuerdo y la memoria»

Viernes, 1 de noviembre 2024, 00:29

«Esto no es más que la humilde expresión artística de un agricultor, porque en cualquier caso yo soy eso. Un viticultor al que le gusta mucho la arqueología y los monumentos megalíticos». De esta manera Joseba Ibáñez (63 años) se refiere a 'Ibaola Harriak', un cementerio ateo que creó en 2012 en una antigua viña seca de Villabuena de Álava. «Tenía una parcela en la que deseché la idea de un huerto solar y en la que plantar un viñedo era absurdo. En su lugar empecé a traer piedras, tallarlas y se convirtió en un 'hobby'». En aparencia ese terreno está lleno de monumentos megalíticos como dólmenes, menhires o cromlechs. Allí, en la actualidad reposan los restos en cenizas (no hay cuerpos) de 14 personas en unas curiosas tumbas.

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«Cuando me has llamado contando que se acerca el Día de Todos los Santos me he acordado de la fecha, se me había olvidado», dice Joseba, artífice de este particular panteón situado al aire libre, muy cerca del dolmen del Montecillo y que cuenta con la Sierra de Cantabria. Esta particular estación megalítica, de kilómetro y medio de recorrido, es uno de los lugares de enterramiento más singulares del País Vasco. «Es otra forma de entender el recuerdo y la memoria», sostiene su creador acerca de una zona de libre acceso que cada vez llama la atención de más curiosos. A la semana pueden pasar medio centenar de curiosos. «Depende del momento del año, en verano viene más gente igual que el fin de semana».

El precio que ronda poder dejar las cenizas bajo una piedra allí es de 500 euros, dice Joseba Ibáñez, que es el dueño del terreno, además del encargado de tallar las piedras y de colocar la placa en la que se recuerda al fallecido. ¿Ceremonias? «Depende de cada familia. Suele ser un acto sencillo al que vienen grupos de 10 o 15 personas que dejan unas flores y se dan un paseo por el entorno», cuenta Ibáñez.

Talla y colocación

El precio que ronda poder dejar las cenizas bajo una piedra allí es de 500 euros

Esa diferentes piezas se encuentran decoradas con símbolos como un lauburu, el ojo de Horus o una estrella roja. Esta es la seña que aparece en una de las piedras en la que descansan los restos de una persona que fue fusilada por el franquismo. Precisamente en memoria de los represaliados se celebró un acto allí en 2016. Ibáñez cuenta que su vida cambió de rumbo cuando dejó su trabajo como uno de los encargados de la bodega Arabarte hace años. «Lo dejé y después mis socios vendieron porque buscaba el equilibrio en la vida. Uno entiende que tiene que trabajar, pero no debe tampoco ahogar su vida en un mundo de trabajo», explica. «Este cementerio no tiene una visión de negocio. No me gustaría atender llamadas de gente que quiere depositar las cenizas».

Las piedras que se levantan allí las coge de otros terrenos. «Cuando las viñas son viejas se hace una reestructuración del suelo y con máquinas se sacan las que se encuentran bajo el suelo. En algunos casos las dejan en un ribazo y de ahí las cojo». La mayoría pesa en torno a 3.000 kilos. «Es el peso al que me tengo que limitar porque es el que pueden cargar las retroexcavadoras», explica Joseba Ibáñez. Él mismo tiene clara cuál será su 'lápida' cuando fallezca. «Tengo hasta la placa diseñada para colocarla. Hay que tomárselo con humor. Tenemos que ser conscientes de que, nos guste o no, nos vamos a morir algún día», remata filosófico.

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