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La primera piedra se colocó en 1907. Cuatro años después se terminó la cripta, pero las obras en la conocida como Catedral Nueva se interrumpieron en marzo de 1914 por el sobreprecio de los materiales y el descontento de los obreros, que se plantaron con ... sucesivas huelgas. Los trabajos se reanudaron al cabo de tres décadas, en 1946, por el interés en concluir el templo ante el deterioro de la Catedral de Santa María, aunque se siguió levantando, eso sí, bajo otros criterios arquitectónicos, más económicos que los seguidos en el proyecto original. Se emplearon para su culminación elementos como el hormigón armado y la piedra artificial, y hoy es el día que aún faltan remates para dar por concluida tan magna edificación. Aun así, por fin, en 1969 se sometió a su particular bautismo, consagrada con la advocación de María Inmaculada Madre de la Iglesia. Hace de esto justamente medio siglo. Lleva un tiempo de celebraciones.
Es un momento propicio para poner en valor un edificio notable, también para dar a conocer la riqueza pictórica, escultórica y orfebre que la concatedral vitoriana custodia en su interior. La luz natural accede del exterior a través de unas vidrieras neogóticas de más de un siglo que pasan desapercibidas desde la calle por estar tapadas para evitar actos vandálicos y que no son justamente valoradas desde dentro. El Obispado de Vitoria ha desarrollado un programa de visitas guiadas para de la mano de Kalearte acompañar al feligrés o al curioso en su contemplación. La inédita propuesta arrancará el 17 de julio y terminará el 1 de septiembre, con explicaciones al público de miércoles a viernes, excepto los festivos -Día del Blusa, semana de La Blanca y 15 de agosto-, a partir de las cinco de la tarde. Se invierte una hora en su recorrido.
La Catedral Nueva de Vitoria es joven. En realidad, no alcanza ni el siglo de existencia. «No hay ningún otro templo de su momento con vidrieras de semejante calidad. Son excepcionales», sostiene Susana Aréchaga, la delegada de Patrimonio Histórico-Artístico y Documental de la diócesis. «Es un patrimonio sin explotar. En otros lugares le habrían dado mayor importancia».
En total se pueden contemplar 39 vidriales, obra de la casa francesa Maumejean, auténticas joyas de pintura sobre cristal. Se caracterizan por el realismo de las figuras, el detallismo y los ricos matices de color. Las más cercanas al ojo humano y, por tanto, más fáciles de admirar se sitúan en la cripta de la Catedral Nueva, en el subsuelo, a la que se accede por una pequeña puerta frente a La Florida. Se presentan a la altura del visitante. Se colocaron en 1911 y narran escenas bíblicas referidas a la muerte y la resurrección, acordes con la función funeraria del espacio donde están.
Los otros 21 cristales, mucho más grandes y elevados sobre la girola de la catedral, detrás del altar, llegaron a Vitoria en 1913, aunque permanecieron embalados durante décadas en un almacén de la calle Vicente Goicoechea hasta que vieron la luz el 4 de agosto de 1957, coincidiendo con el primer descenso de Celedón y el cincuentenario del inicio de las obras en el templo. En la cabecera se representan los santos vascos San Prudencio, la virgen de Begoña, San Ignacio de Loyola y San Miguel de Aralar; más los papas Pío IX, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI. En el presbiterio, los doce apóstoles, los cuatro evangelistas y la Asunción de María, entre otros elementos.
Se le agotan los calificativos. «Excepcionales», «de máxima calidad», «una joya que nadie valora». El vitoriano Mikel Delika conoce panel a panel las vidrieras de la Catedral Nueva. En más de una ocasión las ha reparado por los ataques de desaprensivos. «Es el arte de la luz y el color», aprecia. «¡Qué bonitas cuando les da el sol!», añade el artesano, pero advierte que uno pone en riesgo su visión. Aunque parezca mentira, «lo ideal es verlas en día nublado», recomienda Delika, que ha participado en la creación del programa de visitas. Aconseja los vidriales de la cripta. «Casi se pueden contar. Se aprecian los detalles. Es algo mágico en un lugar donde apenas hay luz». Y no hace falta ser creyente. «Es arte, un mundo desconocido».
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