![Catas que se sirven con moraleja](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202107/11/media/cortadas/ala-samaniego-ksLE-U140991225834KTG-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Los buenos bodegueros tienen muy en cuenta a aquella mozalbeta lechera que se las prometía muy felices camino del mercado, con aquel aire sencillo, aquel agrado. La zagala, toda ilusa, quería cambiar su cántaro de leche por cien huevos, con los que criar cien pollos, ... que iban a servirle a su vez para conseguir un cochino y con él una vaca y un ternero. Hasta que la tinaja acaba en el suelo, se le hace añicos y los huevos, los pollos, el cochino... todos sus sueños acaban derramados. Le estuvo bien empleado. Esa lechera era una especuladora de manual, vaya.
Los buenos bodegueros de Rioja Alavesa, decíamos, tienen muy presente esa y todas las moralejas que emanaban de las fábulas de don Félix María Samaniego, el vecino más célebre de la villa. Saben perfectamente que el suyo es un negocio a larguísimo plazo, basado en la paciencia y el tesón. No es un oficio para lecheras agiotistas, cigarras hedonistas y zorras demasiado orgullosas para admitir que no, que no siempre se puede llegar a lo más alto de la vid. Ayer se brindó en la casa natal del ínclito, aunque, en realidad, no en su honor. De hecho, en el interior de la casona no hay ni una triste referencia al rabudo (conste que así se les conoce, de forma coloquial, a los del pueblo) más ilustre.
Cuando el forastero desnortado trata de encontrar la ubicación de la fabulosa –nunca mejor dicho– casona, lo primero que hace, claro, es buscar en Google Maps. Sin resultado. La aplicación emplaza a dirigirse a una casa rural en Samaniego. Nadie se ha molestado en referenciar el monumento en el mapa. Si uno se acerca a preguntar a algún paisano, en este caso a un grupo de chavales, «del pueblo de siempre» y pregunta por la casa natal de Samaniego, de los tres, dos ponen cara de póquer y, sólo al rato, uno cae en la cuenta de que sí, de que se trata del «palacio ese de la Diputación». Es una buena muestra de la desidia que se ha instalado en los últimos tiempos respecto a la figura del autor. Tal y como ayer reclamaban historiadores y vecinos de Laguardia en estas mismas páginas, ha llegado el momento de saldar la deuda que la villa mantiene con su habitante más célebre. Su casa es, sigue siendo, una joya patrimonial.
Se trata de una casa solariega con escudo de armas labrado en la fachada, de estructura imponente, que el fabulista recibió en herencia a finales del siglo XVIII, con los mayorazgos de La Escobosa, pegado al Ebro. El zaguán es hoy una estancia que combina de una forma extraña la estructura original, las paredes de piedra, los techos con vigas de madera, con la funcional estética propia de los usos burocráticos. Aquí, la Diputación, propietaria del edificio, tiene su sede de Hacienda para la zona. Hay unos puestos de atención al ciudadano y unos cubículos de aire soviético, sin concesiones al más mínimo alarde decorativo.
En la segunda planta se abre otro espacio diáfano, iluminado por unos ventanales de doble hoja y presidido por otro blasón labrado. Yen la última, todavía permanecen intactos todos los elementos de la extinta casa del vino, con pósters de estética noventera de la denominación de origen y una zona, antes dedicada a laboratorio, en la que se guardan muebles de oficina. Ninguna de estas dos plantas tiene uso en la actualidad.
«Pues claro que da pena que no se use, pero el Ayuntamiento poco puede hacer, es de competencia de la Diputación», lamentó el concejal de Cultura del municipio, Raúl García. Precisamente ayer, por unos instantes, la casona salió del letargo para acoger algunas de las catas de la cuarta edición de las jornadas enológicas 'Laguardia en vino' con la que las bodegas Oxer Wines, Ruiz de Viñaspre –estupendo el vino de autor de Charo Alegre y familia–, Vallobera, Gómez de Segura y Landaluce mostraron lo mejor de sus barricas.
«Nos gustaría que se usara mucho más, hay un proyecto para traer aquí el centro de salud y un museo y...», aseguraba el concejal entre cata y cata. Alguien le debería recordar la fábula de la lechera al edil: no vaya a ser que de tantos planes, al final la casa acabe sin uso per saecula saeculorum.
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